Día de la cena
John
—Cariño, despierta.
Mis ojos se abren lentamente al sentir un beso en mi mejilla. Una cabellera rubia cruza por mi vista.
Me aparto rápidamente y volteo mi rostro.
—Hey, ¿Qué pasa? —pregunta Cassandra.
—Nada —contesto sin ánimos.
Se apega a mi cuerpo y comienza a hacerme cariño en el pecho —. ¿No me extrañas John?
—¿A qué te refieres? —suelto haciéndome el tonto.
—Besame —susurra en mis labios.
¡NO!, me niego a besar y tocar lo que otro ya besó y tocó.
—Estoy cansado Cassandra, necesito un analgésico.
—Quédate aquí, te lo traeré. Y luego, estaremos juntos —declara levantándose de la cama, dejando a la vista su cuerpo desnudo. Uno que tiempo atrás me volvía loco, pero que ahora, no me produce más que rechazo.
Esta muy equivocada si cree que voy a caer en su retorcido juego. Primero muerto, que enredarme entre sus piernas.
Se cubre con una bata y sale de la habitación.
Me levanto con algo de dificultad, y me siento en la silla que permanece siempre a mi lado de la cama.
—Ni loco —digo. Voy al baño y cierro con un pestillo. Me visto con una sencilla polera negra y unos shorts. Desde que descubrí su engaño no permito que me vea desnudo, por lo que me visto en el baño.
A los minutos escucho como gira la manilla.
—John, mi amor. Te traje el medicamento—escucho al otro lado de la puerta —. Abre, déjame entrar.
Ruedo los ojos negando con mi cabeza. Abro la llave de la tina—. No puedo, voy a ducharme.
Espero que me deje tranquilo.
—Esta bien, te esperaré aquí.
No sé qué bicho le habrá picado, que me busca insistentemente. Desde antes de la golpiza no hemos intimado, y honestamente, no quiero tocarle ni una sola hebra de su cabello.
Dejo que pasen unos minutos mientras el agua corre. Si tengo suerte, se habrá aburrido y se marchará a hacer las estupideces que hace todos los días.
Cuando el silencio abunda tanto aquí como en la habitación, decido que es hora de salir.
¡Maldición!. Cassandra está acostada desnuda sobre la cama observandome con lujuria.
—Ven amor —palmea la superficie.
—No puedo Cass, aún tengo dolores.
—Para eso el analgésico tontito, Además, yo haré todo, tu solo recuestate.
No puedo con su nivel de hipocresía. Me provoca una repulsión tremenda.
—Ven John —se levanta y camina hacia mi.
Sigo con la vista al frente, evitando hacer gestos que delaten mi repudio.
Se inclina para besar mis labios.
—¡QUE NO! !QUE NO QUIERO! —grito ofuscado y enrabiado.
Ella se sobresalta asustada y apenada a la misma vez.
Inhalo y exhalo para tranquilizarme —. Recuerda que tenemos la cena a la noche, no quiero estar adolorido.
Su fingida tristeza desaparece en un santiamén curvando su boca en una sonrisa descarada. Evidentemente ver a Oliver la emociona de sobremanera. Me pregunto, ¿Cuánto tiempo llevan engañándome?
—Tienes razón cariño. Discúlpame, me comporte como una desconsiderada.
Como una desvergonzada mejor dicho.
—Iré a desayunar, te veo más tarde —se viste con un vestido floreado, zapatillas planas y sale del cuarto.
Al quedar solo, respiro aliviado. Debo aguantar solo un tiempo más, solo un tiempo más.
De camino a la cocina no oigo los reclamos de Cass. La señora Lisbeth me saluda e informa que la rubia salió a desayunar con sus amigas al club deportivo.
No me sorprende, dónde se reúnen los adinerados, ella cree que debe estar. No sabe que pronto todo eso se terminará.
—Lis, como sabe, hoy organice una cena especial —digo al mismo tiempo que recibo una taza de café —. Después de que termine la comida, tómese el día libre, y también el fin de semana. Hágale saber lo mismo a las otras chicas por favor.
—De acuerdo señor. Muchas gracias, no olvide que si necesita algo solo llámeme, ire a visitar a mi hija y nietos.
—Le depositaré en su cuenta dinero para que pueda obsequiarles juguetes a sus niños.
—!Oh! no señor, no se moleste.
—No es una molestia, tú sabes que me gustan los niños —sonreí con pesar.
Cuánto desee tener uno propio.
Ella me mira con demasiada tristeza. Saca un pañuelo de su bolsillo y limpia una lágrima que cae por su mejilla.
Quisiera decirle que no se preocupe por mí, que he aceptado mi nueva realidad.
Asumir es la raíz de mi decepción.
Pero las palabras no salen de mi garganta.
—Permiso, debo ir al baño —musita, secando ahora, ambos ojos.
No digo nada, únicamente veo como marcha.
Duele lastimar a quienes amas.
Pero seré fuerte para terminar con todo.
Decido ir a mi despacho, pasaré el resto del día encerrado hasta que llegue la noche.
Narrador
Las horas corren, y la incertidumbre de no saber lo que sucederá, aterra a John.
Inevitablemente, debe renunciar a la vida que estaba planeando vivir, para poder vivir la vida que lo espera, y para ello debe atestiguar la completa verdad con sus propios ojos aunque su corazón se destruya, aún más, en el proceso.
Ya en el interior de la mansión solo se encuentra John, a la espera de su novia y su mejor amigo.
La cena está servida en la mesa, preparada con anticipación por Lisbeth y Yasmín.
21.45 pm, y los susodichos no aparecen.
El castaño empuja las ruedas de su silla hasta el salón, frente al enorme ventanal que da al jardín exterior.
Una sensación peligrosa se aloja en su estómago.
Llámese presentimiento.
Por minutos sus ojos veían a través de la clara tela a la espera de que alguno se dignara a aparecer….pero nada.
A punto de echar a andar devuelta a su despacho, se detuvo al ver que el enrejado se abrió.