Te enamoraré (versión nueva)

Extra 11 "El día de los muertos"

El día de los muertos

No era un día lluvioso, tampoco soleado, solo era uno de esos días en los que no deseas salir de la cama. Sí, un clima que parecía dar una tranquilidad algo deprimente. Incluso así, Abigail había madrugado a cocinar para luego adentrarse a los barrios bajos.

La capucha la cubría completamente, y a diferencia de antes estaba más preparada, llevaba el cabello recogido y una navaja en el bolsillo. Sí, aquella niña buena, quién era el ejemplo a seguir, quién salió en el cuadro de honor, se movía entre la peor escoria para adentrarse a la habitación 1.

Tres golpes, una contraseña dicha en voz ronca, y la manija llena de candados comenzó a abrirse. El olor a antiséptico debía ya ser conocido, pero incluso así, hizo que ella arrugara el rostro y se tapara la nariz. Siguió al doctor que le había dejado entrar y cuando llego a la habitación, hizo lo mismo de siempre, verlo de lejos mientras las maquinas no dejaban de sonar.

—Sé que seguro esperabas la visita de mamá y no la mía, porque ella solía hacer estas cosas tontas. Esto…no es algo que yo haría, ¡porque tú sabes que yo no soy esa mierda que suelo proyectar! —el grito salió acompañado de un dolor y jadeos entrecortados —Ella…ella y tú solían hacer estas muñecas de pan y colocarlas en la tumba de los abuelos. Y hoy…hoy…yo te las traje a ti…

Su voz se cortó mientras se arrimaba a la puerta y dejaba que su cuerpo cayera al piso. Sollozos empezaron a acompañar el sonido de las máquinas y un grito de dolor fue escuchado antes de que ella perdiera el control.

—¡Quiero soltarte! ¡Quiero olvidar que estás aquí! ¡Quiero desconectar esa maldita máquina que te mantiene con vida porque sé que ya no estás aquí! ¡No, no has despertado en años, y no, no despertarás jamás! ¡Solo muérete de una jodida vez y deja de hacerme ilusionar con tu regreso! ¡No vas a volver!

¡Jamás! El porcentaje de supervivencia disminuía con cada año que pasaba, y la fe junto con ella. Su corazón estaba hecho añicos, la impotencia de no poder hacer nada más que solo observar y esperar. ¿Esperar qué? Hailey lo había dicho, él no va a despertar.

Su corazón volvió a punzar de forma tan dolorosa que su cuerpo se doblo sobre si mismo mientras jadeaba.

—¡¿Está bien, señorita Martins?! ¡¿Necesita que llame al doctor?!

—¡No, lárguense! ¡Solo déjenme sola! ¡Salgan de aquí!

El personal no tuvo más que hacer que mirarse entre ellos y asentir antes de informarle que cualquier cosa estarían afuera de la habitación. A ella eso no le importó, nada de aquello en realidad lo hacía.

En aquel momento, lo único que le importaba era su corazón, cómo se rompía junto a su máscara y dejaba ver, lo que ella consideraba un monstruo egoísta, que solo pensaba en si mismo, sin importarle los sentimientos de los demás.

Miro sus manos temblantes y dio una sonrisa rota antes de arrojar la funda a los pies de la cama. Al ser lanzada con fuerza esta se rompió y dejó en evidencia un pan de una forma peculiar, una muñeca, una que estaba decorada y tenía una expresión feliz.

Sí, había seguido la tradición que sus padres había adoptado luego de viajar hacia un pueblo y amar aquel significado.

Un dos de noviembre, el día de los muertos, Abigail Martins, fue a darle una guagua de pan a Holden. Y sí, su significado era soltar.

Esa fue la última vez que ella fue a la habitación 1, en mucho, mucho tiempo.




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