Te enamoraré (versión nueva)

Extra 6 "El chismecito de Hanna Skinner"

El chismecito de Hanna Skinner

Cuando Emilia abrió la puerta, si bien se sorprendió por ver a Abigail, estaba más curiosa por la repentina aparición de Alan Cooper. ¿No dijo que vendría en la tarde con Hanna? Y no solo llegó temprano, ¡incluso fingió no ser cercano a ella!

Así que, como castigo le mandó a dejar los materiales que ya no serían necesarios para pintar. No le dio tiempo de protestar, colocó todo en sus manos mientras hablaba de el desastre que era el centro infantil, y cuando acabó, lo empujó a entrar a su auto e irse.

Lo vio arrugar su ceño mientras pasaba las manos por su cabello y encendía el auto. Al ver esa actitud tan similar a la adolescente de catorce años, sonrió y negó la cabeza.

—Estos dos mocosos, casi parecen de la misma sangre.

Pero no era el caso. En realidad, incluso Emilia que los ha visto crecer, no supo en que momento se volvieron tan cercanos. Aunque él lo niegue, y la pequeña empiece a quejarse, en realidad, tenían un acuerdo tácito y es que si bien no se veían a menudo, parecían ser el contacto del otro.

Fue una casualidad encontrarse con Hanna cuando buscaba a alguien que pintara, y es que no esperaba que al estar buscando lijas y pintura para la remodelación del centro infantil, la joven rubia que se encontraba viendo diferentes colores, se le cayera una carpeta llena de dibujos hechos a lápiz.

Fueron tan hermosos que mientras le ayudaba a recogerlos se quedó observando.

—¿Son tuyos? —le preguntó a lo que Hanna se sonrojó —¿Crees que podrías pintarlos en el centro infantil?

—¿Qué?

—Tal vez has escuchado que estoy remodelando el centro infantil, pero no tenía quien hiciera dibujos en las paredes. Estaba por rendirme, ¡pero parece que te he encontrado justo a tiempo! ¡Claro que es pagado!

—No, no es eso yo no…

—¡Por favor, Hanna! ¡Necesito tu ayuda! ¡Además solo mira! ¡Son asombrosos!

—Yo no lo…

—¡Piénsalo, ¿de acuerdo?!

Hanna no dijo nada, y cuando Emilia la buscaba la joven se escondía. Emilia estaba por llorar sangre cuando la joven se presentó y dijo que lo haría, pero no quería que nadie la viera.

—Solo pintaré cuando no esté nadie. Por favor, tal vez lo veas como exagerado, pero es algo que no saben muchos sobre mí, y quiero que siga así.

—Hanna…

—Es mi única condición. Eso y los materiales, no necesitas pagarme la mano de obra.

Emilia aceptó, fue lamentable para ella, pero la testaruda adolescente fue firme con sus condiciones. La primera semana que el centro quedaba para la pintura, les dio a todos libre para que el centro se quedara vacío. Incluso ella misma se había ido y dejado la llaves a Hanna. Sin embargo, el mismo día se olvidó su registro en el comedor, así que regresó por él. Hanna todavía no estaría allí, y si estuviera, bueno, Emilia ya conocía sus dibujos, y jamás dijo que ella no debía estar.

Emilia entró, sin esperar que escucharía una voz masculina. Se congeló un momento y pensó en entrar, hasta que al acercarse, también escuchó la voz de Hanna.

—¿Me trajiste para esto? —se quejó el chico —¿Qué yo dibuje y tú luego lo pintas?

—Sí, no tengo confianza en que lo haré bien.

—Entonces practica hasta que te salga y lo haces.

—¡Ya te dije que no me sale bien!

Emilia se sobresaltó por el grito, jamás pensaría que Hanna, una chica calmada podría hacer tal berrinche.

—¡Solo tienes que practicar! —se quejó el chico también y Emilia se tapó la boca.

¿Alan Cooper? ¿Cómo es que él también estaba ahí? ¿Y gritando? Su ceño se frunció, ambos chicos que eran conocidos por ser callados parecían infantes quejumbrosos.

—¡No quiero arruinarlo!

—¡Sí practicas no lo vas a arruinar!

—¿Tú que sabes? ¡Ni siquiera me salió el boceto en la hoja de papel!

—No te sale porque no es tu estilo.

—Pero…a la señora Emilia le gustó tu dibujo…

Emilia volvió a fruncir el ceño. Entonces, aquellos dibujos hechos a lápiz ¿eran de Alan?

—Es porque no ha visto el tuyo. Toma, Hanna, solo hazlo —silencio de su parte y él suspiró —Si la señora dice algo, yo tomaré la responsabilidad. Así que hazlo, Hanna, no copies mis dibujos, enseña los tuyos.

—¡Solo lo dices porque no quieres ayudarme!

—Sí, tengo cosas más importantes que hacer.

—¿Cómo qué? Ahora mismo eres un marginado, así que no creo que tengas muchos asuntos que atender.

—Tú…

—Además, estás más inspirado que yo, anda, ¿qué mejor para sanar tu corazón roto que hacer ayuda social? ¡Desquítate con las paredes!

—Si Emilia te escuchara seguro te quitaría las llaves del lugar.

—Bueno, soy la dulce Hanna Skinner, obviamente confía en mí.

—Como sea. Ayudaré, pero la pintura es tuya.

—Obviamente, es un centro infantil, no un funeral.

Emilia entró en pánico al escucharlos, pero quería creer en los niños que vio crecer. Aunque ahora sean algo diferentes, no se puede separar el tronco de las raíces que una vez tuvo.

Y no se equivocó, cuando Hanna le presentó lo que habían hecho, ella solo pudo sorprenderse, más cuando Hanna confesó:

—No lo hice sola. Mi maestro me ayudó, él incluso hizo los dibujos que se me cayeron ese día.

—¿Tu maestro? —Emilia frunció el ceño.

—Sí… Alan, él me ayudó con todo.

—Oh, ya veo… —Emilia miró a la adolescente sonrojada y sonrió —Bien hecho Hanna, eres alguien increíble.

Ante los ojos brillantes de Emilia, Hanna sintió que los suyos se nublaban, pero sonrió. Y mientras una estaba orgullosa de sus dibujos, Emilia estaba feliz de saber que los niños que crio, efectivamente eran increíbles personas.

Se volvieron cercanos, al punto de que ambos adolescentes empezaron a ser ellos mismos frente a Emilia. Y es que entre el cuidado, unas tazas de jugo, galletas y preocupaciones, ellos se sintieron seguros. ¡Claro, fue una gran sorpresa! Emilia a veces se quedaba sin palabras por lo absurdas que eran sus discusiones, pero al final sonreía, unos niños quejumbrosos eran siempre mucho mejor que callados y fingiendo ser adultos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.