Te encontré en la oscuridad

Capítulo 6

Clínica UCLA Cleveland


Los destellos de las múltiples cámaras iluminan los rostros que intentan cubrirse de los reporteros inescrupulosos que durante horas han permanecido a las afueras del establecimiento deseosos por conseguir la primicia. 

Una limusina Maybach 62S Landaulet valuada en 1.4 millones de dólares se detuvo frente a la entrada del recinto de salud. 

Los periodistas, doctores, y expectadores contuvieron la respiración, pues sabían que de aquel lujoso vehículo, bajaría el magnate más poderoso del país y del mundo, aquel que con un chasquido de dedos podría hundirte si así lo quisiera. 

La mayor parte de los curiosos bajaron sus cámaras atemorizados, fijaron su vista al suelo y evitaron tan solo respirar el mismo aire que él. 

Una docena de sujetos vestidos de negro se abalanzaron sobre el vehículo, formando una gigantesca pared que a simple vista parecía irrompible. 

La puerta se abrió y bajó un hombre mayor enfundado en un carísimo traje Armani, su mano apoyaba un bastón cuya empuñadura estaba hecha de oro rodeado de una cenefa de diamantes rosas y rubíes embutidos. 
Su porte estoico, su aura oscura y calculadora estremecía a cualquiera que se atreviera a mirarle a los ojos. 
Se detuvo a esperar a su esposa, una pequeña y carismática mujer, que con su sonrisa suavizaba por un segundo sus frías facciones. 
 

Juntos caminaron a las enormes puertas automáticas, dónde Thomas ya los esperaba. 

Con un simple asentamiento de cabeza lo siguieron hasta el ascensor. 

—Cariño —susurró Helen —. ¿Hasta cuándo le harás creer a la gente que eres un ogro malhumorado? 

—Cielo, un león no se preocupa por la opinión de las ovejas. 

La dama sonrió, y negó con su cabeza. Bien sabe que su amado esposo Arthur, además de ser un As en los negocios, es un hombre amable, generoso y entregado a su familia. Ama a sus hijos y a sus nietos por sobre todo. Haría cualquier cosa por su felicidad. Y la prueba irrefutable está en la habitación VIP, dónde su nieto John descansa. 

El pitido del elevador anuncia la llegada al piso 20. Lugar destinado a la asistencia de las figuras más importantes y adineradas. 

Leonore, al verlos, corre de inmediato, mientras las lágrimas caen por sus ojos. —. Padre, madre. Mi…mi hijo…él —no terminó de hablar, la sola idea de decirlo en voz alta, la paraliza.

Helen giró su rostro hacia Arthur con cierto reproche. Su corazón se estremeció al ver a su hija destrozada, la acunó entre sus brazos y acarició su cabellera —. Todo estará bien, tranquila. 

La mujer sollozo con más impetu. 

Marcus, el padre de John, se acercó a su suegro —. Los malditos lo han dejado irreconocible. 

Arthur arrugó el entrecejo, dió un vistazo a su alrededor y confirmó su sospecha.

La arribista con complejo de Barbie aún no había llegado. 

¿Qué clase de mujer "enamorada" no está al lado de su novio en un momento como ese? 

¿Acaso no puede bajar del trono que el tonto de John creó para ella?

—Thomas, necesito verlo —dijo mientras caminaba a la única habitación de aquel piso.

En silencio avanzó, acompañado únicamente por su esposa y nietos.

Abrió la puerta. El aliento se le detuvo por un momento. 

~{No se suponía que lo golpearan tanto}~. 

John estaba acostado en la cama, sus ojos estaban vendados y su rostro magullado, e hinchado. Se podía vislumbrar a simple vista múltiples hematomas en sus mejillas, mentón y brazos. 

Sin duda se encargaría de los que se sobrepasaron.

Su mirada se enfocó en el doctor y asintió con su cabeza. Volvieron sobre sus pasos hacia el pasillo. 

Con la tablilla entre sus manos, Thomas se preparó para dar a conocer el terrible diagnóstico. 

Arthur azotó el suelo con su bastón —. Esperaremos a Cassandra, es insólito que no se encuentre aquí para saber de su prometido —dijo con voz furiosa. 

El terror se instaló en el semblante de toda su familia. Sarah, su nieta mayor, tomó su iPhone y marcó desesperadamente a la rubia. 

Luego del tercer tono, contestó.

—Viene en el ascensor —soltó la castaña, aliviada. 

Los segundos se hacían eternos. En silencio todos se miraban entre sí, hasta que el ruido de unos tacones al andar irrumpió. 

Cassandra se acercaba, con los ojos y nariz enrojecidos, como si hubiese llorado por horas debido al desafortunado accidente del amor de su vida, sin embargo su máscara de pestañas, y labial se encontraban intactos. Incluso sus pómulos se marcaban con un contorno de un tono más oscuro que su piel. 

Sarah la observó de pies a cabeza. Parecía que recién salió del salón de belleza. Su cuñada se comportaba de las peores maneras. 

Las puertas del ascensor se abrieron nuevamente dejando ver a un joven alto y sumamente atractivo. Oliver, el mejor amigo de John. 

El carraspeo de Thomas interrumpió las cavilaciones de cada uno de los presentes.

—Lo que tengo que decirles no es fácil para nadie, menos aún para mí, que es amigo mío desde hace más de diez años. John llegó con contusiones en diversas partes de su cuerpo.

Debido al traumatismo en las costillas, tiene una fisura, que demorará aproximadamente seis semanas en curar. En cuanto a su cabeza, afortunadamente en la resonancia magnética no se visualizó fracturas, hemorragias o hematomas. Pero…—se calló, y apretó los labios por la semejante mentira que saldría de sus labios, ciertamente el juramento de médico lo mandaría al mismísimo carajo —. Cómo resultado de los golpes, la retina se desprendió provocando ceguera en ambos ojos. 

—¡¿QUEEEE?! —exclamó Marcus. 

Sarah, y Will jadearon, conmocionados. 

Un sonido se escuchó. La vista de todos se movió hasta el suelo donde Leonore cayó inconsciente. Helen se agachó junto a ella con lágrimas nublando sus ojos. Gritó llamando a una enfermera.

Arthur, un poco más atrevido en su actuación, dejó caer su bastón y tomó al médico por las solapas de su delantal blanco —. !Dime que estás mintiendo! ¡Maldita sea Thomas! ¡Dímelo! 




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