Te Lo Prometo

1. El Novato del Año

U N O

El Novato del Año

Lo único que me faltaba para estar lista era mi gorra de los Yankees. Julian me estaba apurando, no cesaba de tocar mi puerta cada dos minutos y eso me empezaba a provocar un ligero dolor de cabeza, pero de algún modo, me sentía feliz, contenta porque viejos recuerdos venían a mi mente, hace mucho no salíamos a ver un partido de béisbol, lo hacíamos a menudo antes. Carlos había comprado las entradas hace un mes y yo como amiga tenía que acompañarlos, aunque no me gustara mucho el béisbol, a ellos sí y me gustaba mucho hacerles compañía. Adoraba el ruido que una amistad provoca, aunque el dolor de cabeza aparezca como consecuencia.

Me vi al espejo, iba presentable, iba "normal"como toda "fan" (cosa que no soy) o al menos eso esperaba. Llevaba liso mi cabello negro que me llegaba hasta mi cintura (había sido un logro que llegara hasta ahí) y llevaba puesto unos shorts jeans rotos, tenis blancos y la camisa del equipo que me quedaba demasiado holgada. Si no fuera que iba a un partido de béisbol, diría que el atuendo era perfecto para un día por el campo.

—¡Ya estoy lista!— Grité para que Julian me escuchara. Abrí la puerta de mi habitación y lo encontré rojo de la cólera.

Bueno, los hombres no son muy pacientes hoy en día. Eso es sabido desde siempre, pero Julian tocaba mi puerta como si fuera el fin del mundo a unas cuadras. Lo más curioso de todo es que su atuendo era ridículo, y no era Halloween, llevaba el típico uniforme blanco con rayas azules del equipo. Gorra, zapatos y bate incluidos. ¿Dónde estaba el guante de hule naranja? ¿No vio acaso Drake y Josh?

— Jamás en mi vida te vuelvo a invitar a un partido, te tardas demasiado en alistarte para irte a sentar a un asiento duro. Ahora muévete que me robas el tiempo. Y necesitamos llegar temprano, no quiero perderme de nada.

— Suenas como un idiota, Julian. — comenté observándolo directamente a los ojos. — Uno muy obsesivo.

— Solo camina rápido —masculló entre dientes.

Sara, Karla, y Carlos estaban jugando con mi Xbox y los chicos iban perdiendo (cosa que no es novedad). Julian trataba de controlar un probable ataque de ira, ya que noté que las venas de su cuello empezaron a brotar y su rostro estaba de un rojo sangre aterrador.

—¡Muevan su asqueroso trasero y suban al auto, ahora! —nos gritó. Los chicos dejaron los controles y le hicieron caso, prácticamente corrieron al auto.

— Creo que debemos ir en metro — comentó Sara. — Creo que llegaremos más rápido.

— ¡No! Si vamos en auto llegaremos al Yankee Stadium en menos tiempo. — respondió Carlos. — Veinte minutos máximo.

— Cómo si fuera fácil llegar al Bronx... — susurró Karla volteando sus ojos.

El clima en Manhattan era agradable, y cuando me refiero agradable, era así, un cielo claro, nubes claras, y un sol rostizante adornaban la ciudad. Era un gran día para salir con amigos, era apenas la última semana de clases antes de las vacaciones de verano y necesitábamos desestresarnos, tomar aire.

Las chicas y yo de alguna manera nos habíamos sincronizado, nos habíamos vestido igual como si fuéramos trillizas pero no lo éramos, claro que no. Karla era rubia, alta y con mejillas rosadas y gordas y su carácter era fuerte, era mandona, si, muy dominante, y a veces obsesiva con el control. Sara era castaña y tenía unos ojos verdes para derretirse, era dulce, y muy sensible, en sus días le gustaba llamar la atención pero a veces era tan discreta como una pulga. Y finalmente yo, de cabello negro, piel oliva, estatura media y con pómulos coquetos, emocionalmente estable, y tranquila, hasta el momento. No me podía quejar.

Carlos conducía, Julian hacía de copiloto y nosotras íbamos en la parte trasera de la camioneta. Lamentablemente, Julian tenía razón sobre el apresurarme, el tráfico era espantoso. Y cada segundo se me hacía eterno, las bocinas de los autos hacían que una ola de estrés y ansiedad se acumulara en mi aura y entrara en un leve crisis.

— Es la última vez que hago esto por ustedes — comenté cruzándome de brazos incomoda — Saben que detesto el tráfico, que me desespera. No recordaba que los partidos de béisbol llamaran la atención de tantas personas. Lo hubiéramos visto por la televisión... — comenté de aguafiestas.

— ¡Alto! — gritó Julian— No nos contagies tu amargura, tampoco dejes que tu ignorancia hable sobre deportes. Hoy se juega un clásico, Yankees contra Medias Rojas, era de esperarse encontrar una multitud hoy. Además, prometiste ser una agradable compañía. No lo olvides.

— Eso es cierto — comentó Carlos.

Él tenía razón, los clásicos eran así, sin importar el deporte que fuera. Y sin olvidar mis promesas, tenía que tranquilizarme si no quería arruinarles el día. Inútilmente le saqué mi lengua y maldije en silencio, saqué mi iPod de mi bolsa, coloqué mis indispensables auriculares y escuché música todo el trayecto.

Estacionarnos fue un dolor de cabeza, personas de todas las edades corrían por el estacionamiento, unos sacudían los autos, otros cargaban globos, y otros se dedicaban a lo mismo que yo, observar y callar.

— Es como el zoológico — comentó Karla atónita. — A excepción de que los gorilas tienen mejores nalgas que estos señores. — señaló a un grupo de muchachos que bajaban de una 4x4 saltando y aullando.

— Es cierto, es mejor ver partidos por la televisión. — concluyó Sara. — Todo es más civilizado.

— Basta de quejarse— habló Carlos — tómense de las manos y sígannos, tenemos asientos increíbles. Mi papá los consiguió.

— ¿Al menos hay jugadores guapos? — preguntó Karla interesada.

— Es obvio que no — me atreví a responder — estoy segura de que los jugadores son tipos con barriga estilo Santa Claus, y nada atractivos, al menos no ahora, pero si hace muchos años. Lo lamento chicas, no desnudaremos a alguien con la mirada hoy.




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