Hace años pensaba que el silencio era algo incómodo, y por mucho tiempo lo fue. El silencio me daba un espacio innecesario para pensar, un tiempo que lo desperdiciaba en lastimarme.
Nunca llegué a pensar que al silencio le daría el sinónimo de tranquilidad.
Sin embargo, con Alan fue así. No tuve que balbucear tonterías para no sentir la incomodidad. Tampoco tuve que estar sonriendo todo el tiempo. Y nunca sentí que mi corazón se acelerara de manera insoportable.
Así que el estar ahora caminando el uno junto al otro en silencio. No me pone nerviosa, me produce nostalgia.
—Martins —me llama Alan y cuando le volteo a ver continúa —¿Ya tienes tutor para física superior?
A mi mente viene Teo Will y sonrío.
—Ya no —parece confundido así que río antes de explicar —Me asignó de tutor a Will, así que recibí su tutoría hoy y luego di la prueba. Aprobé, ¡así que no tengo que seguir asistiendo a las tutorías!
Asiente.
—Eso es bueno.
Sonrío y asiento.
—¡Sí! ¡Soy un elfo libre para tener citas!
Río y él sonríe levemente.
—¿Iremos al parque? —pregunta al ver que nos acercamos.
—No, bueno sí pasaremos por él, pero no es nuestro lugar de destino.
—¿Entonces es la florería? —intenta adivinar.
—No, ya me regalaste una flor, así que yo te daré algo distinto.
—Podría ser otra flor, no necesariamente esa…
Me detengo pensativa y lo miro.
—Tienes razón —murmuro, pero luego niego —Pero no vamos a ese lugar hoy.
No escogería la flor delante de ti, debería ser una sorpresa si lo hiciera. Y si voy a esa florería, debía estar preparada.
» Llegamos.
El letrero de la cafetería “Corazones Azucarados” nos saluda. Alan parece querer preguntar algo, pero le hago una señal de silencio, y cuando asiente, sonrío pidiéndole que me siga. No entramos a la cafetería, en su lugar la rodeamos y a un lado, muevo el letrero vertical pidiéndole que pase después de mí. Lo hace curioso y cuando lo coloco de nuevo en su lugar, Alan ha notado que hay un callejón cubierto por piedra.
Paso a su lado y le indico que me siga, solo me detengo al final del callejón. Retiro una parte de la enredadera que cubre la pared de piedra y cuando veo la cerradura, inserto la llave y escucho el crujir cuando la giro.
Empujo la puerta y entro, pero antes de dejarlo pasar lo miro, y sintiendo el corazón acelerado y mejillas coloradas, le llamo en voz baja:
—Alan…
—¿Sí?
—Bienvenido a mi refugio.
Doy pasos atrás abriendo la puerta, y con ello, dejándole ver el interior de mi corazón, o al menos así se siente, ya que aquella habitación escondida entre la propiedad de dos casas, es lo más sagrado para mí. Su interior de madera la hace caliente, o al menos resistible ante su rodeado de piedra.
Trato de controlar incluso como respiro para no perderme ningún ruido cuando lo veo caminando y viendo el lugar. Tengo miedo, pero me recuerdo que es Alan, y si bien sigo nerviosa, ya no siento ganas de vomitar por el miedo.
—Es…
—Unos tienen una casa de muñecas, otros una casa en el árbol. Yo…tengo mi madriguera.
Suelto una risa nerviosa mientras él sigue observando su alrededor y se acerca curioso de ver tantos papeles en las paredes.
—Esto…
—Son pensamientos que alguna vez tuve —le digo y parece pedir mi permiso para leerlos así que asiento sin problema —Cosas sin importancia.
No dice nada, así que camino hacia mi escritorio y noto que hay fotos que me faltan pegar en la pared. Él se coloca a mi lado y cuando ve una foto, se le escapa una pequeña risa.
—No puedo creer que tengas esta foto.
La veo y empiezo a reír.
—Me gusta, sé que salgo terrible, pero eso lo vuelve gracioso. Así que conservar este tipo de fotos es como un pasatiempo.
Uno peligroso. Katy me mataría si viera que la tengo aquí.
—¿Por qué?
—Bueno…he pensando mucho. Mi memoria ahora es buena, pero dentro de unos años tal vez no. No digo que quiera tener alzhéimer, pero…en mi familia no es imposible, ya sabes, mi abuela paterna lo tuvo. Sé que tampoco es algo que fijo me dará —río nerviosa —Pero se es mejor prevenir, y si no pasa nada tendré un álbum divertido de todos modos. Así que lo considero un ganar y ganar, ¿sabes?
Sí, puede, como no, ser hereditario. No en todos se aplica. Sin embargo…
» Si bien lo comencé porque tengo miedo de que alguna vez mi mente me falle y borre los recuerdos bonitos, en el camino se ha vuelto algo divertido —miro las fotos y sonrío —Estas fotos me han sacado muchas sonrisas —en especial cuando he querido llorar —Son como un motor grande, que cuando yo quiero poner el freno por alguna razón, ellas pisan el acelerador para que continúe mi camino y no me quede en medio de la carretera.
—Pero algunas veces los recuerdos también te hacen retroceder, no necesariamente avanzar.
—Sí, es verdad —murmuro sonriendo un poco viendo la foto de mi escritorio —pero quiero creer que si retrocedo es porque algo me falto de completar. Además, Alan, retroceder no significa que se tenga poca voluntad de avanzar, tal vez, a veces solo se requiere para tomar un poco más de impulso, para saltar más alto y por más tiempo.
—Tal vez…, ¿has retrocedido alguna vez, Abigail? —parece pensativo mientras me pregunta. Así que decido ser sincera y me encojo de hombros.
—Sí, creo que alguna vez todos lo hacemos, pero dejando ese tema —murmuro y me dejo caer en un puf sonriendo —¿Qué te parece ver una película sosa como lo hacen las parejas clichés?
Sube una ceja y toma la película que está sobre la pequeña mesa.
—¿Titanic?
—¿Me creerías si te digo que nunca la he visto, y menos que no la tenía, y tuve que comprarla?
—Sí —sonríe de forma ladeada —porque te gusta el terror. Podrías recitarme todas las películas de la matanza de Texas y de destino final, pero bien podrías no saber quiénes son los Cullen.