Te enamoraré (versión nueva)

Capítulo 11 "Violines" (Editado)

Juro matar a Hailey

Es lo único que se me repite en mi cabeza y lo único que puedo pensar. Las madrugadas y yo no somos para nada compatibles. Así que aún estoy tonteada y anhelante a mi cama.

Maldición, quiero llorar.

Son las cinco de la mañana y tengo que recorrer las calles como la llorona en busca de Hailey y no de mis hijos. Bien, sabía que madrugaba para el colegio, pero ¡esto era el colmo! Yo me despertaba a las seis, ¡y una hora era una hora!

¡Yo de verdad mataré a Hailey!

Lloriqueo un poco más y mientras lo hago soy consciente de que a esta hora hay todavía más personas que cuando me levanto. Aquello no era de sorprenderme, pero lo hacía, pese a que sabía que las demás personas tienen una vida ya profesional.

Supongo que algún día yo misma me encontraría a las cuatro de la mañana tomando café para ir a trabajar. Sería algo curioso ver como aquella Abigail se enfrentaría en una lucha contra las sábanas. Mientras, esta Abigail se encontraba haraposa con su pijama cubierta por una chompa extremadamente grande y unas sandalias por donde se colaba el frío.

Tenía pantuflas como Hailey y eran mi tesoro más preciado, por la misma razón no las iba a usar para recorrer todo un barrio y maltratarlas. Las usaría de buena manera, así las conservaría más y luego compraría otras, sonaba cruel con mis cosas materiales, por lo mismo las cuidaba.

Si algún día me caso, mi esposo me tendría que ver con mis pantuflas y entenderlas del mismo modo. Seríamos dos en uno, y no, jamás de ellas me iba a divorciar.

Estoy en medio de mi divague cuando una bocina me hace saltar y abrir los ojos que estaban medios cerrados. Un carro pasa al frente mío con suma rapidez cuando me detengo. ¡Mierda! Si sigo así moriré atropellada antes de poder casarme con alguien que me acepte con todo y pantuflas.

El viento sopla de nuevo y me estremezco mientras trato de taparme más, siguiendo mi camino. Y sí, repito de nuevo mi mantra personal sobre como odio a Hailey.

Solo detengo mi balbuceo cuando estoy frente a la casa de Kayle de nuevo, ahí suspiro y toco esperando que abran. Siempre me he sentido incomoda cuando tengo que esperar, y esta no es la excepción. Me remuevo inquieta. Finalmente, la puerta es abierta y la madre de Gema me sonríe. Le devuelvo la sonrisa sintiendo como mis mejillas congeladas truenan.

—Buenos días, señora Dresser, ¿cómo está?

Yo estoy helada y de mal genio.

—Abigail, que gusto verte. Estoy muy bien, gracias por preguntar. Hailey bajara en unos segundos. Toma asiento.

—Gracias.

Ella sube las gradas y mientras espero a que la reina de Francia se digne a bajar, observo la sala. Sin tanta gente la casa se ve más grande y… ¿por qué demonios vuelvo a recordar a Cooper? ¡Mierda! Cierro los ojos dejando de ver la silla y ahora me concentro en el jardín. Ahí vuelta hago una mueca. Yo sí amo joderme a mí misma.

Los pasos me avisan que ya están bajando por lo que dejo de ser masoquista y veo las gradas. Mi hermana se acerca y me recibe con un asentimiento de cabeza y Kayle con una sonrisa. Miro con reproche a mi hermana menor por su frío recibimiento haciendo que ella ruede los ojos y me abrace.

—Hola hermana mayor.

—Hola gruñona.

—De las dos, la que gruñe a despertar eres tú.

Ruedo los ojos ante su respuesta listilla. Disimuladamente y aprovechando que Kayle se va a la cocina, golpeo con mi mano su nuca haciendo que se queje.

—Por listilla —le murmuro.

—Bien, supongo que te veo más tarde —dice regresando Kayle a Hailey.

—Sí, supongo que sí —responde ella encogiéndose de hombros.

¡Oh, que gran respuesta!

—Bien, gracias por todo, nos estamos yendo —balbuceo avergonzada y me acerco a Hailey para pincharle disimuladamente y susurrar —Camina o te asesino Hailey.

Ante mi amenaza la adolescente hace de sonreír y por fortuna me hace caso y salimos de la casa. Afuera ella estalla en carcajadas cuando le grito su nombre.

—¡Deja-de-ponerme-en-situaciones-incómodas! —grito en un susurro mientras le pincho el estómago haciéndola reír más fuerte.

—¡Lo siento, ya detente! ¡Te cortaré las manos!

—¡Soy tu hermana mayor, respétame por vieja!

—¡Sí, sí, ya, momia de Guanajuato detente!

Río levemente y decido que ya le he molestado lo suficiente así que la dejo en paz y ella toma bocadas de aire calmándose.

—Eres un monstruo —me acusa y claramente me ofendo.

—¡No lo soy! ¡Tú lo eres! ¡Pequeña desvergonzada!

Al contrario de prestarme atención ella mira hacia al frente y parece entrecerrar los ojos como si deseara ver algo, luego me mira y sonríe.

—¿Puede esta pequeña desvergonzada preguntarte algo?

—Depende de ese algo.

—¿Puedo?

—¿Qué vas a preguntar?

—Yo pregunte primero, Martins —sus ojos se entrecierran —es de mala educación no responder, ¿sí o no?

Ni lo pienso.

—No.

Suelta un bufido.

—Que aburrida, pero —su sonrisa crece —supongo que eso lo hará más interesante.

¿Interesante?

¡Pequeña Martins!

Mi respuesta llega sola cuando volteo hacia un lado y veo a Darwin corriendo hacia nosotras, mueve la mano pareciendo feliz por vernos y dejando detrás de él a un sujeto con capucha. Frunzo el ceño confundida por a quién de las dos se refiere, pero todo se aclara cuando se dirige a Hailey y le sonríe.

» ¡Y Hailey!

Oh, ¿yo soy la pequeña Martins?

—Gusto en verte Sanders —dice Hailey —Que casualidad verte por aquí.

—Vine a unos mandados.

Hailey se cruza de brazos y entrecierra los ojos.

—¿En nuestra calle?

—¿Quién soy yo para cuestionar los deseos peculiares de mi madre?

—¿Y traes a un extraño?

—Oh, no es una extraño —Sanders sonríe y hace una reverencia exagerada mientras cierra los ojos —Es un regalo.

—¿Regalo?

—Sí —su sonrisa crece y abre un ojo —Mis felicitaciones pequeña Martins.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.