Nunca pensé que volverte a ver me afectaría
Pero ¿Sabes que jamás me imaginé?
Que te desearía con tanta fuerza,
como lo hago ahora.
Sebastián Rushmore
Presente
Se encontraba en el ring de boxeo de White´s, junto con su amigo Lucien. Estaban en plena pelea. Y era una manera de devolver rápido a la realidad a Sebastián. Cuya realidad se estaba desmoronando de una manera rápida y sin saber cómo restituirla.
Asestó un derechazo en la mandíbula de Lucien. —Maldito. Pagarás por ello. —soltó.
Siguieron golpeándose pero Sebastián iba con las de ganar. Necesitaba sacar sus martirios y que mejor manera que dirigiendo algunos golpes a alguien. Una manera de distracción.
Lo golpeó ahora en la mejilla. —Sebastián ¿A quién quieres asesinar? Porque que yo recuerde, no te hecho nada y me estás golpeando como si quisieras acabar conmigo. Dime para ayudarte a reventar a quien sea de una sola vez.
Como le explicaba que no podía hacer nada y que lo estaba usando para descargar su frustración. Lo tomó como saco de boxeo humano.
—No tengo nada. Tú eres el que estas peleando como niña. No sé cómo eres un agente de Bow Street, creo que siempre deben estar dándote una paliza. —dirigió la conversación hacia esos lares. Pero a Lucien no le agradó la especulación.
—Estúpido para tu información soy uno de los mejores Agentes que tiene Bow Street. De mí se han contado historias, se han escrito libros. Así que cállate. —espetó enojado.
—Y humilde amigo mío. —Sebastián se acercó a una silla donde tenía una toalla y procedió a secarse la cara. —Aunque esas historias siempre le colocan algo más de sazón. Y ni hablar de los libros, que le ponen un grado más allá de heroicidad que en realidad no pasa.
Lucien quiso golpearlo
Y lo hizo.
—Joder. —se acarició el pómulo golpeado. Se le haría un gran chichón.
Hizo como si no lo escuchó y se comenzó a desenrollar el lino que usaba como protección para sus nudillos. —Hablando como amigos. Hermanos de Juerga ¿Qué te tiene tan susceptible? Sebastián estás como si alguien estuviera dañando tu característica tranquilidad —Su amigo siempre tan asertivo.
Respondió con aspavientos. —No me pasa una mierda nada. —lanzó.
—Con eso siempre me respondes. Vamos hoy a casa de unas amigas. —hizo un gesto pervertido con sus ojos color avellana. —Ellas están dispuestas a darnos placer y quitar todo problema que nos estropeé el día. Sobre toda esa pelirroja—y comenzó a imaginar lo que le haría.
—No lo sé. —tomó agua, el licor estaba fuera de sus planes ese día, ya había bebido demasiado.
Lucien lo miró fijamente.
Y luego le tocó la frente con la palma de la mano.
— ¿Qué puñetera cosa haces? —preguntó quitándose de un solo golpe la mano de su amigo de la cara.
— ¿Estás enfermo? ¿No tienes calentura? —Lucien caminaba nervioso por el ring con gesto dramático. —Nunca habías rechazado una oferta de ese tipo. ¿Qué sigue? ¿dejar de beber? No te juntes más con tu hermano y el conde. Te están llevando a la vida del decoro y la rectitud. Lo último que veré es que estarás casado.
¿Casarse?
Lo dudaba.
¿Camino del decoro y la rectitud?