“Los lunares de tu cuerpo los uniré.
Para formar el mapa de tu ser.
La geografía de ti.
Viajaré por los valles de tu cuerpo, me perderé en los bosques de tu pelo, navegaré entre los mares de tus labios y por último yaceré de por vida en tu corazón, que siempre será mi hogar.”
Sebastián Rushmore
Una semana había pasado desde que habían llegado a Brighton. Y Harmony maldecía su vida por encontrarse allí. Porque estaba en una casa, sola, con Sebastián.
No había sirvientes ni nadie de la servidumbre. Estaban completamente solos.
Todos los días en la mañana llegaba un muchacho a hacer pequeños oficios y luego se iba. Sebastián cocinaba pero ella trataba de comer lo menos. Le hablaba y lo ignoraba. Intentaba besarla y ella le recriminaba y solo recibía una sonrisa sardónica de parte del idiota.
Ya se estaba hartado de esas paredes, quería respirar, pero salir era algo imposible, ya que su “dulce” marido no la dejaba. Le decía que era peligroso y no era nada bueno. Es que ni a la playa del frente podía ir sola, él decía que la acompañaba pero prefería retirarse a su habitación antes de que la convenciera.
Tomó aire.
Había decidido que ese día saldría aunque solamente fuera al frente de la casa. Sebastián no estaba despierto y la oscuridad de la noche y la brisa podrían hacerla sentir mejor. Aunque sea por un instante.
Salió tratando de hacer el mínimo ruido. Por un minuto esperó que Sebastián viniera y la riñera, pero no lo hizo. Respiró aliviada cuando llegó a la playa sin ser descubierta.
La luna llena se reflejaba en las aguas y la brisa no era tan fría. Se veía tan bonito. Sin querer lloró. Lagrimas saladas que corrían por sus mejillas recordándole aquella niña que soñó casarse con ese hombre especial y que la amaría con todo su ser. Con su viaje de bodas a cualquier playa, como habían planeado. No podía ser que se le estaban cumpliendo todos sus deseos infantiles de la peor manera, como una pesadilla.
Sentía que el agua la llamaba y sin pensarlo se comenzó a desvestir, se daría un pequeño baño de playa, luego volvería a la casa y se guardaría en su memoria, ese instante de rebeldía.
Luego de que ninguna prenda estuviera en su cuerpo, se zambulló en las aguas y no obstante había pensado que estaban heladas, pero estas eran tibias. Suspiró por el alivio que sentía en su interior.
***
Sebastián despertó y aunque dio vueltas en la cama, no había conciliado el sueño de nuevo. Salió de la cama y no se preocupó por ponerse la bata o la camisa que tapara su torso desnudo, solo vería a Harmony y se iría de nuevo a su habitación.
Llegó a la puerta del frente que era la morada de ella y con mucho tiento giró el pomo. Pero para su asombro no había nadie.
Salió de allí como alma que lleva el diablo y comenzó a buscarla en la casa. La preocupación de que le pudiera ocurrir algo le hacía sentir una desesperación inexplicable a los oídos sordos de Harmony.
Terminó la requisa rápidamente ya que la casa no era muy grande. Al no verla en ningún sitio salió de ahí, volando. Tenía que encontrarla rápido.
No le importó no llevar zapatos ni camisa. Lo importante era hallar a Harmony.
Cuando salió de la casa en dirección a la playa, se detuvo, porque notó un movimiento en el agua fuera de lo normal y corrió hacia ello. Pero lo que vio le secó la boca e hizo despertar su cuerpo de una forma carnal.
Estaba bañándose en la playa.
Desnuda
Se veía como un ser etéreo. Una sirena que había salido del mar para engatusarlo y llevarlo a sucumbir todos sus deseos.