El tiempo transcurre, y como en cualquier historia de amor, John y Luz se enamoran con cada día que pasa.
La pastelería se ha vuelto un segundo hogar para ambos, un lugar donde pueden disfrutar de las miradas furtivas y de los besitos casuales.
Pero no todo es amor y felicidad. Tarde o temprano el pasado que nos persigue nos da la cara. Y es ahí, cuando el momento de demostrar la fuerza y valentía se hace presente.
Ahora mismo en la mansión, John, Luz y Camille esperan a Thomas. Una reunión entre amigos, aunque este último no tiene idea de que aquella es una instancia en la que han confabulado para que la colorina pueda tener un acercamiento más íntimo con el médico. Sin embargo ninguno imagina que nada saldrá como lo han planeado.
—¡Dios!, tengo los nervios de punta. Dime Luz, ¿Me veo bien?
—Te ves más bella de lo que ya eres.
Camille sonrió complacida mientras observa la imagen que se refleja en el espejo del inmenso baño.
Ataviada en una blusa tipo corset con cordón delantero en tono blanco marfil, y un jeans ajustado a su cuerpo como una segunda piel. Las exuberantes curvas que mantiene ocultas tras un delantal de cocina han quedado a la vista.
Es la hora de usar sus atributos como un arma de seducción, y aunque no es partidaria de seducir bajo la carne, ya no ve otra manera de que Thomas caiga en sus encantos, pues le ha mostrado su lado más amable, y cordial. Incluso ha buscado hacerlo reír, y le ha preparado recetas inéditas que nadie más ha tenido el honor de probar.
Tal vez viéndola en un lugar que no es la pastelería y en una ocasión en la que puedan compartir amenamente, podría verla de otra manera. Podría verla como ella deseaba.
De pronto la puerta del baño fue golpeada.
—Thomas viene en camino, llega en unos minutos.
—De acuerdo amor, ya vamos —alzó la voz, Luz.
—Amiga estás preciosa, y sexy. Lista para devorarte a ese pastel —se carcajeó —. Ahora vamos.
La pelirroja soltó un suspiro y asintió. Salieron del baño para caminar al salón donde la mesa se encontraba preparada con diversos tragos, vino y piezas de cóctel dulces y saladas.
Luz se acercó a John, quien la recibió con un abrazo, mientras que Camille daba vueltas en círculo, nerviosa. En algunos momentos mordía sus uñas, se sentía una loca, por perseguir a un hombre al que claramente no le interesa.
~{¿Cómo no he de gustarle, tan solo un poquito?} ~ pensó.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando el timbre sonó y la puerta fue abierta.
—¡Bienvenido amigo! —John sonrió y lo saludó con un apretón de manos.
—Hola John, hola Luz, hola … —las palabras quedaron atascadas en su garganta cuando vio a Camille.
¿Qué hacía ella allí?, Se preguntó. De inmediato desechó aquella tonta pregunta, puesto que era lógico que al ser la mejor amiga de Luz, estuviera presente.
—Hola Camille.
—Hola Thomas, que gusto verte.
No pudo contestar que igualmente, porque estaría mintiendo descaradamente. Conocía de antemano las intenciones de la colorina. Y para ser honesto, es una mujer muy atractiva, con un cabello tan rojo cual fuego, que ahora lo lleva suelto cayendo en ondas por sus hombros. Su cuerpo, su figura es tan insinuante como peligrosa.
Cree que debe alejarse de ella por respeto a su difunta esposa.
En lugar de corresponder, cambio de tema dirigiéndose a su amigo.
—Muero de hambre —declaró mirando la mesa.
John sonrió, ya lo suponía.
—Siéntense a la mesa entonces.
El pelinegro se sentó en un lado acompañado de Luz, y Thomas al frente.
Camille se debatió qué asiento ocupar. Si al lado de su amiga o al lado del hombre al quiere conquistar.
Finalmente decidió sentarse junto al pelinegro.
Un pequeño momento de tensión se instaló entre los cuatro, momento que gracias a Luz cambió.
—Thomas, ¿Tuviste muchos pacientes hoy?
—Cuatro. Una operación de apéndice, una pequeña niña con un esguince en el tobillo, lo siguiente no sé si deba contarlo.
Todos lo animaron a hablar.
—Un hombre de cuarenta años llegó con los dedos de una mano colgando en unas pocas tiras de músculo y piel. Se quedaron atascados en una sierra de madera.
Un jadeo se escuchó.
—¿Perdió todos sus dedos? —preguntó la colorina.
—Logramos salvar dos, aunque fue una tarea más difícil de lo que pensé. Uno de esos dedos tenía una argolla de matrimonio. Ya se imaginarán.
—¡Dios mío! —susurró Luz, arrepentida por haber propuesto aquel tema de conversación.
Rápidamente John propuso un nuevo tema en el cual comenzó a platicar con Thomas de los nuevos negocios en los que su hermano Will quería apostar. Su amigo, además de ser un excelente profesional en el área de la salud, también es un excelente inversionista.
Si, mantiene inversiones en unas cuantas empresas, algo de lo que nadie tiene idea, más que la familia Anderson.
El ambiente se volvió ameno y cálido. Entre plática también bebían vino y licor.
Thomas olvidó la hostilidad que tiene hacia la pelirroja que se mantiene a su lado.
La música comenzó a sonar, y las luces bajaron de intensidad.
Luz con cuidado guió a John a una parte del salón donde había espacio suficiente para bailar.
Camille aprovechando la circunstancia invitó a Thomas a la improvisada pista.
—¿Bailamos?
El aludido que ya llevaba unas buenas copas encima, y olvidando la distancia que supuestamente debía tener, aceptó.
~{¿Por qué no?}~ pensó envalentonado por el licor que ya comenzaba a hacer estragos en sus sentidos.
Él no acostumbraba a beber, y cuando lo hacía, era con mucha prudencia…Hasta hoy.
Camille tomó su mano, y lo impulsó a levantarse para caminar. No se negó, se dejó llevar sin objeción.