Definitivamente amo a mi mamá
Rufián: Qué linda, seguro estás sonrojada.
Cereza: No, no lo estoy.
Rufián: Ese día sí lo estabas.
Cereza: Ese día fue un lunes loco.
Rufián: Fue el primer lunes que me gustó.
Rufián: Y el jueves, no olvidemos el jueves.
Abigail: ¿A qué te refieres?
Rufián: Tú sabes a lo que me refiero.
Rufián: Pero si quieres con gusto te hago acuerdo.
Rufián: Solo no rompas más manijas, por favor
Cereza: ¡Se rompió sola!
Cereza: ¡Sola!
Rufián: Ajá.
Cereza: ¡Cooper!
Cereza: ¡Por dios, voy a bloquearte!
Rufián: No lo creo.
Rufián: Te gusto.
Rufián: Y tú me gustas a mí.
Rufián: Apuesto que ahora sí estas sonrojada ;)
Cereza: No, no lo estoy.
Sí, sí lo estoy. ¡Maldito, Cooper!
—Hija, ¿estás bien?
Alzo la cabeza, que no sabía que estaba tapando con mi mano y le hago una señal de “like”.
» Oh, Abigail, al menos dime algún sonido, hija. Dios mío, ¡el amor se te nota por cada poro!
—¡No es eso! —grito avergonzada —¡Olvidé que tenía que hacer un deber y ahora voy a subir a hacerlo!
—Ajá…
Ignoro mis mejillas sonrojadas y subo corriendo las escaleras, en medio de ellas suena mi teléfono y lo contesto cuando cierro la puerta de mi cuarto.
—¡Hola! ¿Por qué estas llamando?
—Qué lindo saludo, es el mejor que he recibido en la vida —ironiza.
—Tú ni siquiera me has dado uno —le reprocho acostándome en la cama.
—Hola, chica sonrojada.
—Eres un idiota.
—No lo dudo, pero dejaré de serlo cuando te diga dos palabras: Una cita.
—¿Eh?
—Tengamos una cita, ¿te parece bien en veinte minutos?
—¿Una cita? —pregunto sentándome de la cama con rapidez —¿Ahora? ¿En veinte minutos?
—Es lo que he dicho, ¿puedes?
—Sí, sí, puedo. Solo… —miro a mi alrededor el desastre y mi apariencia —solo ven en treinta.
—Bien, entonces te veo en treinta.
Asiento y cuelgo la llamada antes de desplomarme en la cama.
—¿Cómo diablos se supone que arreglaré este cuarto y a mí misma, en solo treinta minutos? Qué desastre.
Bueno, mamá siempre dice que una mujer puede hacer varias cosas al mismo tiempo…solo espero no ser la excepción. De todo lo anterior me preocupa más el cuarto que mi apariencia. ¿Por qué? Si este no estaba decente, no habría poder alguno que me dejara salir de esta casa.
Así que rápidamente empiezo a tratar de organizar todo el chiquero que es este lugar, la ropa la recojo en los brazos y la llevo al bote de la ropa sucia que está en la cocina. Mis cuadernos los apilo en una forma que parezca que están ordenados y corro de lado a lado en busca de que nada este imperfecto. Cuando creo que está pasable, grito por mi mamá, quién no tarda en aparecer comiendo sandía.
—¿Qué sucede? —me pregunta.
—¿Me das permiso para salir? Mira —señalo mi cuarto —está ordenado y he hecho todos mis deberes.
—¿Incluso el que habías olvidado de hacer?
¡Bum! El golpe llega directo y me sonrojo.
—Sí, incluso ese…
—Bien, bien —dice mirando toda la habitación —solo una cosa más…¿has limpiado la biblioteca que sólo tú usas?
—Emm... —muerdo mi labio y le doy una sonrisa —¿lo puedo hacer el otro fin de semana?
Frunce el ceño mientras de manera pensativa analiza el cuarto.
—¿Con quién vas a salir? ¿Y a dónde?
—Con nadie fuera de lo común, solo saldré un rato por ahí…
¡Dios! ¡Ni siquiera pregunté a dónde íbamos!
Entrecierra los ojos mientras se cruza de brazos.
—¿Con quién?
—Mamá —me quejo.
—Lo repetiré una vez más, ¿con quién vas a salir, Abigail Estefanía? —pregunta a los que muerdo mi labio inferior y lo suelto pensando en que decir porque estoy muy avergonzada. Su mirada sigue en mí haciendo que me remueva incómoda y ella frunza el ceño —Tú nunca has tenido problemas en decirme con quién vas a salir, por lo general ese problema siempre me lo da Hailey —parece pensativa —no actuarias de este modo a menos que sea algo malo, espera…¡¿vas a una fiesta dónde consumirán drogas?!
Espera, ¿qué?
Parece horrorizada, incluso tiene los ojos abiertos y camina de lado a lado mordiéndose la uña del pulgar.
Sí, eso lo heredé de ella.
» ¡Dios! ¡El noticiero tenía razón, los jóvenes cada vez piensan menos y consumen más! ¡Si es eso Estefanía, te juro qué me enojaré por el resto de mi vida!
—¡No, no es eso! ¡Mamá, por dios! ¡Ni siquiera sé cómo se ve la droga! ¡Lo juro!
—Entonces, ¿irás de nuevo a los barrios bajos?
—No —me tenso —Te prometí ya no ir de nuevo.
Continúa examinándome hasta que algo en su cabeza parece hacer conexión y sonríe.
—¡Tendrás una cita! —no digo nada, ni siquiera mi silencio le puede responder porque mi cuerpo se le adelanta, y me deja en evidencia con las mejillas rojas —¡Es eso! —grita emocionada para luego volverse seria —¡Oh, dios mío! ¡Tendrás un cita con un malandro! ¡Estefanía! ¡¿Cuántas veces te he dicho qué nunca salgas con chicos malos! ¡Está es la realidad, el chico malo siempre será malo! ¡Y tú no eres una nerd! ¡Ni siquiera tienes un título para empezar!
—¿Qué? —estoy desconcertada —¡No hay ningún chico malo! ¡No, ningún chico! ¡¿Y cómo que no tengo título?!
—Cariño, seamos sinceras. Si ves las novelas y te comparas con ellas, no hay un título adecuado para ti. No eres la nerd, no eres la fruta, ni la...