Sebastián te escribo porque quisiera hacerte participe de unas palabras, sé que no las apreciarás como yo lo hago, pero debía decirlas. Porque a pesar de todo el dolor, me dejaste una gran enseñanza.
Luego del dolor, aprendí:
A no dejarme intimidar por nadie;
A no dejar mi corazón en manos de otros:
A jugar con mi tristeza;
A ser hermosa por lo que soy.
Me enseñaste:
Que nada es lo que parece;
Que nada es lo que dicen;
Que se puede ser feliz con engaños.
Porque aunque me hiciste sufrir y todo lo nuestro era una farsa, sé que disfruté, todo. Cada: caricia, abrazo, beso, gesto, buenos días. Cada mentira.
Porque aunque no me quisiste, me enseñaste a amar.
Harmony Woodland a Sebastián Rushmore.
12 de Agosto de 1811
Carta no enviada.
Pasado
Harmony lloraba. Era un ritual diario. Su madre no entendia el motivo de tanto dolor. Pues su hija se habia apagado como un candelilla en plena brisa.
Tocó la puerta del cuarto de su pequeña y sin esperar respuesta, abrió. Y se sorprendió mucho al verla devolviendo su desayuno.
—¿Hija que ocurre? —exclamó preocupada, tomando una toalla para secarle el sudor por el esfuerzo realizado.
La joven solo lloraba y omitió el hecho de que vomitaba. —Mamá perdóname. —dijo la voz llena de dolor. —perdóname aunque no lo merezca.
Su madre que no entendia que le estaba diciendo, la abrazo. —¿Qué fue eso tan malo que tu madre no puede perdonarte? Tu eres mi hija, mi razón de vida. —le limpió las lágrimas.
—No soy buena, mamá. —sollozó. —Me acosté con un hombre. Mancillé mi propio cuerpo. Esos no fueron los valores que me enseñaste.
La mandibula de su madre se desencajo. — ¿Dime quién fue? —la muchacha negó.
—No puedo decirte. Vive en Londres. Por favor entiendeme. Perdóname. —su madre volvió abrazarle.
—No te presionaré a que me digas. —le besó la cabeza y la ayudó a subirse a la cama. —Espero que algún dia se resuelva todo. —tomó su sabana y la arropó como cuando era pequeña. —Eres mi hija, y te amo. Nada puede opacar mi amor por ti. Ni siquiera una porquería que solo sirvió para dañarte.
Y procedió acostarse a su lado y la arrulló, como cuando era pequeña.