Te espero en el atardecer

CAPÍTULO 13 -CAROLINA

Habían pasado varias semanas desde el beso con Simón, pero aún me cosquilleaban los
labios al pensarlo. No entendía por qué. Por más que le daba vueltas, no encontraba una
lógica para lo que sentía. Había besado a otros chicos antes —no a muchos, pero sí a los
suficientes— como para saber diferenciar un simple besito de EL BESO. Y aquel, sin duda,
había sido ese.

Intenté concentrarme en otras cosas: en Mor, en acabar los últimos detalles del piso, en mi
trabajo en el centro de salud. Pero, por más que lo intentara, mi mente siempre encontraba
el camino de regreso a él... al chico de ojos color chocolate.

Sabía que había empezado a trabajar en el taller de Gerardo y, según me contó Abel, se le
daba bien. Incluso se le notaba contento. El sábado me llamó Mónica y, por un instante,
sentí miedo. Pensé que había recaído. Pero no. Me llamaba para contarme que Simón, por
decisión propia, había comenzado a ir a terapia. Quería darme las gracias por estar ahí, por
haberle apoyado.
Me limité a decirle que era su amiga, y que eso era lo que debía hacer. Pero por dentro...
estaba feliz. Verdaderamente feliz.
El domingo quedé con Laura a desayunar en una cafetería de la plaza, había empezado a
refrescar durante el día, así que me había puesto un jersey gordito para no pasar frío. Mis
amigos siempre recalcaban lo friolera que era, incluso durante el verano. Cuando llegué la
vi sentada en la terraza y por un momento quise matarla pero luego recordé que dentro del
local no admiten perros y había pensado en Mor para elegir sitio.
Nos pedimos dos cafés con leche y algo de bollería, la camarera le trajo una chuche a Mor
para que se entretuviera mientras nos poníamos al día.

–¿Qué tal el nuevo curro? –preguntó mi amiga.
–Es entretenido, me gusta la atención al paciente pero creo que soy la única que no
contesta al teléfono super borde–bromee, mis compañeras eran mayores y se las veía ya
cansadas, aguantaban a demasiada gente borde y maleducada pero no era justo pagarlo
con el resto de personas–.¿Qué tal vas tú en el tuyo?
Laura era diseñadora gráfica y desde pequeña siempre fue súper creativa y única. Lo mejor
de su trabajo, además de que le encantaba, es que podía elegir si ir a la oficina o hacerlo
desde casa.
–Estoy haciendo una campaña nueva de publicidad para una empresa grande, estoy
entretenida–mi amiga se encogió de hombros, no le gustaba dar datos de sus proyectos
hasta que veían la luz, así que decidí cambiar de tema.
–Oye...–puse cara de pícara–¿Qué tal el otro día con Borja?
Laura me miró mal pero se empezó a reír, el otro día en el bar la química que tenían se veía
a distancia, sobre todo el pobre Iván que iba como un cachorrillo abandonado.
–Esta muy bueno tía–dijo finalmente mi amiga. A pesar de sus declaraciones, la conocía
desde los tres años y veía ese tic en el ojo que significaba que algo no le gustaba.
–Pero...
–No, nada. Está cañón, es muy atento y agradable.
–Pero...–volví a insistir.
–Nos estamos conociendo, solo llevamos quedando unas pocas semanas–suspiro y miro
fijamente a su café mientras lo revolvía–pero es como que no me llena ¿sabes?
–¿Cómo si le faltara algo?--pregunté conociendo de sobra ese sentiemiento.
–Sí–confesó finalmente ella–es genial de verdad pero es como si yo estuviera esperando
algo más.
Recuerdo perfectamente la conversación que tuve con Iván esa noche. No pude evitar
sentirme algo dolida al darme cuenta de que mi mejor amiga me había ocultado su relación
durante años. Aunque, pensándolo bien, tampoco podía culparla demasiado. Yo también
estaba bastante desconectada de todo en ese entonces. Pero después de hablar con Iván,
todo tuvo sentido: Laura nunca se había sentido realmente atraída por ningún chico porque
siempre buscaba en ellos lo mismo que tenía con él. Entonces me quedó la gran pregunta:
¿Qué estaba yo buscando en los chicos con los que salía? Porque claramente, algo no
cuadraba si siempre terminaba cansándome de todos.
– ¡Que le den a los tíos! –murmuré, no quería seguir dándole vueltas a esa pregunta que
me martillaba la cabeza.

– ¿Qué problema tienes tú con los tíos si llevas soltera una eternidad? –me fulminó Laura
con la mirada– A no ser que no me hayas contado algo...
– Pues ahora que lo dices... –suspiré, sabía que no me quedaba de otra que contarle todo.
Le hablé de todo lo que había pasado con Simón últimamente, lo que no le había dicho
antes porque no quería que pensara que estaba siendo tonta. Al principio, me regañó un
montón, pero luego siguió escuchándome, atenta como siempre. Cuando llegué a la parte
de lo que había pasado en la playa, Laura ya no tenía palabras. Se quedó en completo
silencio, con la boca abierta.
– Voy a decirte lo que pienso, sin paños calientes, como siempre –empezó Laura, muy
seria–. Siempre has tenido un problema con ese chico. Eres como su perrito faldero, donde
estaba Simón, estaba Carolina. Siempre ha sido así. Por eso no me sorprende nada lo que
me has contado. Y yo siempre he tenido claro que él estaba loco por ti, pero tía, te estás
metiendo en un fregao. Tiene novia y unos problemas de autoestima y adicción muy fuertes.
Sé que quieres ayudarlo porque tú también estuviste en el pozo... pero tu pozo es diferente
al suyo. Y considero que deberías hablar las cosas claras. Lo de la playa no es una
conversación, Carolina. Hablar de verdad, de lo que sentís los dos, y de cómo va a afectar a
vuestra relación.
– Ese es el problema –confesé, sintiéndome un poco perdida–, que no sé lo que siento. De
niña, estaba completamente embobada con él, pero ahora somos adultos y han pasado
más de diez años. Me gustó el beso, Laura, muchísimo, pero no estoy segura de querer
más. Ahora mismo, lo único que sé es que estoy feliz pasando tiempo con él y viéndole
progresar.
–Pues chica, vete pensando. ¿Crees que Simón va a estar toda la vida feliz en la
friendzone? Pues no, buscará chicas y tú buscarás chicos, los dos os moriréis de celos.
Reí de su respuesta pero era consciente de que tenía razón, eso sin contar que él ya tenía
novia ahora mismo. Pese a eso, no creía que fuera una buena idea poner en orden mis
sentimientos. Las cosas estaban bien así, éramos amigos y así debería seguir siendo.
–De todas formas tampoco es que te vayan las relaciones serias–comentó Laura quitándole
dramatismo al asunto. No pude hacer otra cosa más que darle la razón.
_____________________
Unos días después, estaba en casa cuando llegaron Abel y Simón, desde que trabajan
juntos se habían vuelto muy amigos. Me traían vasos de plástico y algunas bebidas para la
fiesta del viernes. La casa por fin estaba terminada, todo estaba renovado y a mi gusto,
había llenado las paredes de cuadros y fotos con mi familia y amigos. Todas las
habitaciones estaban amuebladas y útiles. Me había costado mucho tiempo, esfuerzo y
dinero pero también había tenido mucha ayuda y merecía la pena totalmente. Por eso había
decidido celebrarlo e invitar a todos mis amigos como agradecimiento por su ayuda.
–Sois los mejores chicos–les saludé con un abrazo a ambos–Con mi horario no me iba a
dar tiempo a comprar nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.