Día del cumpleaños.
El reloj marca las 9 de la mañana, la alarma suena y Luz se levanta como un resorte. Corre por la escalera al primer piso. Abre el refrigerador y saca su preciada creación.
Una exquisita torta hecha de tres leches.
Probablemente no es la gran cosa, pero para ella sí lo es. Le tomó horas y numerosos consejos de Camille que llevó a cabo al pie de la letra.
Con una manga pastelera y una boquilla realizó unas flores en el borde circular del pastel, además agregó unos corazones de fondant y pelotitas plateadas.
Por última vez la admiro. Seguramente no se asemeja en nada a una torta hecha por un pastelero profesional, sin embargo fue horneada con amor y dedicación, y aquello vale más que todo el oro del mundo.
Con sumo cuidado la envolvió en una caja de cartón, y a continuación, corrió hasta su baño para ducharse.
Una hora más tarde, Camille la esperaba en el comedor con el desayuno listo. Ambas merendaron tostadas con mermelada y piezas de frutas.
—¿Realmente no quieres acompañarme?
—No amiga, aún no estoy preparada para verlo.
Luz guardo silencio.
—Pero…si asiste con alguien más, ¿Podrías decirme?
—Camille, Thomas no es ese tipo de hombre. Hazme caso, y habla con él.
—Solo dime si alguna chica lo acompaña —la pelirroja creía que tal vez él la rechazó debido a otra mujer.
La pelinegra suspiró pesadamente y decidió ya no hablar más acerca del médico.
Sin volver a intercambiar palabras terminaron de desayunar. Luz se encargó de asear la vajilla y la cocina. Luego continuó con la sala de estar y el comedor.
Camille en cierto momento intentó detenerla, pues ella misma se encargaría de ordenar y limpiar la casa. Pero Luz se encontraba demasiado nerviosa con el hecho de que en un par de horas más, se revelaría su embarazo a todos, por lo que barrer cada espacio del inmueble la mantenía ocupada mental y físicamente.
Un par de horas más tarde, bajo la presión de la colorina, Luz dejó a un lado la ropa que estaba colgando en el tendedero, y subió a bañarse nuevamente.
Para cuándo terminó de alisar su cabello, una llamada llegó a su móvil anunciando que el chófer de John estaría prontamente ahí.
Afortunadamente ya se encontraba lista, tomó la torta entre sus manos y salió a la entrada de la casa.
Tan solo unos minutos esperó cuando divisó el automóvil a la distancia. Camille la ayudó a subir de manera que la torta no se estropeara. Se despidió de ella y marcharon a la mansión.
En el trayecto John le envió un mensaje en el cual le comentó que ya toda la familia estaba presente, y que esperaban ansiosos su llegada.
Nerviosa, cerró sus ojos y aguardó.
—Llegamos señorita, ¿Gusta que la ayude con sus cosas? —el chófer amablemente se ofreció a cargar con el pastel.
—Yo llevaré esta caja, ¿Usted podría llevar mi cartera y abrigo por favor?
—Claro que sí.
Ambos bajaron del vehículo y caminaron a la entrada de la mansión donde fueron recibidos por la señora Lisbeth.
Luz le pidió guardar de inmediato el pastel para que John no se diera cuenta. Sería una completa sorpresa.
—¡Mi niña qué emoción! ¡No esperaba menos de usted!
—Solo espero que les guste, es mi primera vez horneado algo tan grande.
La mujer tomó sus manos con dulzura luego de meter la torta en el refrigerador —. Usted tranquila, estoy muy segura que será del agrado de todos. Ahora venga, la están esperando.
Luz asintió y la siguió a la terraza donde ya podía oír sus risas.
Alegre y entusiasmada caminó hasta que sus pisadas se frenaron en seco, todo su cuerpo se congeló en el acto.
Frente a ella estaba un hombre cuya espada y cabello reconocía a la perfección.
Jamás podría olvidarlo.
Trago saliva con dificultad y un extraño vuelco azotó su estómago.
Su mundo pareció detenerse por una milésima de segundo, y la voz de John se reproducía a la lejanía.
—Amor, ¿Estás bien?
Parpadeó seguidamente, incluso su visión se había vuelto un tanto borrosa.
—Si cariño, estoy bien —contestó con la vista enfocada en aquel sujeto que conversaba con Sarah.
Esta, notó a su cuñada, y de inmediato se levantó para recibirla con un abrazo. Ese gesto provocó que todos se percataran de la llegada de la pelinegra.
Sus ojos se dirigieron a ella, incluidos los de él, que se volteó y al reconocerla la sorpresa se filtró en sus pupilas y en su expresión de disgusto.
En cambio, Luz no podía creerlo.
¿Qué demonios hacía él en ese lugar?
—Cuñada, bienvenida —saludó la muchacha—. Amor, ven a saludar.
El sujeto asintió y se posicionó al lado de Sarah.
—Luz, él es mi novio Kai.
—Mucho gusto —el hombre extendió su mano, más ella no la recibió.
¿Cómo podría hacerlo?
¿Kai?. ¡Él no es Kai! ¡Él es el maldito de Rick!. Podría reconocer dónde fuera al infeliz que hizo de su vida un infierno.
Similar a un pez fuera del agua, la boca de Luz se abría y cerraba sin pronunciar palabra.
Su terapeuta la preparó muchas veces para este momento. Cuando por coincidencias, se lo topase en la calle. Sin embargo, esto no era una simple coincidencia, esto parecía ser una retorcida vuelta de la vida.
~{Yo soy valiente, yo soy valiente, yo soy valiente}~ se repitió como un mantra, como un pensamiento que eventualmente se haría realidad. Pero tristemente Luz no estaba preparada para esto. No podía fingir que nada había pasado, y que era capaz de saludar a ese miserable ser.
Afortunadamente John notó que algo no andaba bien. Pensó que quizás se debía a algún malestar por el embarazo e interrumpió el extraño ambiente tomando a su amada por los hombros.
—¿Te encuentras bien?
—¿Ah? —preguntó ella, a la misma vez que trataba de averiguar cómo es que Rick logró engañar a Sarah acerca de su verdadera identidad.