Odio a Leah.
Bueno, no a ella, a la materia que imparte.
Y es que soy consciente de la pésima inteligencia emocional que tengo, pero por favor, ¡qué me lo dejen claro me da más problemas que soluciones!
Y aquí estoy, batallando haciendo la tarea que pidió.
Ni el profesor de física superior es tan cruel con sus deberes.
¡Odio que Leah sea tan comprometida con su trabajo! ¡Sí, Leah, eres una excelente profesional, pero detesto que lo seas!
De lo contrario no le hubieran importado las respuestas que pusimos en las hojas y no tendríamos otra tarea. Y es que, lo fácil fue ordenar los talentos que más nos gusta tener. Lo difícil fue que, en base a esa lista, releamos la tarea anterior y en caso de haya un “pero” en mis me gusta, como fue mi caso, desgloses por qué no lo consideras para tu carrera. Y responder cuatro preguntas:
Todo ello con solo los tres primero talentos que tenemos. ¡Solo! ¡Solo! ¡Y no vale solo sí o no! ¡Repito, solo, so - lo!
Muevo mi lápiz de lado a lado y suspiro. Mis respuestas son desalentadoras y eso aumenta un peso en mi espalda, uno que amenaza con aplastar luego mi corazón…
—Preferiría llenar miles de hojas con cálculos de velocidades o fórmulas químicas.
Estoy empezando a estresarme que siento alivio cuando escucho la puerta ser tocada. ¡¿Dios?! ¡Me has escuchado!
—Adelante —murmuro feliz girando en la silla de ruedas.
—Abigail, ¿estás ocupada? —pregunta mi madre entrando.
Miro la hoja en blanco y sin remordimientos respondo:
—No…
—¡Perfecto! —junta sus manos sonriendo —Porque tengo unas noticias para ti. ¿Recuerdas que trabajo de lunes a viernes en el centro infantil? —asiento —Desde mañana ya no trabajaré más con ellos.
—¿Qué? —pregunto levantándome atónita —¿Por qué? ¿Le despidieron? Pero llevas muchos años…
—No, yo he renunciado.
—¿Qué? ¿Por qué? Te gustaba trabajar ahí, mamá.
Estoy desconcertada.
Mamá se acerca toma mis manos y me guía para sentarme en la cama con ella al frente.
—Me gusta, es verdad, no es porque desee dejar de hacerlo, pero el tiempo no ha pasado en vano y ya no soy tan joven como antes, Abi, me siento algo cansada —siento que mis ojos empiezan a cristalizarse —Además, quiero pasar más tiempo en casa y aunque me gusta atender a los niños, amo más ver a mis pequeños.
—¿Entonces sí nos quieres más? —bromeo.
—Alan tiene razón, a veces eres muy tonta —dice pinchando mi costado haciéndome cosquillas —¡Obviamente amo a mis bebés! ¡Por algo son mis bebés! ¡Eso no deberías ni preguntarlo, Estefanía!
—¡Ya, ya! ¡No lo haré! —me carcajeo —¡Ma! ¡Mami, me muero, para!
Mamá se ríe y deja de hacerme cosquillas, pero no deja de abrazarme. Y yo como amo ser una niña mimada, me quedo sin quejas en los brazos de mi mamá.
» Entonces, ¿la noticia es que desde mañana la veré en la casa, Belinda?
—Cara de Belinda —me regaña tirando de mi nariz —Soy tu mamá.
—Sí, mamá Belinda, continúa.
Rueda los ojos y tira una vez más de mi nariz haciéndome reír.
—No soy la única que se retira, otra profesora lo hace también. Por suerte la auxiliar tiene la experiencia para reemplazarla. Sin embargo, no hay otra auxiliar para el puesto que ella deja vacío.
—Bueno, al menos no dices que Marbruja tomará dos cursos a su mando.
Rueda los ojos.
—Su nombre es Maruja, y no lo hará, pero para ese puesto vacante, te pregunto si te gustaría postular.
—¿Yo?
Asiente.
—Van a buscar una chica que les ayude como auxiliar, ya sabes, lo que tú hacías cuando alguna chica tenía una emergencia.
—¿Y tú quieres que yo...?
—Si tú quieres, Emilia me ha dicho que el puesto puede ser tuyo. Nadie se opuso, ya que han visto como trabajas. Además, los niños te aman y las demás chicas también.
Abro los ojos junto con mi boca y me separo de mi mamá. ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡¿Quién le dice que no al dinero?!
—¡¿Enserio me darán el trabajo?! —grito y ella se ríe asintiendo. Suelto otro grito —¡Eso será genial mamá! ¡Diles que sí! ¡Así podría ayudarte también!
—No lo dije por eso, Abi. Lo dije porque ese dinero sería tuyo.
—¡Pero igual quisiera ayudar si puedo en algo!
No le dejo responder y la abrazo. Ella me envuelve de nuevo y besa mi cabeza.
***
—¿Así qué Sunlight?
—Sí.
Cooper asiente y se ve una pequeña sonrisa ladeada.
» ¿Por qué te ríes?
—No me río.
—Sí, hiciste esto —trato de imitarlo, pero como no me sale natural, uso mi mano para ayudarme a sonreír de forma ladeada. Eso le saca una risa.
—¿Qué es eso?
—¡Así te ríes tú!
—No creo reírme tan feo.
No, el ríe en guapo, pero ese no es el punto.
—Como sea, así que te lo menciono porque soy alguien avariciosa. Y número uno: me gustas tú, y número dos: me gusta el dinero, así que debo organizarme para no perder el tiempo de nuestro mes, ni mi reciente trabajo.
—Bien, te escucho.
Sonrío y empiezo a escribir.
—Trabajo tres horas diarias, por suerte necesitan ayuda en la tarde porque la profesora que va a estar puede en las mañanas, pero estudia una maestría en las tardes. Así que desde la hora de salida tengo media hora para llegar. Empiezo a las dos y termino a las cinco, cuando el última niño es recogido y el material guardado. Salida total, cinco y media. Entonces soy un elfo libre a las seis. ¿De seis a ocho puedes ser todo mío?
Sus ojos se abren un poco, y mira hacia un lado. Me paniqueo.
» ¿No puedes?
—No es eso —suelto el aire —Sí puedo a esas horas.
—¡Genial! ¡Y fines de semana soy toda tuya! No tengo trabajo esos días. ¿Y tú?
—No…estoy bien con lo que dices.
—Es un alivio, aunque cualquier cosa me avisas y lo cambiamos sin problema. Por otro lado, extiende tu mano —agradezco que lo haga y sonrío —Tengo algo para ti, no es una flor, pero espero te guste.