Te DecÍa

Capítulo 21

El “sí” a la Fundación Ibérica desencadenó un torbellino de actividad que hizo parecer la construcción del muro de piedra una tarea sencilla. Llegaron los abogados con sus contratos llenos de cláusulas, los técnicos de la FICE para la primera visita de evaluación, los periodistas de revistas especializadas a los que Valeria, ahora oficialmente “Responsable de Comunicación y Documentación del Centro Demonstrativo Rewilding Estepa Ibérica”, atendía con una mezcla de profesionalidad recuperada y profundo conocimiento del terreno. La finca, por unos meses, dejó de ser un refugio aislado para convertirse en un pequeño epicentro de actividad.

Leo, al principio abrumado, encontró su ritmo. Descubrió que, liberado de la angustia económica constante y con el respaldo técnico de la fundación, su mente podía ocuparse de lo que realmente amaba: la estrategia a largo plazo, la observación detallada, la planificación de nuevas intervenciones en el territorio. Contrataron a Javier, un joven biólogo de la comarca, como asistente de campo. Su energía y su conocimiento fresco fueron un bálsamo, y permitieron a Leo dedicar más tiempo a la formación y a la supervisión.

Valeria, por su parte, floreció en su nuevo rol. Había encontrado la intersección perfecta entre sus habilidades y su pasión. Sus informes eran rigurosos pero humanos, sus artículos para la web de la FICE combinaban datos con la narrativa íntima de la vida en la finca. Gestionaba las redes sociales del proyecto, mostrando no solo los éxitos, sino también los fracasos, las dudas, la dureza del día a día. La autenticidad era su marca, y resonaba. El proyecto comenzó a recibir solicitudes de estudiantes para hacer prácticas, de otros ganaderos interesados en modelos extensivos, incluso de un documentalista que quería seguir su historia durante un año.

En medio de ese huracán organizado, Valeria y Leo tuvieron que aprender a proteger su intimidad. Establecieron reglas no escritas: después de las seis de la tarde, el trabajo oficial se acababa. Las cenas eran sagradas, sin pantallas. Los domingos, por lo general, los dedicaban a explorar juntos la estepa, sin otro objetivo que el asombro. Fue en uno de esos domingos, al final del verano, cuando el calor empezaba a ceder su dominio a las noches frescas, cuando ocurrió.

Estaban en el Collado del Suspiro, el lugar donde meses atrás Valeria había visto por primera vez la manada de caballos losinos. Ahora, el paisaje tenía un significado estratificado: el recuerdo de aquella primera vez, la experiencia compartida con los voluntarios, el trabajo constante de observación. ‘Grieta’, completamente recuperada, pastaba con su manada, un testimonio viviente de la resiliencia.

Leo estaba callado, más callado de lo habitual. Valeria, recostada contra él, sintió la tensión en su cuerpo.

“¿En qué piensas?” preguntó, acariciando su brazo.

“En los ciclos”, respondió él, su voz grave. “En cómo todo vuelve a empezar, pero nunca de la misma manera. El verano se va, las grullas volverán a pasar hacia el sur, los potros de la primavera ahora son casi adultos… y nosotros… hemos cambiado todo.”

“Para mejor, ¿no?”

“Sin duda.” Hizo una pausa larga. Luego, se despegó de ella suavemente y se puso de frente, tomando ambas sus manos. Su expresión era tan intensa, tan vulnerable y a la vez tan firme, que a Valeria se le aceleró el corazón. “Valeria, estos meses… no, este año, desde que apareciste empapada en mi puerta… han sido la reconfiguración total de mi mundo. Me enseñaste que el amor no es una debilidad, sino la fuerza más poderosa para construir. Que la autenticidad atrae más ayuda que la perfección. Que se puede soñar en grande sin venderse.”

Ella asintió, sin poder hablar, sintiendo que algo grande, algo definitivo, se cernía sobre ellos, tan palpable como la brisa que acariciaba la hierba.

Leo soltó una de sus manos y metió la suya en el bolsillo de su vieja cazadora. No sacó un anillo. Salió con la mano cerrada. “Ya te di una piedra, una promesa de solidez. Pero una promesa… a veces necesita un rito. Un momento en el que se declara ante el cielo y la tierra.” Abrió la mano. Sobre su palma callosa descansaban dos anillos sencillos, de plata mate, sin piedras. Eran anchos, robustos, y en la cara exterior de cada uno había un grabado fino, casi imperceptible: el perfil estilizado de una grulla en vuelo.

“Leo…”, susurró Valeria, las lágrimas nublándole la vista al instante.

“No son para encerrar tu dedo”, dijo él, su voz cargada de una emoción que le hacía temblar. “Son para recordarnos, a ti y a mí, el vuelo. El viaje que emprendimos juntos. La promesa de seguir volando juntos, libres pero unidos, por todos los ciclos que vengan.” Tomó el anillo más pequeño. “Valeria Montenegro, mujer que vino del asfalto y se hizo tierra, compañera de batallas y de silencios, amor de mi vida… ¿aceptas este anillo, y con él, el compromiso de ser mi compañera en este viaje, no solo en la finca, sino en la vida, para lo bueno y para lo difícil, ante la inmensidad de este cielo y la paciencia de esta tierra?”

No fue una propuesta de matrimonio al uso. Fue algo más profundo, más arraigado, más ellos. Una petición de alianza eterna, sellada con el símbolo de las aves que habían presenciado juntos y que representaban la libertad, la fidelidad y los ciclos perpetuos.

Valeria, con las mejillas empapadas, extendió su mano izquierda. “Sí, Leo Mena. Guardián, soñador, hombre que me enseñó a respirar de verdad… acepto tu anillo, tu viaje, tu vida. Acepto ser tu compañera en todo. Hasta que los últimos ríos se sequen y las últimas grullas dejen de volar.”

Él deslizó el anillo de plata por su dedo. Encajó perfectamente, un círculo fresco y liviano, un símbolo de infinito. Luego, le dio a ella el otro anillo. Con manos que le temblaban, Valeria lo tomó y, mirándolo a los ojos, repitió sus propias palabras: “¿Aceptas tú, Leo, este anillo, y con él, mi promesa de volar a tu lado, de ser tu raíz y tu cielo, de construir contigo un hogar que sea refugio y aventura, ante este testigo inmenso?”



#4881 en Novela romántica

En el texto hay: amor, romance o

Editado: 30.12.2025

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