Te enamoraré (versión nueva)

Capítulo 32 "“El primer beso”" (Editado)

“El primer beso”

Cuando los cuentos te hablan de los primeros momento de una pareja, los describen tan bonitos, una escena lenta, con tal detalle que te definen hasta el color escondido de los ojos del protagonista.

Bueno, desde que empecé un romance real, supe que aquello era una mentira.

Pese a ello, tras la locura de Yen, continuamos con una cita tranquila. Lo que se resume a mi persona saltando de lado a lado con los animales y Alan burlándose de aquello. Sonreí mucho, como hace tiempo no recordaba hacerlo, y después de elegir la comida, nos sentamos en las banquetas hechas de troncos y bromeábamos.

Entre broma y broma…

Entre risa y risa…

Un silencio se produce cuando un mechón se destila de mi cabello medio recogido, y él lo toma para colocarlo suavemente detrás de mi oreja. Me estremezco y siento mis mejillas sonrojarse cuando sus ojos dejan de ver el mechón para dar con mis ojos.

Puedo sentir mi corazón latiendo en todo mi cuerpo, y solo se detiene cuando él pronuncia mi nombre y me pregunta:

—¿Puedo besarte?

—¿En los labios?

Ante mi pregunta balbuceada su mano acaricia mi mejilla para posterior rozar su dedo en mi labio inferior.

—¿Puede ser…?

Me estremezco, y los latidos son tan insoportables que ponen en pánico a mi sistema, y me hacen retroceder el brazo que está en la mesa y golpee produciendo un sonido que me hace reaccionar. Es así, como de manera rara y con torpes movimientos salvo nuestra comida, y Alan las bebidas.

¡Eso estuvo tan cerca! ¡Tan cerca como el beso!

Ante mis propios pensamientos me sonrojo y cierro los ojos tapándome el rostro avergonzada.

—¡Lo siento, lo siento! ¡No fue con intención!

Una risa leve se escucha, así que entreabro mis dedos para verlo y frunzo el ceño.

» ¿Qué es tan gracioso?

—Tú.

Siento la vena saltar en mi frente y al mismo tiempo mi sonrojo aumentar.

—¡Cooper…!

Estoy por maldecirlo cuando coloca en mi nariz su dedo índice que está con una gota de helado. El frío me sorprende, pero luego enciende mi fuego competitivo cuando lo escucho reír, así que hago mi mismo, de mi recipiente con helado, tomo una pequeña porción y le ensucio la mejilla.

Se sorprende, ahí entiendo por qué lo hizo y empiezo a reír. Al verme así, rueda los ojos sonriendo y murmura:

—Niña tonta.

—Niño tonto.

Sus manos toman una servilleta y sin que lo espere se acerca a mi nariz, la limpia despacio, para luego al verme apretar levemente y tirar de mi nariz como a una niña pequeña. Grito enfadada su apellido y cuando estiro sus manos para apretar sus mejillas, las toma con las suyas y entrelaza nuestros dedos.

—¡Suéltame, traidor! ¡Verás cuando tenga mis manos libres! ¡Te arrepentirás!

Su sonrisa ladeada aparece y tira de mis manos hacia él, choco contra su pecho y fastidiada subo la mirada. Ver sus ojos tan cerca me ponen nerviosa, así que cierro el pico y luego solo me queda retener el aire cuando siento sus labios caer en la punta de mi nariz.

Es un pequeño piquito, uno de esos cortos y esporádicos, pero que causa un desastre interior. En mi estómago las mariposas locas se mueren por salir al igual que mi corazón.

—Martins, me ha gustado mucho esta cita…

¡Mierda! Odio tanto como quiero ocultar mis mejillas incendiadas, así que solo bajo un poco el rostro y con voz temblorosa respondo:

—A-a mí también, Cooper, me gusta…mucho esta cita.

En realidad, me gustas mucho tú…no, estoy casi segura que ya no solo es gustar…

Cooper, te quiero, ¿por qué duele tanto morderme la lengua y no decírtelo?

***

Cenicienta tenía hasta la medianoche, sin embargo, tenía dos factores a su favor. El primero era que estaba de incógnita y el segundo, que tenía madrastra, no una madre, así que si yo llegaba pasado las ocho ni porque un hada madrina se asomara y quisiera dar su vida por mí, me salvaría de los regaños de mi madre.

Sin embargo, sí desearía tener un hada madrina para que el monstruo de dos ruedas, al que veo con resignación, cambiara a un auto. Un suspiro sale de mi boca de forma inevitable y logra que Cooper se ría mientras se coloca su casco. Le golpeo levemente su brazo con mi casco por eso y luego me lo coloco. Con más experiencia ya solo tomo su mano para subirme y abrazar su cintura.

La diferencia ahora es que solo me asusto cuando arranca, y poco a poco, abro los ojos, que inconscientemente los había cerrado, para ver el paisaje de regreso.

—¿Sigues viva, Martins?

—No, soy un fantasma chocarrero tras tu alma.

Lo siento reírse y voltea levemente a verme cuando se detiene en un semáforo.

—Mientras sigas tras de mí...

Mi boca podría caerse al piso por sus palabras, pero solo puedo gritar enojada, mientras vuelve a arrancar:

—¡Jódete, Cooper!

Y mientras yo me avergüenzo por como usa mis palabras en mi contra, el listillo solo continúa riéndose. Cuando se calma, de nuevo vuelve ese silencio, uno que ahora lo acompaña el motor y el paisaje. Recostada en su espalda solo me queda pensar de manera distraída en cómo fue nuestra cita hoy.

Hemos tenido muchas citas, unas más exóticas que otras, esta va de primera como ejemplo, las demás han sido cotidianas, desde reuniones en la biblioteca, tardes haciendo repostería, jugar videojuegos, hasta solo estar en un parque caminando. Nos hemos acercado más en cada una, y he conocido cosas de Alan que creía ya conocer, y que, para mi desgracia, solo hacen que me guste más que antes. El contacto ha aumentado, de solo roces, a agarres seguros, y sobre besos…

Yo…

No lo he besado de nuevo.

No desde que borracho, con un rostro de bobo, en la fiesta de hace un año me preguntó:

—Abi, ¿puedo besarte?

—¿Por qué quieres besarme? —pregunté a lo que río levemente y formó una sonrisa ladeada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.