Luz y Camille volvieron a casa entre risas al recordar cómo fue que se comunicaron solo con la mirada.
La colorina agradeció infinitamente a su salvadora. Si bien quería beber y bailar para olvidar lo sucedido con Thomas, no quería dejarse llevar hasta el punto de besar a otro hombre.
Un clavo no saca a otro clavo.
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A primera hora de la mañana del día siguiente el chófer de John llegó por la muchacha. Al parecer no podían estar separados más que por un par de horas.
El castaño la espero para desayunar. Se encargó de tener su postre favorito; frutillas bañadas en chocolate y jugo natural de mango.
Desayunaban mientras Luz le relataba lo sucedido la noche anterior. Desde que entraron al club hasta como tuvo que rescatarla de un tipo que quería besarla.
—Yo creo que ellos deben platicar, y ser honestos con lo que sienten. No me creo eso de que Thomas la rechazara así sin más. Presiento que algo lo frena —dijo Luz.
—Opino de la misma manera, pero hablando de él, está aquí, anoche se emborrachó, por lo que por su propia seguridad, lo traje a casa.
—¡Oh!, Entiendo. ¿No es mejor que me vaya?
—No, para nada. Ahora está dormido, quizás despierte a la tarde… Y ¿Camille?, ¿Está bien?
—Finge estar bien, pero la conozco.
—Tranquila, sé que a Thomas le gusta, solo necesita un empujoncito, hablaré con él.
Luz le sonrió, ya más tranquila. Lo único que desea es que su amiga pueda ser feliz al igual que ella.
Luego de desayunar, la joven se ofreció a ayudar a la señora Lisbeth. A pesar de que la mujer se negó tajantemente, Luz le hizo saber que deseaba compartir con la persona que ha cuidado por tanto tiempo a su novio.
La aludida conmovida, aceptó, y juntas se encargaron de limpiar la cocina. Entretanto John las observaba a la distancia con una sonrisa en sus labios. Dos de las personas más importantes de su vida charlando y riendo. Nada podía ser mejor.
Lisbeth le contaba acerca de su juventud y familia, y Luz escuchaba atenta a la misma vez que picaba las verduras para el almuerzo.
En cierto momento la muchacha limpió una lágrima que asomó por la comisura de sus ojos, estar al lado de Lis le hizo recordar las tardes que compartía junto a su madre, cuando bebían té y charlaban. Algo tan simple que ahora añora con todo su corazón.
En cierto momento, John las dejó solas con la excusa de ver si Thomas ya había despertado, pues ya era próximo a las una de la tarde.
Tal como él creía, el médico se encontraba de pie observando a través de la ventana.
—¿Te encuentras bien?
—¿Bien? ¿Cuál es el significado de estar bien? ¿Que si acaso disfruto de la vida? ¿Afronto los problemas, y tomo decisiones de acuerdo a mis necesidades y deseos?.... —volteó con las manos en los bolsillos —. Si de eso se trata, la respuesta es no, no estoy bien.
John suspiró pesado. Sabía que aquello tarde o temprano pasaría.
—Ven, vamos a mi despacho y me cuentas lo que realmente sientes por ella.
El pelinegro asintió, y siguió sus pasos comprendiendo que es hora de ser honesto consigo mismo.
Primeramente entró John a la estancia y luego él, dejó la puerta entreabierta.
Por otra parte, en la cocina, la preparación de la comida está finalizando con un plato digno de restaurante: Anguila teriyaki con sésamo.
Luz se encarga de dejar los cubiertos, vasos y platos en la mesa. Exactamente cuatro puestos, para ella, John, Thomas y Lisbeth.
Al finalizar la cocción, Lis le pide a la muchacha que vaya en busca del resto de los comensales.
Esta, accede y se encamina a la habitación que cree, podría ser en la que el médico durmió. Sin embargo no se encuentran ahí. Continua buscando y golpeando las puertas de los cuartos con la esperanza de hallarlos.
De pronto, dedujo que tal vez estarían en la oficina de John.
A paso lento y con una sonrisa plasmada en su rostro recorrió los pasillos hasta llegar a la estancia.
Dentro, se oían sus voces, efectivamente se encontraban ahí.
Estaba a punto de tocar la puerta cuando una particular conversación hizo que sus pasos se detuvieran. En puntillas se acercó a oír con mayor claridad.
—Tú lo viste con tus propios ojos John.
—Lo único que ví fue a Camille bailando y divirtiéndose.
~{¿Ver con sus propios ojos? ¿John? ¿A qué se refiere? }~
—No mientas, ¿Ahora te has vuelto realmente un ciego?
—No digas idioteces Thomas, solo quiero que abras los ojos y seas feliz.
—~{¡Dios mío!, ¿John no es ciego?}~
Sus rodillas comenzaron a temblar amenazando con hacerla caer al suelo.
Extendió sus palmas sosteniéndose de las paredes.
Recuerdos titilaron fugazmente en su mente. Las veces que sentía que John podía verla, y la ocasión en la que ella se lo mencionó y él simplemente desvió la mirada cambiando abruptamente de tema.
Una dolorosa punzada le sobrevino en la cabeza. Cerró sus ojos apretándolos fuertemente.
~{No es verdad, no lo es. ¿Por qué razón él me mentiría?}~
Con dificultad obligó a sus piernas a moverse. No era el lugar ni el momento de echarse a llorar.
Un paso, dos pasos, tres pasos hasta que sus pisadas se normalizaron.
Rápido fue hasta el baño encerrándose, apoyó su espalda en la puerta y se dejó caer al suelo.
Enterró su cabeza entre sus rodillas.
Inhaló y exhaló lentamente. Sentía como la contracción succionaba el aire hasta sus pulmones y a la vez, calmaba sus nervios.
~{Eres fuerte Luz, eres fuerte, averiguarás cuál es la verdad y lo confrontarás}~
Repentinamente golpearon la puerta. No supo cuántos minutos había permanecido aclarando sus pensamientos.
—Amor, ¿Estás ahí? —preguntó John.
Luz aclaró su garganta.
—Si, ya salgo.
Se levantó del suelo, y abrió la llave del lavamanos. Bajo su rostro y dejo que el agua fría mojara su cara, sus ojos llorosos sueltan lágrimas tibias. Su corazón desborda impaciencia y temor. Si lo que oyó es cierto todo su mundo se hará trizas.