Fue como si el mundo se detuviera por un segundo. El ruido alrededor se desvaneció, y
todo lo que existía era ella, tan cerca, tan real. Cuando sus labios tocaron los míos, una
oleada de calor me recorrió el cuerpo, como si mi pecho no pudiera contener el corazón que
latía con fuerza descontrolada.
El mundo se apagó. Fue como si el tiempo se doblara sobre sí mismo, como si todos los
momentos que él había soñado en silencio se concentrarán en ese instante. La calidez de
sus labios, la suavidad del gesto, todo era tan real que le costaba creerlo. Pero quería ser
realista, era solo un instante. Uno maravilloso pero sabía que no se volvería a repetir.
Había imaginado ese beso toda mi vida, pero la realidad lo había superado en todos los
sentidos. Aun así, tenía la certeza de que Carolina no volvería a mencionarlo. No entendía
qué se le había pasado por la cabeza a su amiga en ese momento. Sabía que era
impulsiva, sí, pero no lograba descifrar qué había provocado ese impulso en particular.
Durante el resto de la semana no la vi, había empezado a trabajar y estaba cansada...o
ignorándome, susurraba la voz al fondo de mi cabeza. Seguí ayudando a papá en la tienda,
aunque el nivel de trabajo ya había bajado, sabía que pronto no necesitará mi ayuda. Había
decidido seguir el consejo de mi madre y tomar las riendas de mi vida. Lo primero que hice
fue buscar trabajo y empezar a hacer ejercicio otra vez. Pensé que me costaría mucho más,
acostumbraba a pensar en negativo y no valorarme, pero un taller de coches del pueblo
estaba buscando aprendiz y no dudo en contratarme.
El primer día fue un lío total porque no entendía nada. Y para colmo, además del dueño —
Gerardo, un hombre que parecía llevar la grasa en las manos como si fuera parte de su
piel— estaban ahí dos chicos de mi edad que, para mala suerte mía, conocía demasiado
bien: Iván y Abel. A pesar de mi poca disposición con ellos, poco a poco fueron ganandome
y ayudándome. No está tan mal esto de volver a hacer amigos.
Me quedaban dos espinas pendientes, hablar con Nat de nuestra relación y ponerle freno a
Hugo, ambos me habían llamado y mensajeado varías veces pero estaba de humor para
ello.
Después de llevar una semana trabajando en el taller de Gerardo, por fin empezaba a
entender las cosas y poco a poco me iban dando más responsabilidad. Estaba muy
orgulloso de mi mismo, aunque alguna vez tenía pensamientos negativos intentaba
apartarlos. Iván y Abel me invitaron a tomar una cerveza el viernes y después de todo lo
que me habían ayudado no pude decir que no. Le escribí a Carolina para contárselo, me
había apoyado muchísimo en esta nueva etapa de mi vida pero como ya sospechaba, no
había dicho ni una palabra de lo que pasó en la playa.
Cuando le dije a mi madre antes de salir de casa que había quedado con unos amigos, vi
como se tensaba y fruncía los labios, le expliqué que eran unos viejos amigos con los que
ahora trabajaba y su expresión se relajó por completo. Tenía miedo de que volviera atrás y
yo también lo tenía, no había cerrado el vínculo con Hugo y Natalia, era un cobarde porque
en el fondo sabía que me podían volver a arrastrar al fondo del pozo.
Me senté en la barra y me pedí una cerveza sin alcohol, no pude evitar mandarle una foto a
Carolina que había insistido como una loca que no bebiese nada. Ella no quería que
volviera a caer en emborracharme cada vez que ponía un pie fuera de casa, lo entendía.
Abel me miró de reojo cuando me vió mandarle la foto pero no dijo nada, me daba la
sensación de que Abel seguía tan taciturno como siempre, era un buen chaval, era un punto
intermedio entre Iván y yo. Ni tan sociable ni tan antisocial.
Estuvimos hablando los tres un rato sentados en la barra, Jairo, el camarero, también se
unió a la conversación y me lo estaba pasando realmente bien. Extrañaba tener amigos con
los que hablar aunque fuera de tonterias, Iván se había desahogado durante un buen rato
de lo mucho que extrañaba a su ex, ni idea de quién es pero yo también sabía lo que era un
amor no correspondido. Abel no paraba de negar con la cabeza y de decir que ambos eran
insoportables.
–¿Y tú qué? –preguntó finalmente Jairo–¿Algún ligue a la vista?
–Más bien una ruptura la vista–suspiré, no quería hablar de eso.
–¿Te disgusta? –esta vez era Iván el que me interrogaba –Es que tío no te veo muy triste
por ello.
–La verdad es que no–me sincere–lleva roto tiempo pero supongo que ninguno de los dos
es tan valiente como para dejarlo.
Jairo me dio una palmadita en la espalda, estirandose detras de la barra.
–Car me ha hablado de ella–confesó Abel, se me había olvidado que eran grandes amigos–
por lo que dice no te pierdes mucho.
–No es así, es buena tía solo que Car y ella no tuvieron la mejor de las presentaciones–
explique y no pude evitar defender a Natalia–Se siente celosa de Carolina y por eso no le
cae muy bien.
Abel se encogió de hombros y supe que no iba a confesar más de lo que Carolina le hubiera
dicho.
–Me alegro de que haya vuelto–comentó Iván– Car siempre arrastra buena vibra allá donde
va.
No pude evitar sonreír, tenía toda la razón del mundo. Yo también me alegraba de tener de
vuelta a Carolina en mi vida.
–Joder que ganas de conocer a la famosa Carolina–rió Jairo mientras servia unos chupitos
al fondo de la barra–Tiene a tres tios aquí hablando maravillas de ella.
–Es una de mis mejores amigas–aclaró Abel.
–Es una gran amiga–dijo Iván a la vez– pero bueno Simón es el que se lleva el premio a la
amistad, llevan siendo mejores amigos desde los tres años.
Jairo abrió la boca en una O enorme–y yo que pensaba que la amistad entre tios y tias no
funcionaba–bromeó el camarero.
–Bueno si fuera por él...–rió Iván mientras le daba un sorbo a su cerveza.
–Oye–protesté, sabía que lo decía por lo que había pasado cuando teníamos doce años–
que hace mucho de eso.
–Si pero de los ojitos de cachorro cada vez que alguien la menciona no tanto–se burló Abel.
Iba a defenderme cuando Jairo se interesó más y preguntó si era guapa. Iván me dijo que
Jairo hacía poco que lo había dejado con su novia y no sabía vivir sin estar en una relación
seria.
–No le van las relaciones Jairo, siento romperte el corazón–comentó Abel. Intente hacer
memoria, Carolina me había hablado de alguno de sus ex pero tampoco había dado
muchos detalles. ¿Por qué no le gustaban las relaciones?
El tema se cambió enseguida y no se volvió a mencionar a Carolina el resto de la noche,
cosa que agradecí. Abel se ofreció a acercarme a casa y no me pude negar. Había
disfrutado la salida y sin alcohol ni drogas por el medio.