Te Espero en mis Sueños

Capitulo Dos

Mi mamá. Siempre fue ausente conmigo, y también consigo misma. La depresión recayó sobre ella mucho antes de la separación. Fue como ver a través de los años un hermoso lago, que admiras por su belleza, se comienza a secar de a poco sin poder remediarlo. Las hermosas flores de su sonrisa, se marchitaron. El agua que brillaba en sus ojos a la luz, se contamino. El césped prolijo de su apariencia, desapareció.

No me gustaba estar con ella. El ambiente siempre estaba frio. Por lo general, antes de entrar a casa, me quedaba en el pequeño parque de enfrente que adornaba un cuarto de la manzana. Me compraba algo para tomar, a la vuelta, justo llegando a la esquina de la avenida. Escuchaba música o leía un poco. Cuando salía con Celeste siempre me esperaba para estar conmigo un rato a solas antes de ir con mi mamá. Sentados en una banca, me recostaba sobre sus piernas y cada vez que cerraba los ojos, posaba sus labios sobre los míos, intentando despertarme.

Pasábamos unas horas encerrados en nuestras miradas, fijas y sonrientes. No nos decíamos mucho. Pero con los ojos podíamos expresarnos más que con un abierto te amo. Teníamos miedo de dar a conocer nuestros profundos sentimientos para luego perder la magia. Pero no nos dimos cuenta que ocultándolo nos heríamos más.

Llego a casa. Mi mamá estaba en el living, sentada en su escritorio, con su pijama de flores manchado por el café que tan adicta es.

―Hola má ―saludo―, ¿qué estás haciendo? ―pregunto. Pero no tardo en notarlo, cuando responde a la charla que estaba teniendo con su celular pegado a la oreja, que eran temas de su trabajo.

―Después hijo ―me responde con mala cara.

Me dirijo a mi cuarto, donde tengo una vista privilegiada de la ciudad en mi pequeño balcón. Vivimos en un edificio, nuestro departamento se encuentra en el piso dieciséis. La vista es maravillosa. Te pierdes en el más allá. Puedes ver todo el sur de la capital y más. Pero este barrio está muy superpoblado de edificios altos, por tal causa rezaba cada día que no cierren el motel de en frente y construyan algo de tanta magnitud que tape mi vista.

Dejo el morral sobre la cama y saco mi cuaderno, el cual guardo bajo mi almohada junto con una foto de mi ex. Todos los días pienso que es de loco tener una foto de alguien con quien no estas. Muchas veces creí conveniente tirarla o guardarla en un lugar que no sea tan perturbador como debajo de la almohada. Pero no puedo. Aun la extraño. Y si extrañas a alguien, lo amas. Y si amas a alguien, es para siempre.

A la noche salgo para encontrarme con mi amigo en el cumpleaños. Según la dirección enviada, la casa no quedaba más lejos que seis cuadras.

Al llegar a la casa, un tanto modesta, toco el timbre. Las voces de la fiesta parecían provenir del fondo por lo que asimile debe ser más grande de lo que aparenta. Lo que me relaja, por no tener que sociabilizar dentro de la casa, lo cual recibes mucho más presión.

Me abre la puerta una chica menudita de mirada alegre y un pelo enrulado bastante perfecto como para no ser planchado.

―Tú debes ser la cumpleañera supongo ­―le digo señalándola.

―Em. Si, y a vos no te conozco ­―me dice entrecerrando los ojos un tanto dudosa.

―Soy Ignacio, me puedes decir Nacho. ―Le estiro la mano para estrecharla lo cual acepta­―. Soy amigo de Lucas y conozco a Celeste. ―No quise decir ex novio, no era la ocasión, y es personal.

―Sí. Sí. Me dijo que esperaba a un amigo Cas. ―Todos excepto yo le dicen Cas, soy el único que sabe que odia ese apodo―. Ven acompáñame. ―Comenzamos a caminar por la sala, se veía ya cruzando la puerta del fondo de la cocina la fiesta―. Tu amigo es un tanto. ―Gesticulaba con la mano unas señas incomprensibles intentando armar una palabra.

―¿Tonto? ¿Atrevido? ¿Lento? ¿Distraído? ¿Habla mucho, piensa poco? ­―le digo unas definiciones venidas de otras personas ―, dímelo ya me han dicho esas cosas ―me río.

―Yo diría. ―Sigue pensando―. Abierto con las palabras.

―Eso es lo más dulce que le han dicho ―nos reímos.

―Y siempre está peleando con su hermana ―se queja.

―Uf. Es una larga historia el por qué se comportan así ―digo entre suspiros.

La verdad es que, Mariana, no es su hermana. Si no su hermanastra. Y tampoco, porque sus padres se separaron, no hace mucho. Durante esa relación, ellos mantuvieron una relación muy cercana. Congeniaron muy bien, comportándose como buenos amigos. Iban al cine, compartían gustos musicales, se ayudaban en sus tareas y hasta Lucas me contaba que algunas noches se dormían juntos viendo películas. A mí me parecían raro esas actitudes. ¿Pero que puedo decir yo? Soy hijo único, no se sobre relaciones entre hermanos y mucho menos entre hermanastros.

Pero un día fui a visitarlo sin decirle nada. Estaba aburrido aquel sábado, su mamá me dejo pasar diciendo que se encontraba en la habitación jugando a la Play. Al abrir la puerta vi los dos joystick tirados a un costado de la cama con el juego en pausa y a él besando a Mariana. No sabía que decir, ni que hacer, solo me quede allí agarrando el picaporte de la puerta, como si fuese una novela dramática estilo mexicana. Por suerte para mí, soltaron sus labios a los pocos segundos. Lo que al verme saltaron los dos de la cama como perros asustados. A mí no me molestaba lo que estaban haciendo. Solo me parecía raro. De hecho me sentí bastante culpable.

­―No diré nada, se los prometo. ―les dije.

―¿Qué haces aquí? ―me decía nervioso Lucas.

―Eso espero o si no te mato ―respondió molesta Mariana, para luego irse de la habitación.

Luego de aquel “incidente” no se los veía tan apegados. A los pocos meses sus padres se separaron y la distancia entre ellos paso a las peleas. Nunca me anime a preguntarle de nuevo sobre ella. Aunque me gustaría saber y poder solucionarlo. Pero nunca olvidare lo que me dijo ese día a la noche. ―La amo. La amo demasiado. Cuando estoy cerca de ella me siento feliz. ― Siento que le debo una por haber arruinado su relación.



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, sueños

Editado: 07.10.2022

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