Livia.
Abro la boca para explicarle que no soy una arpía, que siempre está en plan de pelea. ¡En realidad, no tenía ninguna intención de causarle daño físico! ¡Ni siquiera lo conozco! Si lo conociera, quizás la situación sería diferente...
Por suerte, no tuve tiempo de hablar. Aprieto la mandíbula fuertemente. Mi vecino de asiento en el avión le sonríe a la misma azafata, llamándola con un gesto de la mano.
—Por favor, una botella de agua —le sonríe.
—¡Por supuesto! —La chica se arregla su cabello, que está sujeto en dos moños apretados en la nuca.
Parece que realmente se ha apretado esos dos moños, lo que le da una ligera inclinación a los ojos. ¡Ahora entiendo!
Vuelve en un instante con la botella de agua y un trozo de papel entre los dedos. Le entrega el agua y, como si fuera por casualidad, desliza el papel en su mano, pasando lentamente las almohadillas de sus dedos con uñas afiladas por su palma.
—¡Gracias! —dice con una voz baja y aterciopelada.
“¡Gracias! Qué ridículo”, pensé burlándome para mis adentros.
Mujeriegos de porquería. ¿Quizás trabaja en un servicio de acompañantes para señoras adineradas en variados resorts? Bastante en forma está para eso, ¿no?
¡Uf!
"¡Hic!" —¡Maldita sea, otra vez con hipo!
—¡Aquí, toma! —me ofrece la botella.
"¡Qué atento! ¡Ojalá no me salgan sarpullidos!"
—¡No, gracias! —respondo llenando mis pulmones de aire y poniendo cara de pez globo en alerta.
—Como quieras. ¿Querías decirme algo?
—M-mh!? —farfullo con los labios apretados. Me agarro la boca con las manos para no soltar todo lo que pienso de él.
Mis cejas se levantan en señal de pregunta. ¿Qué te hace pensar que te diré algo? Ni sueñes que volveré a disculparme. ¡Ya estoy harta de esos intentos de redención! Mi misión de karma ha finalizado por falta de motivación adecuada.
Justo anunciaron que nuestro avión comenzaba a descender, así que tuve que ajustarme el cinturón de nuevo.
Apreté los dientes con fuerza y cerré los ojos. ¿Por qué debe ser tan rápido?
Yannis.
Es una persona bastante extraña, me atrevería a decir, ¡un poco loca! ¿Qué está haciendo? La miro de reojo y veo cómo infla sus mejillas. ¡Debió beber agua para calmarse! Eso empieza a asustarme. Claro, me gustan las chicas poco convencionales, pero no con “problemas”.
¡Un poco más!
Apenas aterrice el avión, me alejaré de ella tan rápido que ni la veré. La olvidaré como una pesadilla.
Y así lo hice; apenas esperé a que todos comenzaran a salir.
Le lancé un "adiós" por cortesía y me dirigí a la salida, intercambiando miradas con la azafata atractiva que me escribió su teléfono en el papel.
Y todo habría estado bien. Mi aventura nocturna habría terminado, si no fuera por la necesidad de recoger mi maleta de la cinta. Aunque estuve entre los primeros en llegar, mi maleta no aparecía.
En la distancia apareció la rubia desafortunada, pero mis cosas nada de nada.
¡Finalmente! Algo que parecía mi maleta gris apareció. Me acerqué y la cogí.
—¡Gracias! —la rubia tira del mango y exclama con seguridad—: ¡Es mi maleta!
¿Me habré equivocado?
—¡Allí está la suya! —señala con el dedo.
Era cierto, allá estaba otra maleta que se parecía a la mía.
—¡Hasta la vista! —murmura a modo de despedida.
¡No, no! ¡Esta vez sí es un adiós definitivo! Como dicen, ¡para siempre!
¡Fiu! Suspiré aliviado cuando se alejó con su trasero firme lejos de mí.
¡Por fin!
¡Estoy en casa! ¡Sobreviví al contacto repetido con la rubia!
Apenas salí del aeropuerto, vi a mis familiares.
Con todo, decidieron venir, aunque les pedí que no lo hicieran porque ya era muy tarde.
Abrazo a mis padres. ¡Cómo los extrañé!
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Editado: 25.08.2024