Te encontré en la oscuridad

Capitulo 29

John se encuentra sentado frente al mesón de la cocina, la comida de su plato está intacta. Aunque la señora Lisbeth le ha puesto una media luna acompañado de una taza de café, él se ha negado. Es muy importante que cumpla con la rutina que ha tenido durante los últimos días. 

Resulta que luego de la salida al parque, las cosas han avanzado considerablemente con respecto a la relación que ha forjado con Luz. Se podría considerar que son algo así como, amigos. 

Ella lo saluda con muchísima alegría, e intercambian un par de palabras, si tienen suerte, y la pastelería se encuentra medio vacía, se sienta junto a él para conversar de diversos temas que los ayuda a conocerse aún más. 

Se nota ansioso, en sus manos lleva una bolsa de regalo con el logo impreso de una de las librerías más costosas de la ciudad. 

Aún recuerda el día que conversaron acerca de sus intereses, los ojos de Luz brillaron al mencionar la pasión que tiene por la lectura. 

Una romántica empedernida como se llamó a sí misma. Con ayuda de su amigo, adquirió la saga de Los Bridgerton, una colección que está siendo furor en todos los países al tratarse de novelas ambientadas en Inglaterra a principios del siglo XIX dónde se relata las vidas amorosas de una familia numerosa en Londres, formada por varios hermanos y hermanas que se debaten entre el amor, el deber y la vocación.

Según la muchacha que los atendió, es la saga del momento y la más solicitada. 

—Lisbeth me retiro, muchas gracias por el desayuno pero comeré en otro lado. Que tenga un buen día, llegaré tarde. 

— De acuerdo señor. 

—Lis, le he dicho muchas veces que no me llame así, dime John, a secas. 

Asintió y vió como se marchaba con una sonrisa en su rostro. La incertidumbre de no saber qué estaba pasando, le hizo tomar su teléfono y marcar rápidamente un número. 

Un pitido, dos pitidos. 

—¿Si diga? —se escuchó al otro lado de la línea. 

—Señora Leonore, necesito decirle algo. 

—Dime Lisbeth, ¿Le pasó algo a John? ¿Volvió a beber?, creí que estaba bien. 

—No, no —se apresuró a negar —. Todo lo contrario, él está muy bien. Es solo que … —hizo una pausa —. Últimamente sale todas las mañanas, vuelve tarde, y hoy ha comprado un regalo que pude distinguir a simple vista, es caro. Yo no quiero que él vuelva a sufrir como con Cassandra. 

—Entiendo, no te preocupes. Yo me encargo de todo. Has hecho muy bien en contarme. Gracias.

Cuando la llamada finalizó, Leonore quería pegar un grito en el cielo. ¿Tan necio era su hijo para volver a fijarse en una mujer? ¿Que acaso no había aprendido?

No es que menosprecie a su primogénito, pero siendo realista, ¿Qué mujer, que no sea interesada, fijaría sus ojos en un hombre ciego?, solo una arribista con ganas de lujos y poder. 

—!Maldición!, la rueda de prensa no sirvió de nada, muchacho tonto. 

—¿Qué pasa madre? —preguntó Sara, quien se mantenía a su lado mientras bebía una infusión de menta.

—Tu hermano, eso pasa —espetó molesta. 

—¿Will?

—No… John.

—¿Qué pasa con él? 

Leonore le relató lo hablado con Lisbeth. 

—Madre, quizás te estás anticipando, tal vez es una amiga. 

—¿Y obsequiarle algo costoso?, no seas ingenua. Pero esto lo resuelvo ya mismo, no permitiré que vuelva a sufrir, sobre mi cadáver. Acompáñame, ya se quien me dirá toda la verdad. 

Sara resopló, dejó su taza a medio beber, y se levantó. 

La mujer la agarró del brazo y juntas subieron al automóvil luego se indicarle al chófer que debía ir a la Clínica UCLA.  

Veinte minutos después, en una sala privada Thomas desvía la mirada intimidado. 

—No me iré hasta que me digas la verdad. 

La señora, que aparentemente se ve dulce y amable, es una fiera cuando de interrogar se trata. Aquellos veinte minutos ha sido un martirio oír hasta de lo que se enfermará su abuela por no dar a conocer lo que sabe. 

Leonore suelta un suspiro, si que este hombre es un buen amigo, nada de lo que ha dicho lo ha llevado a revelar la verdad.

—Thomas, estoy orgullosa de ti, eres un amigo excepcional, y quiero que entiendas que no quiero que John vuelva a sufrir, se que le gusta una jóven, y que todos los días va a verla, ¿Adónde?, no lo sé. Es por eso que acudo a tí, necesito saber quién es, qué es lo que hace, y que ve realmente en él. No quiero que otra Casandra vuelva a cruzarse en su camino. 

El médico se acaricia el puente de la nariz. No quiere ser traicionero, sin embargo entiende el punto de ella, comprende su preocupación de madre. 

—Le diré, pero jamás revele que fuí yo. John no me lo perdonaría. 

Asintió, seria. 

—Es una mesera, atiende en la pastelería "Peace&Cake". No sé nada más. 

Los ojos de la mujer se abrieron desmesuradamente —. Lo sabía —gritó —. Es una interesada, y ambiciosa. Gracias Thomas, y todo lo que te dije es mentira, aunque si funcionó. 

Sara tomó a su madre de la mano, y salieron de la clínica. 

En el automóvil rumbo a casa, una "espléndida" idea se le ocurrió.

—Ya sé lo que debo hacer y tú me ayudarás. 

—No.. no me hagas partícipe. 

—Ni siquiera has oído de qué trata. 

—Lo que sea no me importa. 

Su madre  chasqueó la lengua, de alguna u otra manera la convencerá, de eso está segura. 

En la inmensa mansión, la dama corrió a su habitación favorita—"el dormitorio closet" —con su hija siguiendo sus pasos. 

Dejó su bolso caer al suelo, y se abalanzó a  abrir las puertas del armario. Tomó un pantalón y lo tiró a los brazos de su hija. 

—Necesitaré esto. 

Agarró una sudadera blanca —. Esto también.

Se decidió por unas sencillas zapatillas planas —. Perfectas. 

—No entiendo nada, ¿Qué haces? 

—Disfrazarme hija —contestó a la vez que tomaba una peluca de color caoba.

—¿Para qué? ¿Qué locura tienes planeada ahora? 

Se detuvo y la miró —. Sabes, fingir ser algo que no somos, trae muy buenos resultados.




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