Para cada loco hay una loca (parte 1)
—¡Golum! —grito, pero es tarde, mi caballo gigante nos ha hecho caer dentro de la tina del baño.
El agua con jabón sale por todos lados e ingresa a mi boca y nariz, así que toso mientras trato de incorporarme. De forma borrosa veo la toalla que era para mi caballo y me seco el rostro. Volteo a ver a la tina, y ahí, el gordo y grande caballo se encuentra sentado, mirándome como si no hubiera dado una gran pelea para poder ingresarlo.
¡Era increíble! ¡Un pequeño mocoso malcriado!
Uno que ahora que estaba mojada con él, estaba satisfecho. Suspiro y estiro sus mejillas mientras mascullo:
—Eres un mal caballo, Golum, que sepas que eres un mal caballo.
Su respuesta es verme como bobo y dejar que empiece a jabonarle la cabeza. Lo hago despacio, con tiempo, porque si llega a ingresarle jabón en los ojos se le irritan y si le ingresa en la nariz luego pasa todo el día estornudando. Dios, no podría sobrevivir a los gritos de Hailey y mamá reclamándome sobre eso.
Cuando acabo de jabonar su cuerpo, empiezo a enjaguarle, y sí, con la misma delicadeza lo hago, solo que para la cara ocupo toalla húmedas y las paso para retirar lagañas que pueda tener o suciedad de sus orejas.
¡Finalmente el secado! Cierro los ojos cuando lo veo empezar a moverse mientras estoy con la tolla. Solo la alzo y espero mi destino de no tener que limpiar tanto pelo después.
—¿Terminaste, mi gordo? —pregunto a lo que se sacude de nuevo y río —Veo que no.
Cuando se sacude por última vez, pareciendo ya cómodo con su cuerpo, procedo a seguir secándolo mientras lo cepillo. Al terminar tomo su hocico con mis manos y le doy un beso en la punta de su nariz, me da lengüetadas en la mejilla y decido que lo perdono por dejarme toda sucia.
No espera nada cuando abro la puerta del baño para salir y anunciar su libertad, y sé que ya lo han visto cuando gritan montones de mimos hacia él. Suspiro y cierro la puerta del baño para luego ver el desastre del baño.
Dios…lo que tengo que hacer por mi caballo.
***
Nada como salir del baño oliendo a perro mojado.
Y es que, por más que he lavado el baño y me he bañado, sigo teniendo el olor en mi nariz. Sin embargo, al ver la hora, me rindo en tratar de deshacer el olor de mi cuerpo y empiezo a correr de un lado para el otro, tratando de alistarme para la cita con Cooper.
Tomo mi bolso con las cosas completas y bajo las gradas corriendo hacia la cocina, al entrar mi hermana y mi madre dejan de hablar, así que las miro con curiosidad.
—¿De qué hablaban? —pregunto de manera distraída tomando una fruta y guardándola en el bolso para comerla como desayuno.
—De tus múltiples encuentros con mi cuñado Alan.
Las frutas se me resbalan de las manos y caen al suelo, haciendo que Hailey suelte una carcajada y mi madre me mire divertida. Una vez que las recojo siento que mi cara está sonrojada y aprovecho como excusa, que tengo que guardar las frutas para taparme.
—¡Hailey! Deja en paz a tu hermana —le reprende mamá, sin embargo ella misma está muy divertida con todo esto.
—No hice nada, mami —se queja —solo dije la verdad.
Ella niega la cabeza y da un sorbo a su jugo pareciendo indignada.
—¡Hey, hey señorita! Alto ahí —dice mi madre al ver que voy a salir de la cocina —¿No desayunaras?
—No tengo tiempo —respondo.
—¿Por eso llevas las frutas? —asiento haciendo que ella suelte un bufido —Tienes que ser más responsable con tus tiempos, no quiero que tengas gastritis siendo tan joven.
—¡Es culpa de Golum!
—Mi bebé no tiene la culpa de que seas una irresponsable con tus tiempos —murmura Hailey abrazándolo.
Enmarco una ceja y doy un bocado a la manzana.
—Tú bebé caballo solo ama molestarme cuando lo baño.
—¡No es un caballo!
—Tienes razón, es un cerdo, uno gordo y que está listo para la navidad.
—¡Estefanía! —grita Hailey y le tapa las orejas a Golum —¡Mamá, mira como llama a tu hijo! ¡Le dijo gordo y que lo comeremos!
—¡Abigail, no he dado luz a ningún cerdo! —le sigue el juego mamá y ruedo los ojos.
—No, solo a un caballo gordo —suena mi teléfono y meto la manzana en mi boca moviendo la mano en despedida.
—¡Abigail!
Ignoro el grito de Hailey y corro hacia la salida, tomo mis llaves y me despido gritando. Cierro la puerta sin querer escuchar las quejas de Hailey y sonrío al ver en la calle a Cooper arrimado a su moto.
—¡Hola! —grito lanzándome a sus brazos y sonrío cuando me atrapa abrazándome —Lamento la tardanza, pero Golum no me la puso fácil y no se quedó quieto cuando lo estaba bañando.
¡Oh, de solo recordarlo, me da torticolis!
No dice nada, solo me da una sonrisa antes de agacharse un poco y besar mi frente.
—No pasa nada, lo bueno es que ya saliste.
Asiento y lo sigo a su moto cuando mi mirada va hacia la anciana que ayer me vio de manera rara cuando solté un grito cuando Cooper se fue. ¿Pero quién puede culparme? ¡El molestoso me preguntaba si volvería a proponerle matrimonio! ¡Dios! ¡Quise asesinarlo! Era una nena cuando se lo propuse, y estaba fascinada porque había conocido al niño de las fotos que siempre llegaban en las cartas. Además, recuerdo que mi madre dijo que si veíamos el árbol al llegar, según la leyenda, era una amor que tenía futuro.
Porque donde se reunió nuestra familia era un bosque, uno alejado del pueblo donde hay una leyenda que todo el mundo suele de niño escuchar. El árbol del amor, uno que solo los verdaderos amantes pueden ver, ya que suele ocultarse con neblina o desaparecer si no es así. Como fuera, era un vieja leyenda que todavía circulaba por el pueblo, y que, cuando de nena la escuché, me emocioné al pensar en ver el árbol y proponerme al pequeño niño que me parecía lindo.
¡Dios, lo aborrecí ayer por burlarse todo el tiempo de mí! ¡Y sí, grité llamándolo una maldita célula gigante!