Te enamoraré (versión nueva)

Capítulo 37 "Encerrados" (Editado)

Encerrados

—La manija.

Su expresión burlona cambia a una de incredulidad cuando ve que la manija está en mi mano.

—¿Qué dices?

—La manija está rota.

Me hago un lado cuando se acerca para ver alguna solución, pero no, mi suerte se hizo presente y he roto, de lo que se llama romper, una manija a tal modo que no se puede hacer nada, al menos no por dentro para salir.

—¿Estamos encerrados? —pregunto solo para confirmar, aunque es algo obvio.

—Sí.

—No jodas —suelto y me tapo la boca. ¡Vivan las malas palabras señores! Lo bueno es que está tan enfrascado en poder abrir la puerta, que no se da cuenta de mi exquisito vocabulario.

—¡Los celulares! —exclama y empieza a buscar el suyo, pero maldice cuando no lo encuentra —Se lo di a Darwin.

—Está con baja batería —digo encendiéndolo, solo para que el bastardo muestre una advertencia de apagarse en sesenta segundos. ¡Mierda! —Sin batería.

Ambos nos miramos antes de concordar buscar algo para abrir la puerta mientras gritamos que estamos encerrados. Cuando no obtenemos respuesta alguna, suspiramos y nos arrimamos a la puerta.

—¿No deben revisar qué no quede nadie en la instalación antes de cerrarla? —pregunta a lo que hago una mueca.

—En realidad, hasta ahora no ha habido un caso de alguien quedándose en el colegio de manera voluntaria, los encargados de cada club se encargan de que todos desalojen cada área y…nadie precisamente suele usar la biblioteca, menos a estas horas…

Creo que somos unos de los pocos estudiantes que lo hacen, quisiera agregar.

—¿Quién se encarga de la biblioteca?

—Sofía, pero…ella hoy no vino hoy a clases, así que cualquier líder de un club pudo haberla cerrado…

—¿Ellos son los últimos en salir?

—Sí…

—Entonces, ¿pasaremos la noche aquí?

—¿Sí?

—¿A qué hora abren el colegio?

—A las seis, pero las áreas como tal a las seis y media, Sofía solía venir a esa hora. El resto de estudiantes sabes que entramos desde las seis y cuarenta hasta las siete.

—¿Tu madre estará en casa?

—No, tiene turno y Hailey está con Ben en la casa de mis tías. Supuestamente yo era la única que no iba porque recuperábamos hoy el día libre de la fiesta. ¿Quizás tus padres?

—Olvídalo —dice y niega la cabeza —Están en un viaje de negocios y vuelven la otra semana.

—Mierda, ¿alguien sabe que estamos aquí?

—Por mi parte no, jamás le digo a nadie a donde voy.

—¿Tú ausencia no es reportada?

Hace una mueca antes de encogerse de hombros.

—No, suelo quedarme más veces en la casa de Darwin que en la mía, así que mis ausencias no son muy alarmantes.

Las mías sí, pero no había nadie quién supiera de ella esta noche.

Suspiro y me dejo caer en un sofá.

—Bueno, pongámonos cómodos, porque no parece que vayamos a salir hoy de esta.

Al menos no tengo ganas de ir al baño, si así fuera, sería la guerrera favorita de dios.

***

—...Cincuenta ovejitas, cincuenta y un ovejitas, cincuenta y dos ovejitas, cincuenta y tres ovejitas, cincuenta y cuatro ove...

Una mano se pone en boca evitando que siga contando mis ovejitas. Enmarco una ceja ante su acción.

—Si sigues contando ovejitas creo que empezare a verlas. Normalmente me enloqueces, pero si sigues contando ovejas, de verdad voy a parar en un manicomio contando el resto de mi vida, las ovejas que te faltan.

Me río haciendo que una curvatura se forme en su boca. He aquí lo que hace meses me costaba lograr. Retira su mano y me siento correctamente porque hace un momento estaba en el sofá de cabeza contando ovejas. Es algo que hago desde pequeña, y que, por alguna razón, lograba calmarme. Hailey lo ha intentado, pero dice que siente que la sangre se le va al cerebro y le va a explotar, por lo que me mira como una loca cuando lo hago.

Dejando ello de lado, le hago una seña a Cooper para que se siente a mi lado y cuando lo hace, me levanto. Al ver lo que hago, toma mi mano y tira de ella haciendo que caiga en el sofá y me abraza por la cintura.

—¡Cooper! —chillo riendo —¿Qué haces?

—¿Me dices que me siente para irte?

—¡Solo iba a buscar un libro! —me mira y le sonrío —¡Te lo prometo!

Asiente y me suelta. Aprovechando mi libertad empiezo a buscar en los libreros un título que logre atraerme, me toma unos minutos, pero cuando lo consigo, sonrío al tener oro en mis manos y camino de regreso para sentarme de nuevo a su lado.

—¿El puente de la soledad? —frunce el ceño —¿Qué clase de deprimente libro es este?

—No es deprimente —me río porque cuando lo vi por primera vez, eso fue lo que primero pensé —Es un libro muy bonito, aunque el título no le hace justicia, su historia es muy divertida, habla de la amistad, los miedos y hay romance también. Además, una vez que leas el libro no encontraras mejor título que ese —le aseguro.

—¿De qué trata? —parece algo interesado.

—¿No prefieres que te lo lea? —asiente —Bien, pero te aclaro que no soy tan buena leyendo, así que asegúrate de valorar mi mejor intento.

Sonríe por mis palabras, pero lo ignoro aclarándome la garganta para empezar a leer. Estoy por finalizar la primera carilla cuando se mueve de posición, y termina recostando su cabeza en mis piernas. Cierro el libro de inmediato para verlo sonrojada.

—¿Qué haces?

—Acomodándome para oírte.

—Puedes solo sentarte.

—No quiero, estoy más cómodo así, ahora entiendo porque lo hiciste en la fiesta.

Viro mi cabeza hacia un lado tratando de recordar eso y cuando lo hago, mis mejillas se sonrojan. Oh, dios, todavía hay tantas cosas que no recuerdo de esa fiesta, pero cuando lo hago, deseo olvidarlas.

Él sonríe burlándose a mi costa.

—Como quieras —murmuro y me obligo a seguir con la lectura.

Creí que duraría la incomodidad todo el tiempo, pero no es así, él escucha atento cada palabra mía e inconscientemente me encuentro riendo de sus interrupciones, ya que no para de opinar una y otra cosa del libro. Nunca leer fue algo tan, pero tan divertido y, de alguna manera…mágico.




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