Maruja Rolt
El timbre suena, y con ello, da la fatídica noticia de que la clase ha terminado. La puerta se abre, y por ella no solo entra Leah, una música de terror la acompaña de fondo. Al menos para mí. El resto la saluda de forma efusiva e incluso bromean.
Al menos hasta que toma asiento sobre la mesa y sonríe. Todos saben que es la señal para iniciar su clase, así que vuelven a sus asientos y hacen silencio.
—Chicos, he leído sus respuestas, todas han sido interesantes y tienen motivos válidos. Me gustaría analizarlas más a fondo y ayudarlos personalmente, si así lo desean. Me he sorprendido de algunas carrera, ojo, no porque no les vea capaces, al contrario, han generado en mí, una venita curiosa. Quisiera verlos seguir lo que desean, sin embargo, comprendo que si llenaron la hoja fue por algo. Así que solo tengo una actividad este día, antes de mandarlos al repaso del programa.
» Todos, tomen una hoja y cierren los ojos. Piensen en el talento en el que ese “pero” les dolió más. ¿Lo tienen? —hay coros de sí —Ahora, abran los ojos, miren la hoja y arrúguenla. Ahora —sus ojos dan con los míos por casualidad y me estremezco ante su mirada —bótenla al suelo.
Muchos lo hacen, otros como yo, dudan y luego sueltan ante la mirada del resto.
—No hay respuestas malas ni buenas, así que si botaron, está bien, y si dudaron, igual. Solo les hago notar una cosa. Si les dolió desechar sus deseos a la basura, deberían pensar si esos “peros” son realmente un obstáculo más grande que su corazón. Tienen solo una vida chicos, vívanla no cómo quiera, sino haciendo cosas que realmente los haga felices.
—¿Y si luego nos arrepentimos, Leah? —pregunta Katy —Si en ese momento hice lo que pensé que me hacía feliz, pero al final no resultó ser así, ¿qué hago?
—¡Sí! ¡No hay vuelta al pasado, Leah! Y eso…da algo de cosas.
Leah asiente y luego da una pequeña sonrisa.
—Arrepentirnos es inevitable, Katy. Por qué siempre estamos tomando decisiones y alguna no va a ser correcta. Ejemplo: Hoy salí de casa con short porque vi que estaba soleado, sin embargo, al final llovió y me resfrié. Fue una decisión, y seguro al estar con la nariz tapada me arrepiento de salir así, pero no hubo señales de que iba a llover, fue algo espontáneo —se encoge de hombros —No siempre se ve venir las tormentas. Pero Katy, al menos decidiste tu lo que usaste y al menos mientras lo elegías te viste al espejo y fuiste feliz. Pero qué hubiera pasado sí, tu madre hubiera elegido un vestido para ti que no es de tu gusto, pero para hacerla feliz, lo usas. Llueve igual, te resfrías. ¿Qué dices al respecto?
—Nunca uso algo que no me gusta.
Leah asiente.
—Y está bien, Katy, sin embargo, una de tus compañeras uso ese vestido, se miró al espejo, no se sintió bien ni cuando se vio al espejo, ni cuando salió a la calle. Y encima, se le cae el cielo en medio paseo y terminó refriada. ¿Qué piensas al respecto que tu compañera sintió?
—Nunca estuvo feliz —murmura Verónica —y solo se sintió peor cuando terminó en cama. Seguro se maldijo por no haberse negado y aunque no quiere, inevitablemente se siente algo resentida con su madre por pedirle que usara ese horrible vestido que no la dejó disfrutar el paseo. Tal vez estuvo más pendiente de que el vestido no se alzara, si es que fue muy corto, tal vez pensó que el color le hacía ver mal, o estaba atenta a cómo se sentaba y respiraba para no verse deforme o muy puta —alza la cabeza y se encoge de hombros sonriendo —No sé, tal vez luego esté en su cama hecho bolita por ser una auténtica perdedora.
—¡Verónica! —grita una chica —¡¿Cómo puedes ser siempre tan cruel con tus palabras?!
Verónica la regresa a ver sin interés.
—No entiendo, ¿he dicho tu nombre? —inclina la cabeza y se arrima a su mano —¿Por qué te atacas como te lo hubiera dicho a ti? Si te sientes identificada, mira, Leah dice que puedes hablar con ella.
La chica se sonroja mientras grita de nuevo por Verónica, pero Leah alza la mano.
—Liz y Verónica, acompáñenme por un momento. El resto de chicos, piensen en la actividad que acabamos de hacer y vayan al repaso.
Todos asentimos y empezamos a tomar nuestras cosas, pero puedo notar que el aire es tenso, más cuando Liz se levanta y al pasar por Verónica masculla:
—Esto es por tu lengua larga, Bowen.
El silencio reina y puedo ver como Verónica la mira sin sonreír. Eso me da más escalofríos que cuando sonríe.
—¿Mía? ¿Quién fue la quejica qué se alteró de la nada? —pregunta levantándose —Y no conforme con tu escena puberta, me harás recibir un maldito sermón sobre la comunicación asertiva para poder soportar a más personas de mierda como tú…
» ¿Te enojaste conmigo por decir eso? ¿Qué eres? ¿La madre teresa para ser empática con todo el mundo? ¿O —sonríe —es por qué tú cumples con mi patética descripción?
No espera escucharle, solo pasa a su lado y sale del aula. Una de las amigas de la chica se acerca, pero ella le grita que no le toque y se va. De inmediato empiezan los murmureos y me estremezco al escucharlos hablar mal de Verónica. Pero conforme la euforia pasa y nos dirigimos al patio, la conversación cambia de objetivo y me sorprendo.
—Pero…al final Verónica tiene razón ¿no? Digo, sin querer ofender a Liz, pero siempre ha sido muy quejosa y deprimente.
—¡Creí que era la única que lo pensaba! Me estaba por sentir mal al ser la única.
Hay un suspiro.
—Es inevitable, está llorando todo el tiempo, e incluso aunque es mi amiga, me siento cansada de oírla. A veces por eso la evito y cuando me escribe le digo que estoy ayudando a mi mamá para que deje de hacerlo.
—¡Yo igual! —se ríe aliviada —Me siento menos mala persona.
—No lo eres.
¿No lo es?
De pronto quiero vomitar. Son sus amigas, tal vez es cansado y justo escuché un momento inoportuno, pero aunque fuera así, me sigo sintiendo enferma. Y luego pienso en Leah, ella dice que no todos reaccionamos igual…