Mi hermosa Armonía he planeado ilustrarte algunas cosas, algunas que son tan importantes para la vida.
Mi deber es enseñarte:
A soñar despierta
A valorarte por lo bella que eres
A cantar sin importar si se escucha mal
A bailar bajo la lluvia
A reírte de la vida, en las tristezas
A llorar de alegría.
A que se puede ser feliz, nada más que estando nosotros juntos.
A querer sin límites.
Porque esos son mis propósitos para ti. Porque mi vida fue creada, para enseñarte a amar.
Sebastián Rushmore
Una semana había pasado desde que Harmony había comenzado a confiar de nuevo en su marido. Él la acompañaba cada noche y la abrazaba hasta dormir, no obstante cuando despertaba, él ya se había ido.
Le dolía un poco al ver eso, pero Sebastián era tan caballero, que cumplía con lo que le pedía. —Darle espacio— Aunque a veces odiaba que le hiciera caso.
Ese día lo había visto actuar de una manera sinuosa y le había dicho que estaría ocupado unas horas. No comprendía pero lo dejó en paz. Solo esperaba que no fuera nada malo.
Se había puesto a pensar en la noche que le contó todo el sufrimiento que pasó por la muerte de su bebé. Pensó que la odiaría, más sin embargo se había comportado de lo más comprensible con ella. Un sufrimiento menos en su vida.
Se sentía feliz, muy feliz de hecho. Siempre pensó que su vida quedaría relegada al dolor. Que no encontraría más nunca, la alegría. Pero Dios obró de la mejor forma y agradecía lo que hacía por ellos.
Se bañó y vistió. Cuando terminó, esperó que Sebastián ya estuviera en la casa. Pero no fue así. Por lo que pensó que era mejor salir a buscarlo, ya era tarde y rara vez él, la dejaba sola.
Salió de la habitación y cuando iba camino a la entrada, un trozo de papel en la mesa le llamó la atención. Se acercó a esta y lo tomó entre sus manos. Vio que ahí se encontraba la perfecta caligrafía de Sebastián.
"Las estrellas tienen el poder de llevarte a soñar, a pensar en lo hermosas que son, a imaginarte un mundo más allá de nuestra simple existencia. Por eso esta noche, quisiera que las vieras junto a mí.
Estaré en la playa. Te espero con ansias"
Sonrió cuando terminó de leer, Sebastián sabía enamorar con sus palabras.
Salió de la casa y la noche estaba en puerta, ya el cielo estaba más iluminado por esos pequeños destellos hermosos.
Buscó a Sebastián pero no lo halló, hasta que sintió unas manos en sus ojos. Se asustó pero la voz suave de Sebastián la calmó.
—Armonía, te tengo. No te asustes pero te llevaré así, para que no arruines la sorpresa que tengo para ti. —El corazón le latió desbocado, si seguía así, pronto estallaría en su pecho.
—No me dejes caer, por favor. —pidió nerviosa.
—Nunca, Armonía. —susurró y ella se estremeció por dentro.
Caminaron como por dos minutos, con los ojos de ella escondidos tras las manos de su esposo. Cuando se detuvieron, supuso que Sebastián la soltaría, pero no. La ayudó a sentarse en una silla que estaba allí y fue cuando quitó sus manos de su cara.
—Sorpresa. —dijo con voz ronca cargada de emoción.
Abrió los ojos y notó que estaba en una mesa decorada con unas pequeñas delicatesen y comida que se veía netamente deliciosa. Con varias velas dispuestas en el centro para que iluminara la estancia. Ella sonrió ante tal gesto de caballerosidad.