Te encontré en la oscuridad

Capitulo 25

John

No puedo dejar de verla, y siendo honesto, tampoco quiero dejar de hacerlo. 

La yema de mis dedos cosquillean, ansiosos por volver a sentir el tacto de su suave piel. 

Thomas me sonríe, mientras engulle como un desquiciado los trozos de pastel. 

—¿Qué pasó John? —pregunta entre cucharadas. 

—No lo sé. 

—Hmmm, ¿Seguro?

—Si, comamos. 

—Come tú, yo ya estoy terminando para pedir más porciones. 

Quiero estallar en carcajadas, jamás lo había visto comer con tanto entusiasmo. Ya veremos si es tanta la maravilla, pruebo un trozo de mi tarta de banoffe. El tenedor cae de mi mano, estoy sorprendido, el sabor del dulce de leche y plátano combinan a la perfección. La base de galleta de deshace en mi paladar, el placer es gigantesco. Había olvidado lo sabroso que pueden ser los postres. 

Bebo de mi café y continuo comiendo tarta. 

Mi rostro se mantiene al frente, pero mis ojos la siguen, están clavados en su espalda dispuestos a acompañarla en cada paso que da. 

Veo como entra a la que supongo es la cocina, yluego de unos minutos sale riendo. 

¡Dios!, qué ruido más bonito. 

Absorto en ella siento como Thomas me golpea el brazo. 

—¿Por qué sonríes degenerado? ¿Crees que no me di cuenta que no has dejado de mirar a la mesera desde que te llevo al baño? 

Maldito, me dolió.

—Bueno si es así ¿Cuál es el problema? 

Sus ojos se entrecierran —. En realidad ninguno —se encoge de hombros y continúa comiendo. 

Yo hago lo mismo, sin embargo la busco con la mirada. 

Ahora está atendiendo a un tipo, uno que sonríe demasiado y algo fingido. Detesto a la gente como esa, siento que son falsos, que detrás de esa careta se esconde un hipócrita y mentiroso.

Camina a la cocina y vuelve con el que creo, es el pedido del sujeto. Deja el plato en la mesa, y voltea para irse. Sin embargo unas palabras de él la detienen. Mis ojos van a su pie, que se mueve rápidamente. 

No se siente cómoda. Lo confirmo cuando sus manos van detrás de su espalda empuñadas. 

No lo pienso mucho, dejo el cubierto a un lado y me levanto. 

—¿A dónde vas? —pregunta mi amigo. Lo ignoro y con el bastón en mano me precipitó en su dirección. 

El imbécil se levanta y quiere tocarla, ella retrocede un paso. ¿Qué mierda se cree? 

Muevo el bastón que se mantiene en la superficie del suelo y golpeo fuertemente sus pies. El idiota cae y golpea su espalda con las patas de la mesa. Espero que le haya dolido. Se lo merece. 

Me hago el inocente y me disculpo, pregunto si se ha caído alguien. En respuesta, el hombre me insulta. Si que se enfado.

Pero sucedió algo que me deja impresionado. 

Ella me defendió como nadie nunca lo había hecho en toda mi vida. Y no conforme con eso eso, me toca el antebrazo y me sonríe como un intento de consuelo y apoyo.

¡Cielo santo!, ¡Es espléndida! 

Sacó las garras y me protegió de un abusador de no videntes. Me es inevitable sonreír, aunque fue algo fugaz, no quiero que piense que la situación me divierte. Aunque si me entretiene ver la cara descompuesta del tipo, es gratificante. 

Con que quería ser su amigo. Lo lamento, ya perdiste tu oportunidad. 

Él imbécil se va. Luz se ve apenada y se disculpa conmigo, pero le hago saber que está bien. Cualquiera se habría enojado si termina en el suelo por culpa de alguien más.

—No, no está bien. No debes permitir que nadie te trate mal. Eres una persona que merece respeto, sin importar la condición en la que te encuentres. 

Un cosquilleo se siente en mi estómago. Mi boca se enrosca en una sonrisa. Una real, una que perdí desde que me enteré del engaño de Cassandra. 

Ella me ve con los ojos ligeramente abiertos, su boca está entreabierta. No dice nada, yo no digo nada, tan solo nos quedamos viendo fijamente. Se que cree que no puedo verla, pero lo hago. 

Los segundos pasan, su mejillas se tiñen de rojo, y aparta la mirada avergonzada. 

Mi corazón late con locura, mis ojos brillan al verla.

¡Aquí es! —susurra una voz en mi mente. 

Acabo de encontrar un tesoro, y juro por Dios que haré que se enamoré de mí. 

—Yo…yo debo volver a la cocina. ¿Necesitas ayuda? ¿Adónde ibas? 

A espantar al jote. Apreto el bastón y pienso rápido en una mentira —.  Iba iba al baño. 

—Déjame ayudarte.

—No, no, ya conozco el camino. 

 —Está bien, cualquier cosa me llamas, mi nombre es Luz.

Creeme que sé muy bien tu nombre, no lo he olvidado. 

—De acuerdo Luz, gracias.

Voy al baño, estoy un minuto dando vueltas y salgo. 

Vuelvo a la mesa para seguir comiendo de las delicias. Agradezco que mis lentes sean negros, de lo contrario, me demandaría por acosador, por seguirla en cada paso. 

Thomas vuelve a pedir más dulces, aprovecho la instancia para apreciar su linda sonrisa. 

Es momento de irnos. Desearía no hacerlo. 

Mi amigo pide el total. Yo quiero pagar, pero no me deja. Finalmente él saca un fardo de billetes de su billetera, con propina incluida.

Luz se niega a aceptarlo. 

No obstante Thomas la persuade, porque si, su atención ha sido excelente, ella es amable, y carismática. Pese a mi condición jamás me hizo sentir incómodo o inferior, al contrario, se mostró dispuesta a ayudarme. Y eso, es impagable. 

Nos levantamos y caminamos. Más me doy cuenta que el alcahuete de mi acompañante se voltea. 

—Por favor, dígale al chef que cocina como los Dioses, he quedado maravillado. 

Mis cejas se levantan, y mis ojos van a la cocina. 

Una pelirroja asoma la cabeza con una cuchara de palo entre sus manos, que llevan unos guantes de cocina. 

¿Es ella la chef? 




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