Te encontré en la oscuridad

Capitulo 20

Horas más tarde

En el salón de la mansión de Marcus, se encuentra la familia reunida.

John ya les ha contado la verdad, desde la propuesta de su abuelo hasta el engaño de Cassandra. 

Leonore, por poco le da una baja de presión que la deja desmayada. El enojo y la rabia desaparecen a medida que se da cuenta que su hijo realmente no es ciego. Sin embargo, impulsada por el rencor, se levanta y le da un coscorrón en la cabeza.

Este, se queja, más sabe que se lo merece. Aún así, agradece infinitamente a los cielos cuando luego su madre lo acunó entre sus brazos.

Dejó caer sus lentes negros, y los observó a todos fijamente, como viene deseando hacerlo hace tiempo.  

Su padre, no puede evitar las lágrimas que salen de sus ojos. La culpa que cargaba en sus hombros por no haber protegido a su hijo de aquella tremenda golpiza se desvaneció en cuanto lo vió. Recuperado, y sano. 

Will y Sarah se sonríen entre ellos. Ahora el muchacho puede entender las palabras de su hermano mayor, esas, que escondían la verdad entre líneas. 

Thomas admiraba toda la escena desde la comodidad de un sillón. 

—Necesito pedirles un favor —habló de pronto John. 

—La verdad aún no puede ser revelada, quiero que todos sigan creyendo que soy ciego.

Nadie entiende a cabalidad el trasfondo de su petición. 

—No espero que me comprendan, pero sí que respeten lo que he decidido. 

A regañadientes asintieron. Es su decisión, y como familia, queda entender y apoyar. 

Unas horas después, John vuelve a su mansión, pese a que le han pedido que pase la noche ahí, él se niega. Quiere asegurarse que Cassandra se haya ido de su hogar, y por sobre todo, quiere tranquilidad, y paz. Aunque agradece que no lo hayan interrogado con preguntas acerca de la infidelidad de la rubia, está consciente que el día de mañana las cosas cambiarán. Especialmente cuando llevará a cabo la segunda fase de su plan.

Thomas decide quedarse con John 

en la mansión, a fin de cuentas, nadie lo espera en casa. Solo un par de plantas a las que debe regar de vez en cuando.

 

Día siguiente

Los noticieros nacionales e internacionales, y las redes sociales explotaron desde primera hora de la mañana con la noticia de la fallida boda del heredero del imperio Anderson.

El vídeo, prueba irrefutable de semejante traición, ha sido difundido en Facebook, Instagram, y Google. Pese a que en la primera y segunda plataforma se prohibió por exhibición de desnudos y contenido sexual, en la otra red se mantuvo distribuyendose en páginas pornográficas, cuyas vistas alcanzaron el millón en apenas un par de horas. 

La policía de investigaciones y cibernética no ha podido hacer nada. Aún cuando han obligado a los sitios web a dar de baja el vídeo, algunos morbosos lo han vuelto a subir una y otra vez. 

El impacto mediático que ha causado la noticia es simplemente extraordinario. 

Thomas no lo puede creer, jamás imaginó el alcance de todo esto. Mientras bebe una taza de café en la cocina a la espera de John, inicia una plática con la señora Lisbeth.

—Entonces, ¿Ayer Cassandra llegó vestida de novia junto a Oliver y se llevaron sus pertenencias?

—Así es —confirmó —. Igual que siempre no saludó a nadie, pero me llamó la atención que todo su maquillaje estaba corrido y ni hablar de la hinchazón de sus ojos. 

El pelinegro se carcajea —. ¿Y Oliver?

—En el vehículo, no se atrevió a bajar. 

—Me alegro, me alegro de que esa mujer ya se marchó. 

La señora sonrió aliviada, Dios sabe cuánto le pidió que su niño no se casara con ella. 

Pasado un buen rato, John entró en la cocina. Sus lentes oscuros ocultan las ojeras de sus ojos. Con el semblante sombrío se sentó a un lado de Thomas. 

—¿Pasó lo que creo que pasó? —soltó indiferente. 

—Peor. Veelo por ti mismo —le entregó su celular. 

Lisbeth arqueó una ceja. Pero si él es ciego, ¿cómo va a ver el contenido?. Sus dudas se disipan al momento en que el noticiero matutino se reproduce en el dispositivo móvil. 

John sonríe extasiado. Es hora de mover la siguiente pieza. Toma su teléfono y marca un número. 

—Hazlo —dice para posteriormente colgar sin esperar respuesta. 

 En otro lugar de la ciudad, una mujer rubia de ojos azules destrozaba todo lo que hallaba a su paso. Sus gritos resonaban en las paredes de la habitación. 

El arrepentimiento y la vergüenza aumentaban a cada segundo. 

De pronto la puerta se abre —. ¿Qué diablos estás haciendo?, has destruido mi cuarto. 

—Me importa una mierda —espetó ella —. Tú eres el culpable, si no me hubieras seguido como un maldito perro, ahora estaría casada y feliz. 

Una sonora carcajada se oyó —. Tú también quisiste querida mía, no te note enfadada cuando te follaba contra la mesa. Ahora te guste o no, estamos juntos en esto. ¿Tienes el dinero que le robaste a John? 

La muchacha poseída por la rabia tomó entre sus manos un cenicero de vidrio, dispuesta a lanzárselo y si tiene suerte romper su cabeza. 

Pero repentinamente el timbre de la casa sonó. 

Aquello los alertó a ambos. 

Se miraron con incertidumbre y vacilación. 

—Ve tú, es tu propiedad —masculló la rubia. 

—Me acompañarás —expresó con gesto hosco. En un par de zancadas llegó hasta ella y con fuerza la arrastró de la muñeca. 

Al llegar a la puerta y abrirla, vieron a dos sujetos enfundados en esmoquín y maletín en mano.

—¿Oliver Thompson y Cassandra Green? —preguntó el que los observaba con cierto recelo y evidente desagrado. 

—Si. 

—Necesitamos informales unas cosas. 

Oliver no entendía nada, sin embargo, les permitió el paso guiandolos a la sala de estar. 

Los hombres abrieron sus maletines y dejaron sobre la superficie de la pequeña mesa de centro unos papeles. 




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