Te enamoraré (versión nueva)

Capítulo 2 "La primera resaca"

 

Quiero morir.

Bueno no, no quiero, pero es que ¡voy a hacerlo!

¡Dios! ¡Me estoy muriendo!

Gimo de dolor cuanto los pitidos de la alarma empiezan a romperme la cabeza y juro que nunca he deseado tanto un ataúd donde solo deba colocar mi cuerpo, cerrar la tapa e irme hacia el más allá.

¡Es que esto no era vida!

¡Esto.es.el.infierno!

¡Apágate maldito ser del inframundo!

Maldiciendo me levanto toda brabucona para apagar la alarma, y es increíble como toda mi altanería se desvanece con solo tomar asiento en mi cama.

Oh, de verdad voy a morirme.

Mi cuerpo se estremece y lucho de inmediato contra las arcadas que empiezan a darme. Me niego a pasar por el horrible acto de vomitar así que me ordeno a calmarme y cierro los ojos mientras pego las piernas a mi cuerpo.

Y como si el mundo conspirara conmigo, a la alarma se suman los gritos de mi madre que pide que me levante. Mi modo niñita de mamá se activa de inmediato e incluso para darle credibilidad mis ojos se vuelven llorosos.

¡Mamá! ¡Mami! ¡Me estoy muriendo!

Quiero gritar aquello, pero solo puedo abrir la boca para sentir el contenido de mi estómago subir.

Abro los ojos y me levanto de la cama, mis piernas tiemblan y casi conozco el suelo, pero dejo eso de lado y corro hacia el baño de mi habitación. Abro la puerta como desquiciada y me lanzo al suelo demoliendo mis rodillas en el proceso y hundo la cabeza en el inodoro.

Omitiré el horrendo proceso en el que expulso todo y lágrimas resbalan por mis mejillas mientras lloriqueo creyendo que puedo morir.

¡No! ¡No puedo irme todavía! ¡No he hecho un testamento!

¡¿Dónde dejaría mi herencia?!

Espera.

¿Qué herencia?

Seguro solo tenía algo, ¡y esas eran deudas!

Viéndolo de ese lado, morir no sería algo tan malo.

Niego lentamente bajando la tapa del inodoro y botando el agua. ¿En qué demonios estoy pensando? No podía dejar a mamá sola con un demonio con nombre de Hailey y a un pequeño ángel, Ben.

Sí, debo sobrevivir.

Con ello en mente me levanto con dificultad y siento de inmediato que la gravedad es de otro mundo.

—Oh, mierda…

Todo, todo me tiembla. 

Asumo que me puedo acostumbrar, pero ello se destroza cuando mi primer paso es dado. No solo mi cabeza se destruye con ese movimiento, mi cuerpo entero lo hace e incluso me cuesta no desvanecerme. Quiero quejarme, ¡esto no se sentía hace unos segundos! ¿Era más mi desesperación por vomitar que mi cuerpo olvidó eso?

—Maldición…

Calmémonos y hagamos todo en orden. Primero me estiraré ya que mi espalda me duele así que…

¡¿Crack?!

¡Mierda! Ahora me he roto. 

Abro los ojos asustada y pongo ambas manos en mi espalda.

Genial, lo que me faltaba.

El dolor se esparce por mi columna y luego se va, con terror muevo mi espalda, pero me despreocupo de inmediato cuando no me doblo y asumo que solo han sido mis vertebras volviendo a su lugar.

Ya con mis intestinos vacíos cierro la puerta y procedo a quitarme la ropa con cuidado porque cada movimiento me remueve los sesos y el dolor de cabeza aumenta, eso sí, la ropa la tiro al suelo sin consideración alguna y dejo de lado la alarma que no deja de sonar en la habitación.

¿Así se siente envejecer? ¡Es horrible!

Me quitaban las ganas de llegar a esa edad.

Y quisiera decir que mi juventud volvió con el baño, pero solo puedo jadear de lo fría que está el agua cuando cae sobre mí y mis cabellos se pegan a mi rostro. Suelto el aire por la boca y cierro los ojos poniéndome shampoo en el cabello. Muevo las manos y en el momento que estoy masajeando mi cuero cabelludo un grito suena en mi cabeza.

«—¡Se mi novio!»

Mis ojos se abren de inmediato al reconocer mi voz alcoholizada y tener de espectador a un Cooper borroso. ¡¿Qué demonios?! Un jadeo sale de mis labios cuando siento el shampoo entrar en mi ojo izquierdo, gruño por el dolor y mientras me echo más agua, las cosas siguen resonando.

—Maldición…

«—Parece que besar es tu pasatiempo —comenta Alan divertido. 

—¡Ella me besó! ¡Yo no… yo no! Yo…eres el único al que disfruté besar»

—¡Oh, dios mío! —grito alarmada y tapando mi rostro con las manos sintiendo el agua caer sobre mi rostro.

«—Estás loca»

—Sí —gimoteo dejando caer mi cabeza contra la pared —demasiado…

Aunque nunca he sido cien por ciento cuerda, pero…espera ¡¿lo besé?! ¡¿Cómo que lo besé?! ¡Y encima de pecar le digo que me ha gustado el pecado!

¡Oh, dios mío, soy una causa perdida! ¡¿Ahora qué demonios debía hacer?!  

Cierro la ducha y mientras me envuelvo la toalla y empiezo a secarme, me repito como mantra una y otra vez lo mismo: No volveré a tomar, no volveré a tomar, no volveré a tomar.

¡Jamás, nunca! ¡Ni por que fuera un recurso médico para una enfermedad mortal o fuera el último alimento de la tierra! ¡Jamás tocaré de nuevo eso!

Creí que tomar me daría resaca, y hace unos minutos la tenía, pero ahora se ha pasado y me ha dejado un dolor de cabeza que distaba de ser por el alcohol…o no, porque sí fue causado por mi yo ebrio.

Mamá grita de nuevo por mi presencia y ahora ya no suena tan fuerte como la primera vez, pero si me hace consciente de que debo bajar, luego tomar un buz, y condenarme de una vez por todas.

Me dejo caer en la tapa del baño mientras seco mi cabello. ¿Debería huir? ¿A dónde? ¿Qué estado recibiría a una ebria que solo hace estupideces? ¿Debía fundar mi propio país dónde el requisito era ser estúpido?

—No tengo tiempo para esto —mascullo y me retiro de golpe la toalla de mi cabello.

Ni recursos.

Bueno, Abigail, solo fue una cosita pequeña, algo que solo el sujeto vio.




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