Te encontré para perderme.

Flores para un amor que ya no respira.

Una tarde, después de días de silencios tensos y miradas esquivas, él tomó una decisión.
Ya no podía seguir esperando a que ella regresara sola.
Ya no le bastaban los recuerdos.
Necesitaba luchar por ella. Por ellos.

Así que preparó todo.

Compró flores, de esas que a ella le gustaban, aunque últimamente ya no las miraba con la misma emoción. Cocinó su plato favorito, ese que aprendió solo para impresionarla en su primer aniversario. Encendió velas. Puso música suave. Se perfumó. Ordenó el departamento con una obsesión casi infantil por el detalle.

Estaba nervioso. Como si fuera la primera cita.
Como si de esa noche dependiera su vida… y quizás sí dependía.

Cuando ella llegó, lo miró con sorpresa.

—¿Qué es todo esto?

Él sonrió, con el corazón latiendo como un tambor.

—Solo quiero que cenemos juntos. Como antes. Que hablemos… tú y yo. Sin pantallas. Sin ruido.

Ella dudó unos segundos. Luego asintió, sin mucho entusiasmo.

Cenaron. Hablaron poco. Él intentaba sacar temas del pasado, cosas que los hacían reír. Ella sonreía apenas, como si estuviera esforzándose por cumplir.

Después de la cena, él la tomó de las manos.

—Elena… yo sé que algo pasa. No soy tonto. Y no estoy aquí para culparte, ni para reclamarte nada. Solo quiero saber si todavía queda algo en ti… algo por lo que valga la pena seguir luchando.

Ella lo miró. Sus ojos no estaban tristes. Estaban vacíos.

—No lo sé… de verdad no lo sé.

Él apretó los dientes. Trató de no llorar.

—Dime si ya no me amas. Solo eso. Dímelo, y me voy. Te dejo en paz. Pero no me mates poco a poco.

Ella no respondió. Solo desvió la mirada.

Entonces él hizo lo último que jamás pensó hacer: se arrodilló frente a ella.

—No quiero perderte. Dime qué tengo que hacer. En qué fallé. Qué necesitas. Lo hago todo. Pero no me dejes así, colgado de un hilo que tú misma estás cortando con el tiempo.

Un silencio largo.
Doloroso.
El tipo de silencio que ya no necesita palabras para ser respuesta.

Ella lo levantó con ternura… pero sin amor. Lo abrazó, sí.
Pero fue el tipo de abrazo que se le da a alguien que ya no volverás a amar.
El último consuelo antes del abandono.

Esa noche no durmieron juntos. Ella dijo que estaba cansada. Que necesitaba pensar.

Él se quedó en el sofá, mirando la nada, con las flores marchitándose lentamente a su lado.
Fue ahí donde lo entendió.

A veces, perder a alguien no pasa de golpe.
A veces, la persona que amas te suelta…
poco a poco.




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