Te encontré en la oscuridad

Capítulo 22

Luz meyer

Me siento feliz. Muy feliz. 

El tiempo que ha pasado ha sido completamente maravilloso. Camille es una excelente amiga, y jefa. Nos apoyamos mutuamente.

Los primeros días luego de el "abandono" de Rick —que por cierto, fue la mejor cosa que pudo haber hecho— actué con cierta cautela, y precaución, una parte de mí no se creía del todo que me dejara libre así como así. Sin embargo al pasar los días, y al ver que no daba indicios de ser una mentira, me tranquilice y comencé a vivir mi vida sin ataduras. 

Usar la ropa que yo quería fue la primera cosa de mi lista, luego maquillaje, no en exceso obviamente, pero sí máscara de pestañas y labial. También trabajar, si, un oficio que me diera el dinero para independizarme y comprarme lo que me viniera en gana. 

El trabajo que Camille me ofreció como mesera, me ha dado la oportunidad de volver a socializar con personas, y me encanta. 

Me he dado cuenta, que también como yo, hay personas dañadas y heridas, y es ahí, cuando un trozo de pastel, junto a una buena plática, eleva el ánimo. 

Karen, una adolescente de 15 años, comúnmente pasa a la pastelería por un pedazo de pie de limón. Cierto día, a la distancia, vi como lágrimas caían por su mejilla, creyó que nadie la veía pero yo sí. Desde aquel momento intenté acercarme a ella, hasta que me gané su confianza y me contó su historia. Su madre murió hace menos de 3 meses, la justicia decidió que debía quedar al cuidado de su padre, y su nueva madrastra, quien la maltrata, y al progenitor no parece importarle. 

Me confesó que quiere terminar con su vida para volver a los brazos de su amada madre. 

Afortunadamente Camille y yo logramos persuadirla, y ahora es nuestra clienta consentida. Nos visita después del colegio y todos los fin de semana.

—Luz, ¿Aún no te das cuenta? —me pregunta Karen con una sonrisa ladina en su rostro. 

La colorina le da un suave codazo. 

Las miro extrañadas, realmente no entiendo nada. 

—¿Qué? ¿De que no me he dado cuenta? —cuestiono confundida.

La niña le da un vistazo a Camille, esta le niega con la cabeza.  

Si hay algo que me desespera, es no saber qué se traen entre manos. 

—Hablen claro por favor. 

Karen suelta una risilla entre dientes —. De él —indica con un ademán de cabeza detrás de mí a un sujeto que últimamente viene cada día, y honestamente no me da buena espina. 

—¿Qué pasa con él?

—¿No has visto cómo te mira?

Niego. 

—Desde la primera vez que lo atendiste, no ha dejado de venir una y otra vez. 

Arrugo el entrecejo. Lo que menos quiero en este momento, es tener que lidiar con un hombre. No, no y no. 

—No me he dado cuenta, y no me interesa —espeto a la defensiva. 

Camille no se sorprende, sabe muy bien lo que me pasó y lo que pienso con respecto a una nueva relación amorosa. 

Karen me mira apenada, no es su culpa. Si entendiera el porqué de mi reacción probablemente jamás volvería a mencionar algo como eso.

—Lo siento… yo… —menciona con la mirada en el suelo. 

Con mi mano en su mentón levanto su rostro —. Tranquila linda, no pasa nada. Pero tienes que saber que no estoy interesada en nada nada que tenga que ver con el amor. 

—Entendido —lleva la mano a su cabeza e imita un saludo militar. 

—Chicas es hora de cerrar ¿Quieren un café? —pregunta Camille. 

—¡Siiii! —exclamamos ambas. 

—Iré por la cuenta del último cliente —quien coincidentemente es el sujeto que insinúan, viene aquí por mi. 

Me levanto de la silla, y camino hasta él. 

Ahora que lo pienso mejor, si noto sus mejillas algo sonrojadas. 

—Vamos a cerrar, ¿Le traigo la cuenta? 

—Si por favor —responde sin dejar de mirarme. Me incomoda y me remuevo incómoda en mi lugar. 

Vuelvo sobre mis pies hasta la caja donde Samantha, me entrega la boleta. 

Camino nuevamente a su mesa. 

—Tome —extiendo el papel, y espero. 

Cuando estira su mano para tomar la boleta sus dedos rozan con los míos, y lejos de sentir un cosquilleo, siento una terrible repulsión.

No quiero que ningún hombre vuelva a tocarme, ni siquiera una sola hebra de mi cabello. 

Lo observo estoica, intento controlar mis emociones para no salir huyendo. 

Pasan unos minutos en los que el tipo saca su billetera, me entrega un enorme billete de 100 dólares, pero si si cuenta es de 15. 

—Dejate el cambio, es tu propina. 

Lo miro anonadada. ¿Me está jodiendo?. 

—No, es demasiado. Le traeré el vuelto. 

Volteo, pero toma mi antebrazo reteniéndome. Me tenso, y miles de recuerdos pasan por mi mente. Rick tirando con fuerza de mi, Rick golpeándome, Rick escupiendome en el rostro. 

—¡Suélteme! —grito asustada. 

El hombre me suelta de inmediato y se disculpa. Camille aparece rápidamente, me toma por los hombros y me lleva a la cocina. 

Mi respiración se ha vuelto errática, mis manos tiemblan. Tengo miedo, mucho miedo. Quiero hacerme una bolita y desaparecer. 

—¡Luz mírame, mírame! —exclama mi amiga. 

Karen me entrega un vaso con agua. 

No puedo tomarlo, no puedo. Camille lo nota, toma el vaso y me ayuda a beberlo. Al terminar lo deja a un lado. 

—Tranquila Luz, estas segura. Él no está aquí. Él no está aquí —me repite. 

Abre sus brazos y me rodea con ellos. Siento la calidez de su afecto. Besa la coronilla de mi cabeza —. Tú puedes con esto Luz. 

No lo resisto, y estallo en llanto. Lágrimas caen de mis ojos, por el dolor y la pena de revivir todo lo vivido. Necesito ayuda, no puedo seguir así, creí que estaba bien, creí que estaba sanando, pero no fue más que una ilusión. 

Karen también se une al abrazo. Me siento tan afortunada, tengo dos maravillosas personas en mi vida. Y juro que lucharé por ellas para salir de este hoyo. No me dejaré vencer. Seré feliz, porque me lo merezco.




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