Día de la boda.
John abrió sus ojos. La calidez del sol golpea sobre la cortina de su habitación. Había amanecido, y ciertamente, él es la única persona despierta.
Miró a su lado, a Cassandra, quien aún dormía.
Él, no durmió nada. No logró conciliar el sueño como hubiera deseado, pues la ansiedad de todo lo que sucedería el día de hoy, lo tenía angustiado.
No quiere que nadie le tenga lastima. Odia la idea de que lo vean como un pobre ciego cornudo.
Un Anderson jamás muestra sus emociones, menos aún, la debilidad.
El miedo y la vergüenza no existe para ellos. Tan solo la fortaleza y el éxito es el lema de su familia.
Pero hoy, hoy todas aquellas creencias desaparecerán, pues su objetivo es ser visto como una víctima. Un hombre al que le fueron infiel, y para colmo, con su mejor amigo.
Una pesadilla, que ningún ser humano desearía experimentar.
Su único anhelo, es que Cassandra y Oliver vean sus vidas siendo destruidas. Que el mundo entero los vea cómo lo que son, una verdadera y sucia escoria.
Una sonrisa pesarosa tiró de sus labios, la mueca de un hombre herido, uno que perdió todo y a la vez nada.
Con sigilo se levantó, dispuesto a observar el claro azul del cielo, buscando aquietar por un segundo, sus turbulentos pensamientos.
Y es que nada te prepara para el fracaso que dará pie a cientos de habladurías.
Por un largo rato permaneció frente a la ventana, contemplando el paisaje a través del vidrio. Repentinamente la alarma sonó. El sonido que indica que ya no hay marcha atrás.
Volvió a la cama, y se sentó.
La alarma siguió resonando por unos cuantos segundos, hasta que unos delgados dedos la apagaron.
—¡Oh dios mío! ¡Es el día! —chilló entusiasmada, volteó su cuerpo, y abrazó a John por la espalda. Dejó un sinnúmero de besos en su piel —. ¡Es hoy amor, nos casamos hoy!
El rostro de John se oscureció, si no hubiera descubierto su engaño, creería en sus mentiras.
—Ve a prepararte —dijo fríamente, sin ganas de soportar sus falsas muestras de cariño.
—Pero, ¿No me besarás antes?
A regañadientes y contra sus deseos, besó su mejilla —. Me ducharé, ya ve, no debemos vernos con los trajes de novios, es de mala suerte.
¡Qué ironía!
Ella asintió, convencida.
—Antes de que lo olvide, los periodistas asistirán a la boda, grabarán todo, desde el inicio hasta el final.
La rubia arrugó el gesto —. Dijimos que no vendrían los reporteros.
—Tranquila, eres la novia del año. Todos tienen que saber la hermosa, honesta, y maravillosa mujer que eres.
Cassandra sonrió complacida, sin saber el infierno que se abriría bajo sus pies.
Con una sonrisa de medio lado John entró al baño. Dejó caer su cuerpo sobre el suelo, una lágrima corrió por su mejilla, gota que limpió con brusquedad.
Duele bajo la superficie, duele fingir estar bien, cuando la realidad es que su interior está lastimado como si el agua fría y turbulenta hubiese arrasado con su arcoiris, dejando a su paso una tormenta y un nudo en el alma.
Decidido a levantarse y hacerle frente a aquello, se quitó el pijama y se ducho.
Al terminar, escuchó la voz de Thomas llamándolo. Rápidamente se cubrió sus partes íntimas con una toalla y salió del baño.
Su amigo ya se encontraba vestido formalmente.
—¿Preparado para hacer estallar la bomba atómica? —preguntó luego de abrazarlo.
—Serás idiota, pero si. Lo estoy.
El pelinegro posó la mano sobre su hombro —. Ya está todo preparado, tenemos un par de horas de tranquilidad. Desayunemos, Will está esperándote.
—Me alisto y voy —dijo a la vez que secaba su cabello.
Thomas asintió y salió de la habitación.
Con un enorme suspiro, John, abrió el armario, tomó su traje y lo tiró a la cama.
—Tú puedes John, sin piedad, sin piedad —se repitió una y otra vez, mientras se vestía.
Finalmente, se vió al espejo. Desea decírse lo guapo que se ve, no obstante su autoestima está dañado. Ahora mismo, en el reflejo, no ve más que un hombre lastimado, un cascarón vacío, y sin vida.
Caminó hasta la cocina. Sabía muy bien que Cassandra se iría a la casa de sus padres, hasta aparecer en la ceremonia del brazo de Rob.
—Buenos días —dijo una vez se sentó. Su hermano, Thomas y la señora Lisbeth le correspondieron el saludo.
—Hermano, no es mi boda y ya estoy nervioso.
John se carcajeó, y tomó asiento a su lado.
—Will, cuando te quieras casar, asegúrate de que encontraste a la mujer correcta.
—Estas loco, no me casaré… ¿Y pasar toda la vida al lado de la misma?, no gracias. ¿Quién me asegura que el amor durará tanto tiempo?
El castaño entendió, claro que comprendió, en cambio Thomas negó con su cabeza, pues él sí amó locamente a Kathy, aún la ama, y lo seguirá haciendo hasta su último día.
—Mejor coman y prepárense en todos los sentidos. Tengo el presentimiento de que será un día alocado —interrumpió el pelinegro.
A continuación, en silencio, los tres comieron tostadas con tocino y bebieron café.
Dos horas más tarde, la limusina se abría paso frente a una multitud que aguardaba a las afueras de la mansión de John.
—Que fastidio, pero es una molestia necesaria —dijo el castaño.
Will, que aún no entendía porque su hermano permitía a la prensa, le preguntó —. ¿Qué está pasando?, ¿Por qué siento que esto es extraño?
El aludido se limitó a sonreír y responder a secas —. Ya lo sabrás.
El menor miró a Thomas, se inclinó, y susurró en su oído —. ¿Qué me quiso decir? ¿Qué es lo que sucede?
Aquella situación ya comenzaba a parecerle sospechosa, y Dios sabe que no quería imaginar cosas que no son.
La boda se celebrará en el espléndido Castillo de Chembiord, una fortaleza del siglo XV. Un destino maravilloso para celebrar el día de ensueño, rodeado de fantásticos entornos y una arquitectura de influencias del arte europeo.