Te encontré en la oscuridad

Capítulo 39

—¿Qué crees que sucedió?, se veía muy alterado —preguntó la pelinegra. 

—No lo sé, pero creo que nada bueno. ¿Y Camille? 

—No la veo, tengo que ir con ella. Espérame por favor. 

Él asintió, confundido. Su amigo se veía muy aturdido, y desde que lo conoce, la única vez que vio en él una expresión tan sombría, fué cuando Evelyn murió. 

~{Mierda Thomas, ¿Qué pasó ahora?}~ pensó.

Luz caminó a paso rápido, presentía que algo malo había ocurrido, y al ser su mejor amiga por supuesto que no la dejaría sola. 

A la distancia la vió tumbada en el suelo hecha un ovillo. En un par de zancadas llegó hasta ella. 

—¿Camille? ¿Estás bien? —Se agachó a su lado y esperó una respuesta que no llegó. 

La colorina mantenía su rostro pegado al frío césped, recordando una y otra vez lo sucedido. 

—¿Amiga? —insistió. 

De pronto escuchó un sollozo, y decidida la volteó con cuidado. Jadeó cuando los ojos enrojecidos y llorosos de Camille la miraron apenada. 

—¡Dios mío! ¿Qué ocurre? 

—Me…me besó —contestó con una media sonrisa llena de pesar. Su anhelo se cumplió, pero tan pronto como tocó el cielo con sus manos, todo se derrumbó y cayó dándose de bruces contra el suelo. 

—Pero eso es bueno, es lo que estábamos esperando. 

—No Luz, él no me quiere —inquirió con una horrible sensación en el pecho. En

—¿Por qué dices eso?

—Se arrepintió de besarme, me dejó aquí… sola. 

—No digas eso, quizás, sucedió algo —Luz sabe que Thomas es viudo, tal vez eso tuvo algo que ver. 

—Nunca me querrá, no lo hará.

—No te precipites, no pienses así antes de tiempo. 

Camille no quería oírla. Para ella los actos dicen más que las palabras, y la mirada de espanto con la que Thomas la miró, le dolió más que cualquier otra cosa. 

—Debo irme —musitó incorporándose.

—No puedes marcharte así. 

—Luz, eres mi mejor amiga, entiéndeme por favor…quiero estar sola. 

—Pero no puedo dejarte así. 

La colorina tomó sus manos —. Claro que puedes, tienes un maravilloso hombre esperando por tí, no pienses en mí, esta es tu noche… Yo iré a dormir, necesito descansar. Estaré bien.

—¿Me prometes que puedes estar sola? 

—Te lo prometo, mañana estaremos juntas y te contaré con detalle lo que ocurrió.

—De acuerdo —contestó no muy convencida de dejarla ir, pero no puedo obligarla a hacer algo que no quiere. 

Camille la abrazo mientras una lágrima se deslizó por su mejilla, que limpio de inmediato con el dorso de su mano. La miró y le sonrió. 

—Pasalo bien por favor, tú más que nadie se lo merece. 

De la mano volvieron a la mansión. La colorina tomó su chaqueta y su pequeña cartera, se despidió de John y marchó a su hogar en el vehículo conducido por Carl. 

En el camino limpiaba las lágrimas que asomaban por sus ojos. Siente su corazón roto, como un cristal que se ha caído y se ha roto en mil pedazos. 

~{Qué tonta, no tengo porque sentirme así, si nunca fuimos nada… seguiré adelante, y buscaré alivio}~

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Por otra parte, Luz se encontraba inquieta, preocupada y afligida por su amiga, ella conoce muy bien el dolor de un corazón roto. 

—Amor, tranquila, mañana sabremos con exactitud qué pasó. Yo hablaré con Thomas. 

La pelinegra suspiró —. No puedo estar tranquila, está sufriendo y no estoy a su lado.

—Quizás necesita un tiempo a solas, a veces necesitamos reflexionar en soledad, dar espacio al corazón y a los sentimientos 

Ella pareció pensarlo por un momento —. Si,  es verdad, yo no quiero agobiarla con preguntas, esperaré a que esté lista para contarme—terminó de hablar con evidente tristeza reflejada en su rostro. 

—Todo saldrá bien, ya verás que si, Thomas puede ser un testarudo y necio, y tal vez necesite ayuda, hablaré con él y lo ayudaré como él lo hizo conmigo. Ahora vamos a descansar, ¿Aún quieres quedarte a dormir?

—Claro que sí, una promesa es una promesa. 

John sonrió, puso la mano en la parte baja de su espalda, la apegó su cuerpo y dió una vuelta. 

—Antes, baila conmigo princesa. 

Repentinamente, como por arte de magia una melodía lenta y romántica sonó. 

Comenzaron a moverse suavemente, al ritmo de la música. Luz apoyó la cabeza en su pecho. El corazón de John latía apresurado, como cada vez que la tenía cerca, cuál bobo enamorado. 

—¿Estás segura que quieres quedarte? 

—Si. 

Por minutos se mantuvieron en silencio, solamente disfrutando de su cercanía. Disfrutando de la seguridad que únicamente su compañía puede brindar. Su lugar favorito, su lugar feliz. 

La canción terminó y entrelazaron sus manos para ir a la habitación de John. 

Previamente Lisbeth tuvo la tarea de decorar con pétalos de rosas el suelo y la superficie de la cama. La luminosidad del cuarto es tenue, únicamente alumbrado por velas.

Es la primera vez que compartirán cama, por ende, John quiere que todo sea especial. 

Llegaron al cuarto y Luz observa todo anonadada, no es capaz de pronunciar palabras. 

—¿Está todo como lo imaginé? ¿O me equivoqué? 

—!Oh no John!, !¡Es hermoso! —contesta conmovida. Su corazón se vuelve cálido, ciertamente podría vivir toda su vida al lado de un hombre así; cariñoso, amable, atento, y guapísimo….

Incluso un aroma a Vainilla inunda la estancia. 

John se sienta sobre la cama y palmea a su lado. 

—Ven…

Luz se ríe como una pequeña chiquilla, y se sienta junto a él. 

Se acuestan boca arriba, sonrientes. La pelinegra halla su refugio preferido, entre el cuello de John. Su nariz huele el dulce aroma de su piel. 

Suspira enamorada, alza su rostro en busca de su boca. 

Se besan porque sus labios lo piden. Un beso que es seguido por otro más atrevido y seductor, uno donde se saborean y acarician. Pequeños mordisquitos que los hacen estremecer. 

Las manos de Luz se pierden en la nuca de él y en su cabello. 




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