Te encontraré bajo los cerezos

VII

En cuanto entró a la oficina esa mañana, lo primero que hizo después de dejar sus pertenencias en su escritorio fue proponerles a sus dos amigas que ya estaban ahí, que si iban juntas a prepararse un café al comedor para que les ayudara a despertarse por completo. Ambas aceptaron, puesto que también estaban adormiladas, como cabría esperar en cualquier lunes. Y mientras terminaban de agregarle la leche y azúcar a sus respectivas bebidas, Mio supo que había llegado el momento de contarles lo que tanto se guardó por esos tres meses.

Era una promesa que se hizo y ahora debía cumplir.

—Saben chicas, hay una cosa que no les comenté antes, y si no lo hice hasta ahora, solo quiero que sepan que no fue porque no confiara en ustedes. La razón es que no estaba segura de lo que sucedería y quería que fuera real, más por lo delicado de la situación, pero ahora que está pasando solo quiero que sepan que… estoy saliendo con mi exprofesor. Desde hace dos días somos pareja oficialmente.

—¿¡Qué!? ¿Desde cuándo iniciaron esas salidas? —casi escupió su café Shizune.

—Desde julio. Fue cuando le traje al jefe los macarons para su esposa, que me lo volví a encontrar en la cafetería rosa y me invitó a salir.

—De eso ya tres meses. ¿Cuánto pensabas guardártelo? —le recriminó Arisa, con tono de reproche. Shizune se veía de igual forma sorprendida, pero permanecía en silencio, atenta a las respuestas que les pudiera ofrecer Mio.

—Por siempre sí terminaba siendo no correspondida. Era mucho lo que había en contra para que él no quisiera iniciar nada conmigo. Así lo veía yo… improbable, casi imposible. Estaba la diferencia de edad, que fue mi profesor, yo su alumna, su matrimonio previo… ¡En fin! Habría sido muy duro y yo habría estado muy triste y decepcionada para que todavía alguien tuviera que verme así. Claro, sé que lo habría superado sola en mi habitación con un bote de helado con el tiempo —dijo intentando aligerar el asunto, aunque cada palabra era completamente cierta. En todo caso, eso de lidiar con sus penas comiendo sí que lo llegó a hacer antes en un par de ocasiones pasadas y, pese a que no se enorgullecía de ello, podía dejar pasar que se suscitara una más—; pero como todo se dio en el lugar y momento justo, quiero compartir mi felicidad con ustedes. Dije que solo lo haría si así sucedía y aquí estamos.

—¡Oh Mio, felicidades! —la abrazó Shizune—, me da mucho gusto por ti. Pero, aunque no hubiera sucedido, sabes que puedes contar con nosotras. Estamos para escucharte, incluso en los momentos malos.

—Y yo lo aprecio —dijo ella agradecida y devolviéndole el gesto cariñoso, más aliviada.

—Sí, bueno, ahora, ¿por qué no nos dices cómo sucedió? Queremos detalles, Mio —la instó Arisa.

—Claro.

Mio les relató toda su historia de amor sin omitir nada de principio a fin, y pese a que se percataba del entusiasmo reflejado en su propia voz, una parte de ella todavía no podía creer que en verdad estuviera ocurriendo.

—¿Cuándo le dirás a tus padres que ese chico es en realidad tu exprofesor? —le preguntó Arisa, en cuanto terminó de hablar.

—Aún no lo sé, pero dejaré pasar un poco más de tiempo. Al menos hasta que llevemos más de relación y lo invite a mi casa a conocer a mi familia. Ya saben, solo sientas a tu mesa al indicado. De cualquier manera, pese a que quiero ser completamente honesta con ellos, también estoy consciente de que Tomohisa y yo no estamos haciendo nada malo. Las cosas entre nosotros se dieron con respeto y paciencia y solo ahora que ambos somos adultos. Pero debido a las circunstancias en que nos conocimos, sé que se debe abordar con delicadeza, puesto que puede prestarse a ser malinterpretado.

—¿Y tú estás segura? —insistió Arisa—. Mencionaste que había mucho en contra y la verdad es que sí. Pero lo ves como si solo fuera cuestión de él. Dime, ¿qué hay de ti?

—Todo lo que vivió y el hombre en que se ha convertido solo hacen que le quiera más. No lo mencioné porque para mí es parte de él, lo que lo llevó a ser quien es.

—Supongo que tienes razón —convino la joven esposa, encogiéndose de hombros.

—Gracias a las dos por preocuparse por mí —Mio volvió a sonreír, conmovida—. Les juro que a partir de ahora les hablaré de todo. Lo bueno. Lo malo. Incluso si al final las cosas no terminan funcionando entre nosotros.

—Eso no sucederá —Shizune apoyó su mano sobre su hombro—. Ahora subamos antes de que nos encuentre el jefe y nos eche una reprimenda. Se está haciendo tarde.

—Sí, vámonos. Solo una cosa, Mio. Recuerda que tienes todo nuestro apoyo siempre—habló Arisa, por Shizune y por ella misma—. Además, con toda mi experiencia en estos menesteres, puedes venir a buscarme cuando quieras por consejo.

Mio volvió a agradecerles y, sintiéndose más ligera, las tres subieron de nueva cuenta a la oficina.

Las semanas siguieron transcurriendo y con ellas la vida para Mio se volvía cada vez más color de rosa, como su querida cafetería que ahora visitaba frecuentemente con Tomohisa. La mayoría de las veces, era después de que él la hubiera recogido del trabajo en su automóvil y de allí la llevaba a su casa, aunque él permanecía siempre afuera, puesto que ella todavía no decía nada de presentarlo con sus padres. Iniciativa que, él fue el primero en tomar cuando, en agosto de 2009, cuando tras poco después de cumplir 300 días juntos —fecha que celebraron con un pastel—, una tarde, mientras ambos iban en el auto de regreso del trabajo de ella, él la invitó a pasar al despacho en un simple comentario. Mio aceptó de buena gana un tanto sorprendida, aunque deseó haberse vestido con una ropa más formal.



#5072 en Novela romántica
#1445 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 19.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.