Te encontré en la oscuridad

Capítulo 34

Los rayos luminosos del sol se filtran por la delgada tela blanca impactando en sus rostros.

Poco a poco sus ojos se abren, se da cuenta de dónde está y con quién. 

Mira hacia abajo y ve una frondosa y oscura cabellera negra. Sonríe extasiado, cual muchachito en pleno enamoramiento. 

La observa dormir tan plácidamente que se queda quieto en su sitio, pues teme que de moverse un centímetro, su dulce princesa despierte.

El tiempo pasa, y su brazo ya se ha adormecido, siente un intenso hormigueo, sin embargo se niega a moverse. 

Segundos más tarde, ella se remueve, abre sus ojos y le regala la sonrisa más hermosa. 

—¿Despertaste? —preguntó él, fingiendo que no la ha visto. 

—Si. 

—Buenos días, ¿Cómo dormiste?

—Muy bien y cómoda —respondió, se incorporó y John se quejó de inmediato. 

—!Oh!, ¿Cuánto rato llevas abrazándome? 

—No lo suficiente —movió su brazo de arriba abajo a medida que el hormigueo desaparecía. 

—Te ayudaré —tomó su brazo y lo masajeó con delicadeza —. Debiste haberlo quitado. 

—¿Y que despertaras?... no. Se siente muy bien tenerte acurrucada a mi lado. 

Luz sonrió. 

—¿Quién nos cubrió? 

—Creo que Lisbeth. 

Durante la noche, luego de comer, ambos se acostaron sobre los cojines, se abrazaron y conversaron por largas horas hasta que la oscuridad cayó sobre ellos e inevitablemente sucumbieron al sueño. 

—¡Qué atenta!, debe haber esperado mucho. 

—Ella es así, me quiere mucho. Después del accidente, no se queda tranquila hasta que llego a casa. 

—¡Qué linda!, eres muy afortunado. 

—Lo soy, estoy rodeado de mujeres que me quieren —contestó con una sonrisa ladina. 

Luz se carcajeó y se aproximó a su rostro para besarlo. Al separarse inquirió —. ¿Y yo soy parte de esa lista? 

—Eso espero.

—Claro que si soy parte.

—Ya lo sabía mi princesa, yo también te quiero, pero no te diré cuánto, porque cuando lo haga me aseguraré de que nunca lo olvides. 

La pelinegra suspiró —. John, ¿Dónde has estado que no nos encontramos antes?

—Perdiendo el tiempo con la mujer equivocada. 

—Y yo con el incorrecto.

—Pero ahora estamos juntos. 

—Si, juntos. Espera… —lo miró con sus ojos bien abiertos —. ¿Eso significa que ahora debo conocer a tu familia?

John lo meditó por unos segundos. De seguro su abuelo trataría de ver a través de ella como lo hizo con Cassandra, y la sola idea de pasar por el mismo dilema le producía un tremendo malestar. 

—Más adelante, ahora no es necesario. 

Luz respiró aliviada, no porque no quisiera conocer a la familia de John, sino porque aquello significaba que él también debía conocer a su familia, y eso es algo que aún debe arreglar, aunque no sepa cómo. 

— De acuerdo, lo esperaré con ansias. 

—Te tomaré la palabra. ¿Tienes hambre? 

—Si, mucha. 

—Vaya, eres muy buena para comer, te ves… —cerró la boca de inmediato, por poco le confiesa que tiene una figura estupenda. 

—¿Me veo?, John no bromees con eso. Ya quisiera yo que me veas, y te des cuenta de que no soy la gran cosa. 

—Para mi lo eres, eres preciosa, hermosa, bella y todo lo que se asemeje. 

Luz soltó una risita entre dientes que fue interrumpida por el retumbar de su estómago hambriento.

—Alguien tiene mucha hambre. Vamos a desayunar, Lisbeth debe estar ansiosa por platicar contigo.

Con las mejillas sonrosadas, la pelinegra asintió. Se levantaron y tomados de la mano caminaron al interior de la mansión. 

—¡Buenos días dormilones! ya son las 11.00 de la mañana. 

La muchacha por poco deja caer la mandíbula al suelo —. ¡Dios mío!, es muy tarde. Camille debe estar hecha una furia, tengo que irme. 

—Pero espera, ¿No la puedes llamar? ¿Avisarle que llegarás un poco más tarde? 

—No, tengo que ir, no tiene otra mesera más que yo. 

Sacó su móvil de su cartera y vio las 8 llamadas perdidas de su amiga. 

—¡Madre mía!, me voy. Señora Lisbeth discúlpeme por favor. Le prometo que otro día vendré y tomaremos desayuno juntas ¿Le parece? 

—Si, sí claro, vaya con Dios mi niña. 

—Muchas gracias. 

—Te iré a dejar con mi chófer, llegaremos en un momento. 

—Eres el mejor.. vamos, vamos. No me gusta llegar tarde.

De la mano avanzaron a grandes zancadas hasta el vehículo. Unos minutos más tarde ya se encontraban frente a la pastelería. 

—¿Quieres que venga por ti a la hora del almuerzo? 

—Si tú quieres, yo feliz. 

—Vendré mi dulce princesa. 

Se dieron un largo beso, en el cual Carl el chófer debió entrar a Youtube y ver shorts para evitar escuchar lo que su jefe y su novia hacían en el asiento trasero. 

Se separaron, y Luz corrió apresuradamente al local. 

Un par de clientes ocupaban las mesas del interior, sus pedidos ya se encontraban servidos. ¿Camille los había atendido? 

¡Santo cielo! 

Apresuró sus pasos, saludó a la cajera y entró a la cocina. 

La música inundaba la estancia, la pelirroja metía una bandeja de cupcake al horno mientras tarareaba una canción. 

—¡Camille! —exclamó Luz, lo que provocó que por poco su amiga dejara caer la bandeja.

—¡Carajo! —cerró la tapa del horno y volteó. 

—Luz, ¿Qué haces aquí?

—¿Cómo qué hago aquí?, vengo a trabajar.

De pronto una voz conocida se escuchó a su espalda. 

—¡Luuuz!. 

Se giró y se encontró con Karen vistiendo con su delantal. 

—¡No puede ser! —se aproximó a ella, la abrazó y besó, acunó su rostro entre sus manos y le preguntó —. ¿Cómo estás? ¿Dónde estabas? ¿Por qué desapareciste? ¿Te hicieron algo? 

La adolescente se rió con gracia y negó con su cabeza —. Estoy bien, es solo que mis notas han bajado, por lo que me castigaron sin móvil y sin salidas.




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