Todo escenario mencionado es meramente ficción, no está basado en hechos reales. Si eres sensible al contenido, salta este capítulo y mantengan discreción. Léalo bajo su responsabilidad.
Amo el karma
Quisiera decir que soy valiente y lo enfrenté, que quizás, lo vi fijamente enojada y me levanté para regresarle el golpe…pero no es así, estoy temblando de pies a cabeza, y es él, con su sonrisa torcida quién se acerca y me levanta del suelo tomándome del cabello. Grito del dolor mientras siento mis ojos humedecerse, lo que me dificulta verlo, al menos hasta que su otra mano me toca el cuello, y tiemblo sintiendo las lágrimas resbalar por mis mejillas.
Acerca su rostro al mío y cuando su aliento se quiere mezclar con el mío cierro los ojos con fuerza aguantando las náuseas que siento.
Maldición…
Cooper, ¿de verdad podrás llegar? ¿Debería confiar en tu ayuda? Hay muchas posibilidades de que él no venga, o no llegue a tiempo. Estamos en un estado extraño entre amigos a desconocidos que, posterior, quieren reintentar ser algo más.
¿Debí escribirle a mamá? No, solo la asustaría.
¿La policía? No, a los barrios bajos ellos no entran jamás.
¿Qué debí hacer?
No, no es tiempo de arrepentimientos. ¿Qué hago ahora? ¿Qué debo hacer?
Al menos mi cuerpo sigue la supervivencia cuando lo aleja y vira el rostro hacia otro lado para evitar seguir oliendo los cigarros y el alcohol. No le gusta mi acto, pero tampoco parece importarle mucho porque aprovecha para acercarse a mi cuello y respirar.
El asco me revuelve el estómago mientras cierro los ojos y aprieto los labios. Estoy cansada, no creo poder correr más, sin embargo, escuchar su respiración agitarse, me trae a la realidad.
Y el carácter de mierda explosivo que tengo, me hace apretar los labios y regañarme. ¿Desde cuándo he dependido de alguien? Siempre he sido yo sola contra el maldito mundo. Bajé mi guardia por tener a Cooper cerca y pensé que mágicamente era una princesa que siempre dependerá de un héroe para salir de alguna situación. No puedo esperar.
Así es, soy Abigail Martins, la estúpida chica que se mete en enredos, pero la que también busca cómo salir de ellos.
Despierto justo a tiempo para sentir sus manos tocando mi trasero, la vergüenza y la rabia rompen mi última ramita de cordura.
¡¿Cómo se atreve a tocarme?!
Cierro las manos en puños y aprovecho que se aleja para sonreírme y estrellar mi puño en su nariz. El crujido que suena me hace sonreír orgullosa y a él soltarme gritando una maldición. Mis rodillas golpean el suelo, pero la adrenalina hace lo suyo que de inmediato tomo una caja y la lanzo en su dirección. Veo cómo lo golpea haciéndolo tropezar y caer encima de las demás cajas, y aprovecho eso para levantarme y empezar a correr.
Creo que nunca he corrido tanto en mi vida.
Trato de ubicarme y cuando noto algunas tiendas y bares, sé que estoy en los exteriores de los barrios bajos. Tampoco me da mucho confort aquello, el bastardo salió de uno de estos lugares, y el resto de personas que ven mi estado no les importa o les parece divertido.
Reconozco una de esas tiendas y sé que hay un callejón a su lado derecho que puedo tomar para salir a la calle principal. Me dirijo hacia ese lado, pero tropiezo y me termino golpeando la cabeza contra la pared del estrecho callejón. Mierda, siento algo caliente de mi frente descender junto a las palpitaciones. Pongo rápidamente las manos para despegarme y me paso la manga por la frente solo para que el líquido no estorbe con mi visión. Estoy por volver a correr cuando mi brazo izquierdo es tomado y soy arrastrada hacia atrás.
—Te tengo, mi muñeca.
Tiro de mi brazo hacia atrás.
—¡Suéltame!
Su asquerosa boca se curva en una sonrisa burlona.
—Tienes carácter, me gusta, solo por eso dejaré pasar tu desobediencia cuando dije que no te escondieras —su otra mano se acerca a mi cara y unos tres puntos morados llaman mi atención. Abro los ojos sintiendo el pánico recorrer mis huesos, este maldito bastardo está drogado. Ahora entiendo porque parece no cansarse y tener más fuerza, que incluso sacudiéndome, logra llevarme arrastrando los pies a las profundidades del callejón.
—¡No me toques! —grito cuando siento su mano en mi cintura con intenciones de apegarme hacia él.
—¡Cállate!
Me estremezco, tanto de miedo como de impotencia y frustración. Maldición, lidiar con un alcohólico es muy diferente de esta mierda drogadicta. Debo pensar en alguna solución, pero mi cerebro se apaga cuando su boca se posa en mi cuello, succiona un poco y gime. Grito y me sacudo del asco, al ver que no pretende alejarse, inserto mis uñas en su piel tratando de sacarle pedazos de piel. Pero como esperaba, no parece sentir nada, y lágrimas de impotencia se deslizan por mis mejillas, aquello parece molestarle porque gruñe y se separa, dejando su asqueroso rostro frente al mío.
—¡Quédate quieta! —masculla.
Contrario al miedo inicial, el hecho de que tocara mi cuerpo y la sensación de asco que deja, hace que lo mire fijamente y con rabia mis manos vayan a su rostro y las encaje mientras empujo su cuerpo para alejarlo.
Gruñe alejándome y sacude mi brazo izquierdo mientras me grita cosas ofensivas.
—¡Pagarás por eso, maldita perra! —grita y veo como alza su mano para golpearme.
Abro los ojos y retrocedo cubriéndome el rostro con mi mano derecha, que hace que él grite más porque me llevo pedazos de su piel entre las uñas. Pero el golpe no llega, el sonido seco sí y dejo de sentir su asquerosa mano en mi antebrazo después de un pequeño tirón.
Abro los ojos con miedo, y noto que al frente de mí, quejándose del dolor en el suelo, se encuentra el bastardo con sangre saliéndole de la boca y escupiendo sus dientes. Alzo la mirada despacio y noto una sombra que me paraliza el corazón. Si es alguien peor que este sujeto, definitivamente deseo morirme, pero para mi suerte, un jadeo de alivio sale de mis labios al notar quién está al frente de mí. Reconocer esa maldita figura y verlo sudando como si hubiera corrido un maratón, hace que mis ojos se humedezcan y corro hacía él.