Los días pasan lento y no hago nada por desprenderme de ellos. Paso tanto tiempo dentro de mi cabeza que siento que vivo más en ella y creo que lo peor de todo es que me siento mejor estando allí. En mi mente ya viví otros diez años y al salir de ella solo han pasado cinco minutos... No quiero parecer pesimista, pero he llegado a pensar que solo me faltan esos cinco minutos. También he pensado que está bien con unos cinco menos.
No quiero preocuparme, pero cuando la realidad me empuja solo siento ansiedad. Desde la ventana puedo ver a todo el mundo moverse, todo puede cambiar. El mundo crece o se deteriora y yo sigo en el mismo lugar.
En la ventana.
Caminando me he sentido completo, pero es tan efímero cuando veo a mis pies y no hay rumbo fijo, podría ir a cualquier lugar y sería lo mismo. Frente a mí no hay nada, no hay un nuevo pasillo, no hay una nueva vereda, no hay otro edificio, no hay otra habitación. Todo lo que puedo ver es el mismo viejo edificio, las mismas personas, mi piel ni siquiera cambia, el pasillo es el mismo de color gris y la habitación sigue siendo pequeña.
Pero todo el mundo se mueve, los días siguen, el tiempo corre. Todo avanza dejándome atrás. A veces corro. Intento alcanzarlo, pero me tropiezo con frecuencia. Al ver que se han alejado tanto de mí ya ni siquiera me dan ganas de seguir corriendo. Ya no quiero levantarme porque me duelen las rodillas. Estoy cansado y aburrido de perseguir algo que no me puede esperar ni un segundo. Pero sé que es mi culpa por jugar con el tiempo, por mi necedad a no querer dejar la comodidad, por la soberbia de no haber aceptado la ayuda de nadie.
No quiero que esto termine, la verdad es que tengo miedo de morir. Tengo la idea de que después de eso no queda nada. Todo se destruye. Y yo no quiero perder mi mente, no quiero deshacerme del recuerdo, ni de las divagaciones, no quiero perder los sueños. Tal vez soy egoísta al querer aferrarme a mí mismo, no me quiero desprender de mí y es tan difícil aceptar lo inevitable.
Sé que estoy hiriéndome. La única persona que sufre por eso soy yo y el maldito problema es que no puedo deshacerme de eso fácilmente. No se merece nadie saber mis temores. ¿Por qué deberían cargar con ellos? Ese es castigo mío. La clemencia no me es permitida luego de haber decepcionado tanto. Y es que yo también esperaba mucho de mí, pero no se puede escapar de aquí para volver a empezar.
Es difícil hallar una salida cuando realmente no sé si quiero encontrarla.