Te encontré en la oscuridad

Capítulo 30

Luz

John Anderson…. El nombre del chico que me hace suspirar. Al que espero ver todas las mañanas en la pastelería. 

No puedo negar que me hace sentir cosas… me gusta, y creo que mucho. Sin embargo, no creo que me vea más allá de una amiga. Digo amiga, ya que un hombre como él, puede aspirar a mujeres tipo súper modelos. Una mesera clase media no tiene un mayor puesto que el de la "Friend Zone".

Es un hombre muy simpático, chistoso, amable y para nada engreído o presumido.

Cada vez que tengo la oportunidad me siento junto a él en la pastelería y charlamos de la vida. Me relató con sus propias palabras lo sucedido con su ex novia. ¡Que terrible!, el enemigo lo tenía bajo sus propia nariz, y durmiendo junto a él. Afortunadamente se enteró a tiempo, antes de la boda, y aunque el estallido de aquel día es digno de una telenovela, debo admitir que se lo merecían. Lo que sí lamento y mucho, es el accidente posterior a eso, el karma sí que hizo lo suyo.

Hoy lo veré nuevamente, por lo que me siento ansiosa. Un revoloteo me recorre la boca del estómago. Si, parezco una adolescente en pleno enamoramiento, claro que en este caso, es algo unilateral.

Pero no me importa, me conformo con eso, con tal de encontrarlo todas las mañanas en mi trabajo. 

Me levanto de la cama de un brinco, mis piecitos corren al baño para ducharme y vestirme. El agua corre por mi rostro, y la sonrisa no se me borra ni con el jabón que me entra a la boca. 

Comienzo a hablar sola, como hago cada vez que me ducho. A veces pienso que debí haber tenido una amiga imaginaria cuando pequeña, porque yo juro que alguien escucha las tonterías que digo en la soledad. 

Me visto con una blusa de mangas largas color negro, y un jeans azul marino. Bajo las escaleras, y veo a Camille en la entrada, salimos de casa y juntas caminamos a su vehículo. La razón por la que llegamos media hora antes de abrir es porque nos servimos desayuno mientras charlamos y vemos un par de reels chistosos. 

—¿Nerviosa? —pregunta cuando queda solo un par de minutos para abrir las puertas. 

Suelto un suspiro —. Que te puedo decir… si sigo así, le entregaré mi corazón sin siquiera ser correspondida. Dime, ¿Quién en su sano juicio se enamoraría de John Anderson? 

—Tú —respondió con una sonrisa ladina. 

Una punzada me cruza el pecho. Sé que dije que no volvería a creer en el amor. Pero lo que siento con él fue algo que no planeé. Desde el primer momento que nos cruzamos fue como si estuviésemos destinados. Mi corazón retumba cada vez que lo veo, peor aún si hablamos, uso toda mi fuerza de voluntad para calmar mis nervios. Si él pudiera ver, de seguro que notaría lo boba que me pone. 

—Ya sé que estoy loca. Pero amiga, no lo puedo evitar. 

—!Noo!, no estás loca, o ¿Por qué crees que viene diariamente si no es para verte?, yo si que estoy loca, terriblemente. Imagínate, detrás de un hombre que me deja el visto en WhatsApp. ¿Y si mejor no le armó más pedidos?, tendrá que venir hasta aquí —sus ojos brillan con una mezcla de travesura y maldad. 

¡Ay Dios! Thomas no sabe lo que le espera. Camille es una mujer decidida, fuerte, y empoderada. Sabe lo que quiere y va por ello sin pensar en las consecuencias.

Me levanto, lavo los platos, las tazas y me apresuró a abrir. 

No pasará mucho hasta que lleguen los primeros clientes, y no me equivoco cuando quince minutos después, una pareja de abuelitos buscan deleite en una torta de chocolate. 

Me muevo siempre con una sonrisa, de una mesa a otra. Mis ojos van a la entrada, buscándolo. 

Mi mundo se detiene cuando lo veo caminar moviendo su bastón. El sweater abotonado que cubre su torso —evidentemente ejercitado—lo hace lucir muy bien.

Hago como que no lo he visto, y aunque sé que él jamás notaría mi reacción, no puedo evitar la sonrisa que se extiende en mis labios. 

Vuelvo mi rostro a la cocina, dónde Camille me da una mirada significativa. No hace falta que me diga "Te lo dije", ya lo he entendido. 

Espero a que pasen unos minutos, y voy a su mesa, la que siempre ocupa. 

—Buenos días John. 

Busca mi voz alzando su rostro, me sonríe amenamente. 

—Hola Luz, ¿Qué tal tu mañana?

~{Mejor ahora que estás aquí}~

—Bien, igual que siempre…¿Qué te sirves?

—Un café y un trozo de tarta de yogurt. 

—Vuelvo en un momento. 

De vuelta en la cocina, Camille se burla de mi restregandome en la cara que ella tenía razón. ¿Será así? ¿Podré yo gustarle a John? 

La idea de que así sea me pone como un manojo de nervios. 

Con el pedido ya listo vuelvo a su mesa, y lo sirvo. 

Echo un vistazo alrededor, la pastelería no se encuentra con tanto flujo de gente, por lo que puedo permitirme sentarme a su lado. 

—Permiso. 

—Adelante... Luz te quería preguntar si puedo contactar a un abogado para que las ayude con el tema de Karen. 

—¿Ah? 

—Si, creo que debemos hacer algo, y pronto. 

Tiene razón, Karen no ha vuelto a la pastelería, y no contesta mis llamadas. Cuando fuimos a su casa, la bruja de la madrastra no quiso recibirnos. 

—No sé si un abogado John, la justicia no está de nuestra parte. Necesito un investigador privado para contactar a algún familiar de su madre. No me creo eso de que no existe nadie. 

—Entonces contrataré al mejor detective. 

—¡No! —exclamo —. Eso lo haremos nosotras, no te preocupes. 

—Déjame ayudar por favor.

—No John, eres un amigo increíble, y no puedo permitir que te hagas cargo de algo que no te corresponde. 

No quiero aceptar. No quiero que piense que soy una interesada, por qué lo que busco de él no es su dinero. 

—Agradezco tus intenciones, pero nosotras nos haremos cargo. 




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