CAPITULO VI
— ¡Jess! ¡Maldita seas Jessica! ¿donde estas!? — Esa es la adorable voz de mi jefe y el tercer grito de la mañana que me dedica. Por alguna razón, que aun no entiendo, esta de un genio insoportable y eso lamentablemente lo pagamos su secretaria y yo.
— Uf — gruñe Jana saliendo de la oficina de Albert — ¡Juro que voy a matarlo! ¿Que desayuno esta mañana? ¿caldo de alacrán? Si sigue actuando así, renuncio. — Irritada coloca el séptimo envase de café de la mañana, que evidentemente fue rechazado, sobre su escritorio.
— ¿Por que te lo devolvió esta vez? — Pregunto para saber a que atenerme cuando entre a esa oficina, aunque me ha gritado otras dos veces, no me requería en la guarida. Estoy dispuesta hacer cualquier cosa por retrasar mi ida a esa oficina.
Ella mira los cafés con aburrimiento y se sienta con notorio cansancio para volver a bufar.
— No me lo vas a creer — dice con rabia. Inevitablemente eso llama mi atención y la miro para que continúe, normalmente Jana es muy tranquila y pocas veces le replica a Albert, es la primera vez que ella amenaza con que va renunciar — No lo acepto porque se lo lleve en un minuto impar. ¿Puedes creerlo? Maldita sea si hubiera soltado ese condenado teléfono en cuanto entre hubiera tenido su maldito café en un minuto par. Maldito —nunca la había escuchado maldecir tanto, verla tan... furiosa es extraño — Y sabes que es lo peor, que me quede ese estúpido minuto para entregarle al señorito su café en un minuto par, ¿y sabes que me dijo? No claro que no lo sabes, por eso te lo voy a decir, no lo recibiría porque ahora lo tomaría en un minuto par. Te juro que estuve a punto de echarle el condenado café, en la cabeza —
No puedo evitar reírme por lo absurdo que suena el rechazo del café, de todas la excusas anteriores esta es la que menos sentido tiene, que rayos pasa por la cabeza del jefe hoy.
Albert es dos años menor que yo, si es increíble que ya tenga su propia multinacional, pero la historia no es tan bonita. Su padre, un hombre al que nunca conoció murió hace tres años, cuando el estaba recién terminando la universidad se contactaron con el para informarle que su padre había dejado todo a su nombre. Para el hombre fue un golpe brutal, tal vez para muchos seria un golpe de suerte, pero adaptarse a una nueva vida nunca es fácil. Albert paso de luchar por una beca en una universidad medio decente a convertirse en el heredero de uno de los magnates mas ricos del mundo. Antes de que el mundo y que el mismo Albert supiera quien era su padre, yo ya estaba enterada de todo, su padre el señor Frederick Thomson, me hablo de él antes de morir, me contó toda la historia para que yo pudiera trasmitírsela a su hijo, el porque de su abandono, porque nunca lo reconoció y porque tomo la decisión de dejárselo todo. De alguna manera el señor Thomson y yo, habíamos creado una cierta confianza entre nosotros, lo conocí cuando el señor Nicholls me lo presento, y le pidió a su viejo amigo como favor personal que me diera trabajo. Nunca supe lo mucho que el señor Thomson confiaba en mi hasta ese día que me abrió su corazón y me contó su historia, la historia de un chiquillo que ya tenia su destino inscrito y que era demasiado cobarde para cambiarlo, no lo justifico pero tampoco lo juzgo; como el señor Nicholls, y a pesar que tan solo lo conocí por un año, ese señor marco mi vida de una manera positiva. Debido a esto Albert estuvo receloso conmigo, y solo me escucho seis meses después de que se posicionara en el cargo, en ese transcurso me despidió como diez veces pero jamas le hice caso, terminamos siendo muy buenos amigos. Albert es un chico listo y ambicioso y lo que le faltaba a su padre lo tiene él, visión. El problema es que lo que le sobraba al señor Thomson le falta ha él y eso es seguridad.
Estoy apunto de tratar de animar a Jana cuando un gritó me lo impide.
— ¡Jessica! ¿Donde diablos te metiste? ¡Ven aquí en este instante! —
Volteo lo ojos y le sonrió a Jana, para calmarla, ella parece estar harta.
— Deséame suerte — le digo mientras tomo la carpeta con informes y balances.
— Espero que a ti si te los reciba. No vaya a ser que te diga que esta mal porque la luna aun no esta llena —
Ocultando mi sonrisa entro en la oficina de mi extrañamente malhumorado jefe, quien parece estar en uno de los peores días de su vida.
— Por fin te dignas en aparecer, llevo llamándote hace cinco minutos Jessica. De tu escritorio aquí no te toma si no dos segundos ¿que te pasó? ¿te perdiste? — El tono hostil que esta usando conmigo no me gusta en absoluto.
Ignorando su reclamo, observo todo con concentración y después de mi escrutinio no puedo evitar fruncir el ceño, pongo la carpeta en su escritorio y me siento sin invitación. Aprovecho también el café que Jana dejo, de seguro rogando porque se derramara y creara un desastre, lo soplo después de que me quemo con el.
— Primero vas a dejar de hablarme como si yo fuera tu perro. Segundo te vas a sentar. Tercero vas a dejar de gritar. Y cuarto me vas a contar ya mismo que te pasa — utilizo mis voz mas autoritaria con él.