Te encontré en la oscuridad

Capítulo 26

Luz

Cinco minutos. 

Cinco largos y benditos minutos en los que veo  a Camille dar vueltas por la cocina saltando y chillando como una niña pequeña. 

De pronto se detiene y me mira. Sus mofletes pecosos están colorados y cubiertos por una fina capa de sudor. 

—¿Enserio dijo eso? 

La observo con ganas de ahorcarla. 

—Si, dijo que cocinas como los Dioses, y que quedó maravillado. 

—Ay virgencita, concédeme mi petición, si lo haces prometo no decir más malas palabras. 

Pongo los ojos en blanco. Ahora es cuando un soplo de aire llega a ella, y la rosa aparece mágicamente. 

—Mierda, no veo ninguna rosa, ¿Y tú? 

Me encojo de hombros —. Tampoco. 

—Son unos mentirosos. Pero bueno, sé que volverá. Todos vuelven por más pasteles. Razón tenía mi abuelita cuando decía, "A un hombre se le conquista por el estómago"

Asiento en aprobación, ciertamente su abuela era una mujer muy sabia. 

Las horas pasan, y el trabajo es arduo. Platos por aquí, platos por allá. 

Al fin llega Karen, la esperamos con un trozo de pie de limón y un té. Es hora de que se relaje luego de una jornada en la preparatoria. No tiene muchas amigas y eso se debe a su retraimiento social. Es una niña muy solitaria. 

—¿Qué le pasa? —me pregunta la castaña viendo en dirección a Camille, que se mantiene con la vista a la nada. 

—El amor, creo que ve pajaritos en el aire. 

—Uff, si que le pegó duro. 

—Si, hablando de ti, ¿Qué tal la escuela?, ¿Has hecho amigos nuevos? 

Niega. 

—Nadie quiere juntarse con la niña emo. 

—No digas eso, no te desvalorices, eres una muchachita increíble. Ya verás que pronto todo mejorará. 

—Luz, eres demasiado optimista, la vida es una porquería. 

Quiero decirle que lo sé de primera mano, quiero confesarle que lo viví en carne propia, pero no puedo. No aún, es muy pequeña para enterarse de cosas tan terribles. 

El resto del día lo pasamos juntas, al cerrar llevamos a Karen a su casa. Esperamos a que entre y nos quedamos afuera a la espera de que las cosas estén en calma. A la primera señal de alerta no dudaremos en plantarle cara a su padre. Lo hemos hablado, estamos buscando una solución. Sin embargo, tratar con la justicia es difícil, y mientras no haya otro familiar dispuesto a cuidar de ella, es casi imposible que podamos sacarla de ahí. 

Me da mucha pena dejarla en las garras de esa madrastra mal nacida. Ya llegará la hora en que pagara por todas sus fechorías. 

Una hora después ya estamos en casa. Camille se ofreció a preparar la cena. Según ella debe practicar más y más para luego cocinarle a su futuro esposo Thomas. No tengo objeción, pero es primera vez que la veo tan entusiasmada con algo, creí que era un simple amor platónico.

No puedo juzgarla cuando yo estoy en su misma situación. 

John…susurro su nombre.

No sé qué es lo que me pasó con él, no encuentro palabras para describirlo.

Gracias a Dios que no pudo verme, de lo contrario hubiera notado cómo no pude dejar de verlo y lo sonrojado de mis mejillas. 

Sus manos en las mías, el cosquilleo que traspasó mi piel, mi corazón latiendo desbocado dentro de mi pecho. 

¿Qué te pasó Luz? 

No puedes, no debes bajar la guardia. ¡Lo que sea que sentí debe morir ahora ya!. Más aún si pienso en mi, no soy más que una simple mesera, él es John Anderson. Uno de los hombres más guapos y adinerados del país. 

¿Quién soy yo para llamar su atención?, La respuesta es nadie. No soy nadie.

No tengo unos relucientes ojos azules, un cabello dorado, y sedoso. Senos abundantes y curvas delicadas. 

Tengo los ojos y cabello oscuro. Busto relativamente normal, caderas y trasero prominentes. No soy lo ideal para un hombre de esa categoría. 

En fin, no volveré a pensar en él. Seguramente ya se olvidó de quién soy, y probablemente no recuerda ni mi voz. Dudo que vuelva a verlo en la pastelería. Tal vez al comilón de su amigo sí. 

Me ducho y me pongo un pijama cómodo. El olor a la comida inunda toda la casa. Realmente Camille está entusiasmada. Espero que pronto pueda caer de la nube y entender que no tenemos oportunidad alguna. 

Salgo de la habitación, una melodía romántica suena en la cocina.

¡Es peor de lo que creí!

La pelirroja baila mientras pone los platos en la mesa. 

—Amiga debiste haber esperado a que yo te ayude. 

—Tranquila Luz, me siento… relajada y feliz. ¿Crees que soy tonta por ilusionarme con unas simples palabras? 

Supiera que yo me ilusioné con un hombre que ni siquiera puede verme. 

—No eres tonta. Además ¿quién no se pasaría películas con semejante bombón? 

—¡Hey! —me apunta con su dedo índice —. No codicies lo que es mío. Será mi esposo, lo decreto. 

Una carcajada escapa de mis labios. 

—No te rías, mira que te vi bien atontada con John.

Mi risa se detiene abruptamente. Si ella lo notó ¿También Thomas?, el calor me sube al rostro, ¡Qué vergüenza!, espero que no. Y si lo notó, cruzo los dedos para que no le cuente nada de nada a su amigo. 

Nos sentamos a la mesa y comemos sin volver a tocar nuevamente el tema. En cambio, platicamos acerca de las nuevas recetas que Camille desea incluir en el menú. Al terminar lavo los platos, y me voy a mi habitación. 

Me preparo para dormir. Antes de meterme a la cama, camino a la ventana. Contemplo la noche con sus millones de estrellas descansando inmóviles. 

Pienso en él. 

¿Habrá sentido lo mismo que yo, pese a que no pudo verme?

Sacudo mi cabeza y me doy un suave golpecito en la frente. 

No seas tonta Luz. 

Vuelvo sobre mis pies y me meto a la cama. Mañana es un nuevo día, y de seguro nada nuevo sucederá. 

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Dos almas destinadas a estar unidas, a encontrarse, a amarse. Un lazo invisible que los une más allá de este universo…Un día, después de muchas vidas, de muchos aciertos, y errores, se encontraron, y sus cuerpos se tocaron. 




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