Te lo diré 3 veces.

Nick.

- Tú me dejaras –dije sin fuerzas- me dejaras atrás – lentamente se asomaban las lágrimas que iniciaban un camino en mi rostro.

Rápidamente sentí la su mano y como esta jalaba de mi para acercarme a su cuerpo y acurrucarme en él.

- Jamás lo hare –afirmo, mientras sus labios estaba cerca de mi oído izquierdo- lo juro.

- No juegues con mis sentimientos –le respondí  mientras le daba un golpe con mis mano a su pecho para alejarlo de mí, aunque esto fue en vano.

Acerco su frente con la mía, logrado observar unos ojos verdes que provocaban que los latidos de mi corazón fueran en aumento, mientras su mano acariciaba mi rostro.

- Escúchame bien Nick. Yo jamás, jamás te dejare –apoyo su mano libre donde estaba mi corazón y la ubico en ese lugar- Ni la misma muerte podrá separarme de ti, porque peleare hasta mi último aliento para que estés a mi lado por siempre.

No sé porque  estoy soñando con esto, con un chico, ni tampoco porque las palabras de este chico de ojos verdes me entregan tanta tranquilidad y confianza.

Solo sé que en estos momentos no quiero que aleje su mano de mí.

 

 

 

 Poco a poco voy sintiendo que voy despertando  con la brisa mañanera del verano, que trae recuerdos por los lugares que ella ha invadido, logrando que vuelvas lentamente a la realidad.

Poco a poco fui despertando, y al tener los ojos abiertos por completos luego de refregármelos con las manos, dirijo mi mirada al pequeño reloj negro que estaba sobre el velador, aquel pequeño amigo mío me estaba mostrando que me había quedado dormido, rápidamente me bajo de la cama, me coloco mis zapatillas azules y bajo al primer piso, donde se encontrarían mis abuelos tomando desayuno.

Al bajar la escalera levemente me invade el olor a huevo frito, café y pan tostado.  Nada mejor que disfrutar del rico desayuno de mamá Rita y la buena conversa de mi papá Fred.

Mis abuelos son los mejores, siempre me están enseñando cosas nuevas sobre la vida, pero siempre me han dicho que no hay personas malas solo hay decisiones malas, y que siempre debo ayudar aquel que necesite de mi ayuda.

- Buenos días mamá, buenos días papá –dije mientras le daba a cada uno un beso en la mejilla.

- Buenos días hijo, de inmediato te sirvo el desayuno –dijo mamá Rita.

- No Mamá Rita, no te moleste, yo me sirvo.

- Nada de eso, yo te serviré y punto –dijo levantándose de la mesa para ir a la cocina.

- Ya sabes –comento el abuelo Fred- cuando manda capitán no manda marinero.

- Te estoy escuchando Fred –dijo la abuelo desde la cocina.

Mi abuelo y yo nos reímos silenciosamente, todo estaba bien, todo era como siempre, todo…  solo la fecha era dolorosa.

Hoy es 13 de enero, la fecha en que los tres integrantes de la familia sentimos un gran dolor en nuestros corazones.  Hace 10 años atrás, una llamada cambio nuestras vidas. Esa llamada que comunicaba que mis padres ya no estarían a mi lado.

- Hijo.

Ese accidente automovilístico que le quito, y que según los encargados del caso, fallo algo en el auto lo que produjo que el auto perdiera la estabilidad, produciendo que se estrellaran en un árbol.

Al tener 8 años no asimile muy bien la situación, solo estaba triste por perderlos. Al pasar el tiempo fui entendiendo lo ocurriendo,  pero sentía rencor con Dios por alejarlos de mi lado, por mi dolor, soledad, rabia.

- Hijo.

Pero ahora que tengo 18 años estoy tranquilo, sé que aunque no estén conmigo en presencia, siempre estarán conmigo en espíritu. Además, no estuve Solo,  los tenía a ellos, mis abuelos. Que desde lo ocurrido siempre me cobijaron, me quisieron, me protegieron, y estuvieron conmigo a cada momento, y eso siempre se los voy agradecer.

De pronto siento que alguien me da un leve golpe en mi mano.

 - Qué sucede abuelo? –dije viendo la cara de tristeza de mi abuelo, mientras mi abuela ponía en la mesa mi desayuno.

-Nada hijo, solo me asuste porque te llamaba y llamaba, y no tenía contesta –dijo con una cálida- estas bien?.

-si abuelos, no pasada nada –tome un poco de aire en mis pulmones, luego lo exhale- solo estaba pensando en algunas cosas, pero no se preocupen estoy bien – les dije mientras les mostraba una sonrisa en mi rostro para no preocuparlos.

- Esta bien cariño –dijo la abuela, mientras le agregaba agua a mi taza- tomen desayuno, para luego ir a visitar a sus padres.

No puedo ser egoísta. Ese día no solo yo perdí a mis seres queridos, sino que mis abuelos también los perdieron.

Ellos fueron fuertes por mí, ahora me toca a mí ser fuertes para ellos.

 

 

 

Mis abuelos llevan unas flores rojas y yo una rosa azul. Cada año nos vestimos de negro y visitamos a mis Padres en sus tumbas.

Luego de pasar por varias tumbas que personas que no conozco, llego a la de ellos, en su lápida están sus nombres “Cristian Tomsson y Julia Rojas, siempre estarán en nuestros corazones”.

Me acerco a esta, le doy beso y dejo la rosa en un pequeño florero blanco con líneas moradas.




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