Te encontré en la oscuridad

Capítulo 3

John Anderson se encuentra en su oficina, ubicada en el último piso del edificio. 

Un hombre vestido de manera informal, es guiado por la secretaria hasta el despacho. 

—Thomas, que gusto verte. Siéntate por favor. 

—Lo mismo digo. Cuéntame, soy todo oídos. 

John sonríe, se levanta de su asiento y camina hasta un mini bar. Toma un vaso y lo llena de whisky. 

—¿Te sirves? —preguntó.

—No gracias, tengo pacientes a los que ver. 

Él asintió, y bebió todo el contenido de un sorbo sin siquiera inmutarse. 

—Mi abuelo…. —habló —. Hice una apuesta con el jodido viejo.

—¿Apuesta? —cuestionó con una ceja levantada. 

—Así es. Odia a Cassandra, y hace tiempo que tiene las ganas de apartarla de mi lado. 

Thomas frunció los labios, si era sincero, a él tampoco le agradaba esa rubia imitación de barbie

—Yo no sé de dónde sacó esa bendita idea —volvió a rellenar el vaso. 

—!Eh!, deja de beber y ya cuéntame. 

—No puedo decirlo en voz alta sin que parezca una maldita locura —bebió todo de una sola vez. 

—¡Solo dilo!, y por favor ya deja esa botella. 

Soltó el vaso, pasó las manos por su cabello con frustración, y miró a Thomas. 

—Quiere que finja ser ciego. 

Unos segundos pasaron en silencio, hasta que su amigo soltó una carcajada. 

—¿Es una broma verdad?

El rostro serio y sombrío de John no mostraba indicio alguno de que se tratara de una mentira. 

—!Mierda! ¿Estás loco? 

—Creo que si, y mi abuelo definitivamente lo está, más que yo. 

—¿Y cómo pretendes hacer eso? 

—Con tu ayuda. 

Thomas se levantó de su asiento —. ¡Ah no!, a mí no me mires. 

—Eres un doctor, uno de los más reconocidos del país. Además, no olvides quien pagó tu universidad y doctorado. 

El pelinegro resopló —. Supongamos que te ayudo, ¿Cómo lograrás que crean que realmente estás ciego? ¿Y que tiene que ver Cassandra en esto? 

—Mi abuelo cree que al ser ciego, los verdaderos colores de ella saldrán a flote, y me dejará. Es una estupidez ¿Verdad? 

Thomas abrió los ojos como plato. Menudo plan. Aunque pensandolo detenidamente, se dió cuenta, que no parecía tan descabellado. Todo lo contrario, tal vez, una mujer como ella, que vive de las apariencias y del dinero, no soportaría, estar al lado de un esposo discapacitado. 

—Creo que es una excelente idea. 

—¡¿Qué?! ¿También piensas que ella me dejará?

Su amigo desvió la mirada —. No, no, para nada. Pero te ayudaré.…déjame pensar. Y ahora sí sírveme un poco de whisky, lo necesito. 

John le entregó un vaso, y esperó. 

—Tenemos un par de opciones. Primero, la amaurosis fugaz, que es la pérdida temporal de la visión. 

El castaño sonrió, sin embargo, pronto aquella mueca se esfumó. 

—No, no se puede. Generalmente ocurre en un solo ojo, además es síntoma de enfermedades serías, y tú, estás tan sano como un roble. 

—¡Carajo!, ¿Entonces? 

—Glaucoma en etapa final, no. Desprendimiento completo de la retina, no. Infección ocular interna, tampoco. Mierda, queda una opción, y creo que es la más sensata. 

—¿Cuál? 

—Lesión en la córnea, es decir, un traumatismo grave que provoca una cicatriz en la córnea y por consecuencia, una ceguera total. 

—¿Es posible? ¿Qué debo hacer?

—Tienes dos opciones; un accidente en vehículo, o que te golpeen, bastante. 

—¿Cuál crees que es más creíble? 

—Eso tienes que verlo tú, yo opino que una golpiza. 

—Si, un accidente para alguien como yo, sería noticia de primera plana. Definitivamente mejor una golpiza. 

—De acuerdo, tú encárgate de llegar a mi clínica casi desahuciado, yo me encargo de hacer todo lo posible para supuestamente salvar tu vida y tu visión. 

—Está bien, eres el mejor, ven brindemos —John se acercó con la botella en mano. 

—No —observó el reloj de su muñeca —. Tengo un paciente en media hora. 

—¡Qué aguafiestas!, pensé que nos emborrachariamos. 

—Joder John, son las doce del día. Mejor ve organizando cada detalle de tu plan. Te espero la próxima semana —se levantó y se abrazaron, como los buenos amigos que eran hace más de diez años. 

—Gracias Thomas, gracias por apoyarme en esta locura. Cuando esto termine, serás el padrino de mi primer bebé. 

—Cuenta con eso —contestó el médico, mientras pensaba que aquella movida traería un fatídico resultado. 

 

 




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