Te enamoraré (versión nueva)

Extra 9 "La habitación 1"

Todo escenario mencionado es meramente ficción, no está basado en hechos reales. Si eres sensible al contenido, salta este extra y mantengan discreción.

La habitación 1

La puerta se golpeó tres veces, y todo el mundo se quedó en silencio antes de que el doctor se levantara y abriera la puerta mientras el resto salía de la recepción, si aquel lugar que estaba cayéndose a pedazos contaba como una.

La pequeña chica murmuro unas palabras y él asintió, se giró hacia el mueble de recepción y empujó el viejo librero con facilidad. Hizo un ademán para que ella entrara antes que él y conforme descendían las gradas, la piel de ella se erizaba. Siempre solía venir acompañada, solo este año lo ha empezado a hacer sola, pero la imagen sigue siendo impactante, como ahora. Ver todo blanco, con máquinas conectadas y varias bolsas de soluciones con monitores por todos lados.

En realidad, se había conservado muy bien debido al minucioso cuidado proporcionado por la maldita bruja, pero aquello no servía de mucho si la persona que lo recibía no parecía mostrar signos de mejora o un mínimo cambio.

Se acercó, pero como siempre solo pudo arrimarse a la puerta y pedir que el doctor se retirara. Soltó un suspiro y movió entre sus dedos las galletas, aquello subió un poco su ánimo y comenzó a hablar.

—Ellos cocinaron esto, seguro te infartarías si supieras que ningún de tus hijos heredó tu talento para cocinar, pero me gustaría ver esa divertida escena…una donde al menos respiras por ti mismo y no por una maldita máquina. Donde me regañas por ser tan falsa con todos y aguantarme las miles de maldiciones mientras dejo que pisoteen mi orgullo.

Sus manos temblaban al mismo tiempo que su voz, y solo al notarlo, se mordió el labio interior tratando de controlarse. Suspiro y prosiguió expresando sus sentimientos.

» Ese mocoso del que tanto te quejabas me sigue teniendo loca, y no sé si estarías de cupido o de padre sobreprotector cuando te enteres que robó mi primer beso como un bribón y luego no lo recuerda…

Soltó un suspiro mientras jugueteaba por un momento con las galletas en sus manos y luego las guardó.

—En realidad, vine porque quería quejarme contigo. ¡Eres mi padre, tienes que escuchar mis quejas, Martins! ¡Así que despiértate…despiértate para poder quejarme de todo lo injusto! Y…que aprietes mi nariz diciendo que soy una mocosa consentida. Tú maldita mocosa consentida…

» Papá…—sintió su corazón quebrarse como su voz —por favor, por favor, vuelve conmigo…Te necesito…

Se dejó caer de rodillas junto al marco de la puerta, todavía negándose a acercarse más y ver el cuerpo inerte, de quién alguna vez tuvo tanta vida.

Pasaron las horas, pero las lágrimas no cesaban, pese a ello, sabía que debía salir y lo hizo. Se levantó y como si de un grifo de agua se tratase, las lágrimas se detuvieron y en su rostro se mostró una expresión vacía. Una que nadie relacionaría con Abigail Martins, por ello, se aseguró de cubrir bien su cabeza con la capucha que tenía y solo los mechones de cabello sobresalían de esta mientras se alejaba del lugar.

Las calles oscuras eran perfectas para las ratas que acechan comida y cuando una de estas la notó, la siguió. Sin embargo, al mismo tiempo, en los mismos barrios bajos, una chica de ojos claros y pelinegra, conocida por su mal carácter, esperaba ansiosa la llegada de su amigo.

Uno que no llegaría, y que, tras veinte llamadas perdidas, se daría por vencida para reunirse en la casa de un pelirrojo. Al ver a Cristina con un comportamiento excesivamente efusivo, Darwin no preguntó, pero notaba que algo le había sucedido. Las horas pasaron y cuando Cooper finalmente llegó, contó lo sucedido, y pese a que ella entendió, no pudo evitar responder: “Nada importante la verdad…”, cuando él preguntó por lo que ella quería que él viera en los barrios bajos.

Y es que, simplemente “la habitación 1” y el “Dark Strangers”, eran dos lugares que solo el verdadero protagonista podría conocer.

***

El reloj marcó las diez de la noche, y en el minuto que sonó, la puerta se abría. Fue despacio, lento y con calma, como si tratase de pasar desapercibido en medio de la noche. Sin embargo, la fiera que estaba esperando a su cría no había tenido trabajo y menos ha ignorado su ausencia. Así que la luz encendida tras el primer paso dentro de la casa, era algo de esperarse, pero Abigail no lo hizo y se congeló en el lugar.

De reojo notó que Belinda estaba con el ceño fruncido, brazos cruzados y ojos entrecerrados. Sí, una fiera lista para el ataque.

—Mamá...

—¡Abigail Estefanía! —gritó —¡¿Dónde diablos te habías metido?!

—Salí un momento…me perdí el tiempo…

—¡¿Es lo único que dirás?! ¡Toda la jodida noche he estado con el Jesús en la boca y tú…! ¡¿Tienes idea de que horas son?!

—No me fije en la hora...lo siento.

Toda la conversación fue con la cabeza agachada de la adolescente, esto enfureció a Belinda. Su hija nunca había bajado la cabeza de esa manera, y ahora, parecía querer ocultarle algo más que solo su escapada sin aviso. Dio pasos al frente, los mismos que Abigail retrocedió y Belinda entendió que había algo mal.

—No te muevas, Abigail.

Su tono hizo que su hija se estremeciera, pero al mismo tiempo entrara en pánico, su aspecto era un desastre y Belinda solo lo confirmó cuando tomó su mentón y le alzó la cabeza, mostrando una facie horrorizada.

Moretones, puntos, vendajes y palidez. Su respiración se detuvo y sin pensarlo abrazó a su hija empezando a sollozar. Las preguntas no salían de sus labios por más que quería, tenía tantas: ¿Cómo pasó? ¿Qué demonios? ¿Quién te hizo esto?, pero la que su boca soltó primero al tomar con más cuidado su rostro fue:

—Mi bebé, ¿estás bien?

La expresión vacía de Abigail tembló y se rompió, dejando que las lágrimas salieran de sus ojos y abrazara de vuelta a su madre, pero escondiendo el rostro en su pecho.




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