Te encontré en la oscuridad

Capítulo 40

Dos cuerpos permanecen entrelazados sobre la cama, dos personas cuyo amor se ha fortalecido de gran manera. 

Ignorantes de que ya es pasado el medio día, se niegan a levantarse. Sin embargo cierta mujer ha irrumpido en la mansión con el propósito de conocer a su nuera, y es que al saber que la muchacha se quedó a dormir en la habitación de su hijo, chilló como una niña pequeña, y no aguanto las ganas de presentarse y “conocer” oficialmente a la futura madre de sus nietos. 

—Despiertalos Lis, yo los espero aquí abajo. 

—Señora no puedo hacer eso. 

Leonore movió su mano en el aire quitándole importancia —. Tú tranquila, yo asumiré la culpa, ve, ve… —la impulsó empujándola suavemente de los hombros. 

A regañadientes Lisbeth accedió, con cuidado caminó hasta el cuarto y con cautela batió sus nudillos en la puerta. 

Los segundos pasaban sin recibir respuesta alguna. 

Ya desesperada golpeó un poco más fuerte.

—Las cosas que tengo que hacer —susurró para sí misma. 

Repentinamente la puerta se abrió dejando ver a un John adormilado y desordenado. 

—¿Si? ¿Estás bien Lis? ¿Necesitas algo?

La señora se avergonzó  y de inmediato negó con su cabeza —. Lo lamento, pero su madre lo espera en el comedor. Ha venido a comer junto a ustedes. 

Sus ojos se abrieron de par en par. ¿Su madre? ¿En casa? ¿Justo ahora?   

Soltó un suspiro, no debería sorprenderle lo entrometida que es. No obstante, si no se comporta como es debido con la mujer que ama, deberá pedirle que se marche. 

—Gracias Lis, dile que bajamos en unos minutos. 

—De acuerdo —contestó, y volvió sobre sus pasos para comunicar a Leonore la respuesta de su hijo. 

 

Apenas cerró la puerta Luz le preguntó que sucedió. 

—Es mi madre, está aquí. 

—¡¿Qué?! ¡Oh Dios mío! —exclamó nerviosa y a punto de tener un colapso nervioso. 

—Descuida, no muerde. Es una buena mujer, aunque se inmiscuye demasiado en mis asuntos. 

—¡Cielos! ¡Debo darme un baño!, No me demorare nada, tengo que darle una buena impresión. 

A la velocidad de la luz la muchacha se levantó y se dirigió al baño, no le importó estar completamente desnuda. Si supiera que John realmente la puede ver, seguramente hubiera cubierto su cuerpo. 

Minutos más tarde sale del baño con una toalla en la cabeza. 

—¡Rayos!, solo tengo el vestido de anoche, ¿No habrá problema verdad? 

—Por supuesto que no —John intentaba no desviar su mirada a su cuerpo. Sin embargo era inevitable. 

Como un lobo hambriento la devoró con la mirada. Si su madre no hubiese llegado de imprevisto, sin duda alguna la haría suya nuevamente. 

—A veces siento que puedes verme, ¿Qué loco verdad? 

De inmediato el castaño se tensó. Si se sigue comportando de esa manera, más temprano que tarde se delatará. 

—Amor, yo también me ducharé, será rápido —intervino cambiando súbitamente de tema.

 

Luz se aproximó a él y besó sus labios —. Lave bien ese cuerpecito que me encanta. 

Con una carcajada John caminó al baño. 

Entretanto la muchacha secó su cabello, se vistió y salió de la habitación. 

Se dirigió a la cocina con el propósito de ayudar a Lis a preparar la comida o ordenar la mesa. Pensó que seguramente su suegra estaría ya en el comedor esperando por ellos. Pero gran sorpresa se llevó al encontrar a una hermosa y elegante mujer lavando y cortando en trozos pequeños una zanahoria. 

—Permiso —declaró para luego entrar a la cocina. 

La dama volteó y una sonrisa de oreja a oreja se vislumbró en su rostro. 

—¡Buenas tardes bella durmiente! —exclamó risueña —. ¿Tú eres la novia de mi hijo, verdad? 

—Si… —contestó en voz baja, temerosa de su posible reacción.

—¡Eres hermosa! —chilló emocionada, dejó el cuchillo a un lado, secó sus manos y se acercó a la pelinegra. 

—Me llamo Leonore—la abrazó apretándola contra su cuerpo. 

La joven parpadeó anonadada. Jamás imaginó que el primer encuentro con su suegra sería así. Sus mejillas se ruborizaron. 

Lis que también permanecía en la cocina, no le sorprendió para nada el actuar de la mujer, lo veía venir. Solo Dios sabe cuánto sufrió al ver a su hijo junto a la malvada Cassandra. 

—Yo soy Luz. 

—Lo sé, lo sé —confesó Leonore, cruzó su antebrazo al de ella y la guió al gran comedor. 

—¿Lo sabía?  —cuestionó confundida. Cómo que lo sabía, si John aún no le cuenta nada. 

—¡Ay!, creo que Lis me lo mencionó, no te preocupes —dijo rápidamente —. Y ¿A qué te dedicas? 

—Soy….

—Mesera madre, ella es mesera —respondió con voz fría John, quién oportunamente llegó. No estaba dispuesto a que Leonore le hiciera un desplante o se dedicará a analizarla de pies a cabeza. 

—¡Hijo, buenas tardes!... Ya que es la hora de comer, por favor Luz, siéntate a mi lado. 

El entrecejo del castaño se frunció, ¿Que traía entre manos su madre? ¿Por qué razón lucía tan alegre? 

La muchacha asintió, y sin decir palabra se sentó al lado de su suegra con John a la cabeza de la mesa. 

—Entonces, ¿Eres mesera? 

—Así es. 

—¿Restaurante? 

—Oh no, de una pastelería “Peace&Cake”, ¿La conoce?

—Solo de nombre. 

—Tienen unos dulces deliciosos madre, si quiere me puede acompañar uno de estos días. 

—¡Claro que sí!, iré encantada —amplió su sonrisa. 

—Disculpe, ¿No nos hemos visto antes?, su voz me parece conocida. 

Leonore se sobresaltó por las palabras de la joven. No esperaba que de cierta manera la reconociera. 

—Puede que sí, puede que no. He tratado con mucha gente a lo largo de mi vida. Quien sabe mi niña. 

Luz quedó conforme con aquella respuesta, pues pensó que tenía razón. Pero a John algo no le cuadraba, sin embargo lo dejó pasar ya que su princesa se veía cómoda, y la situación estaba saliendo mejor de lo que se imaginó con su madre viendo encantada a su novia. 




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