Te encontraré bajo los cerezos

VIII

—Mamá, papá, como saben, salgo con alguien desde hace poco más de un año… —empezó diciéndoles Mio a sus progenitores, mientras los tres tomaban el desayuno. Afuera caía la nieve y el jardín se volvía blanco— y quisiera saber si puede venir a la casa para que lo conozcan. Pensaba que el día de Navidad sería perfecto.

—Por supuesto, Mio. Ya era hora —fue su madre la que respondió primero—. Te lo tenías bien guardado esta vez.

—Sí, bueno, sobre eso, antes que de que algo más suceda, quiero ser completamente honesta con ustedes. No es que antes no lo fuera; sí, lo conocí en la preparatoria y nos reencontramos porque nuestros trabajos quedaban cerca de una cafetería que frecuentábamos. Todo es verdad —Mio respiró—. La cuestión es que no era mi compañero de clase, que como tal nunca afirmé, pero estoy consciente de que se daba a entender… la realidad es que era mi profesor.

Su madre dejó de servir el café. En cuanto a su padre, su expresión se volvió más seria.

—No es lo que piensan —se apresuró a aclarar—. No retomamos nada. Solo había un sincero respeto y admiración de mi parte hacia él y él me veía como una alumna más. Nos dio matemáticas II en segundo año y fue nuestro profesor responsable, pero ni siquiera terminó el año escolar con nosotros, puesto que el director y la junta escolar lo consideraban muy joven para el cargo.

—¿Cuántos años tiene ese hombre? —le preguntó su padre.

—Treinta y dos años, papá. Es ocho años mayor que yo.

—Sigue siendo una diferencia considerable —repuso su madre—. ¿Cómo te trata, Mio?

—Muy bien. Es muy amable y caballeroso. Cuando lo conozcan, lo verán.

—Es posible que de tu lado no hubo ninguna segunda intención. Eras una niña, después de todo. Pero no puedes asegurar que él, no te vio de otro modo y, ahora que se le presentó la oportunidad, decidió actuar —objetó su padre.

—Te puedo asegurar que no fue así y créeme que tuvo la oportunidad de hacerlo. Varias chicas lo veían con otros ojos, pero él nunca se sobrepasó con nadie. Jamás abusó de su autoridad y el trato que tenía con todos era igualitario. Además, ustedes me conocen. Si hubiera sido esa clase de persona, yo no me habría interesado en él bajo ninguna circunstancia. Y eso no es todo, el año anterior a que él llegara con nosotros perdió a su esposa. Se quedó solo con su hijo. Todo su tiempo giraba en torno a equilibrar su tiempo entre el niño y sus deberes como profesor.

—Me imagino que debió ser muy difícil para él y su hijo, pero también tienes que pensar en ti. ¿Es esto lo que quieres? Ve tu edad. Si te quedarás con él habría un niño implicado al cual criar —habló ahora su madre.

—Shohei ya tiene un padre. Yo… solo hago lo mejor que puedo. Lo ayudo, estoy ahí. No intento suplir a nadie. Ni siquiera me siento a la altura y con la madurez para actuar como una especie de madre para él, pero es un buen niño.

—Tráelo. Me interesa hablar con él —declaró su padre, con firmeza—. Sé que estás muy ilusionada y al verte noto ese brillo de inocencia en ti, pero a veces, las cosas son más complicadas de lo que parecen. No quiero que nadie abuse de ti.

—Oh papá, muchas gracias.

—No te confundas, Mio. Es mejor saber con quién tratamos, pero no me hace mucha gracia.

Mio aceptó su postura. Lo primero ya estaba hecho que era decírselos. No más verdades a medias. Ahora lo demás tendrían que demostrarlo. Y ella confiaba plenamente en Tomohisa al que le habló desde su celular esa noche para contarle lo ocurrido.

—Ya está todo dicho, te esperamos el día de Navidad —le anunció ella.

—¿Y cómo se lo tomó? —preguntó él al otro lado de la línea.

—Está preocupado por mí… —se concretó a decirle Mio, sin querer abrumarlo más.

—Claro, yo también lo estaría si estuviera en su lugar —suspiró.

—¿Y, entonces?

—Que el sábado Shohei y yo iremos, y hablaré con tu padre.

—Todo estará bien. Puede que mi padre parezca un poco intimidante al principio, pero en el fondo es una persona amable. Aunque, tal vez estoy hablando de más y tú ya sabes cómo llevar toda esta clase de asuntos —se pasó el cordón del colgante de su celular entre los dedos.

—No lo creas tanto. Estoy nervioso. Además, es contigo, Mio. Todo lo que hemos pasado es mi primera vez contigo.

La chica sintió un cosquilleo en el estómago.

—No puedo creer que mañana tengamos junta en Sekai T y que no nos podamos ver hasta ese día —comentó, desviando el tema, nerviosa. No quería que Tomohisa se percatara plenamente del efecto que tenía él en ella—. Pero no se te olvidé, el día de Navidad a las 4 pm —le remarcó todavía con la vergüenza por las palabras anteriores de él.

—No podría.

Con tono dulce, Mio le deseó buenas noches, a lo que él le deseó lo mismo antes de cortar la llamada.

Cuando padre e hijo llegaron al hogar de Mio en ese día de Navidad, Shohei fue el primero en acercarse a ella que los recibía usando un largo abrigo junto con una bufanda.

—Mio, mira lo que hice para ti —le extendió el niño un dibujo de un cachorro de akita—. Lo hice en clase ayer.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 19.10.2025

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