SIETE
Tres Son Multitud
Aún no éramos novios porque él no me lo había pedido aún. Pero, oficialmente estábamos saliendo. Eso ya es algo ¿no?
Mis padres habían accedido a que saliéramos, no logro descifrar como mi padre accedió. Pero lo hizo, y mi mamá, de mala gana le siguió la corriente.
Cuando Damon había dejado mi casa, ella se acercó y me dijo:
"Es mayor, no quiero que te rompa el corazón"
Y yo le respondí:
"Prometió no hacerlo"
Y una sonrisa de lado apareció en su rostro.
"Admiro tu fe e inocencia. Esperemos que sea un buen chico y te valore, sería muy idiota si pierde a una chica como tú".
"Lo sé, pero si falta a su promesa, serás la primera en saberlo. Se que no debo nublar mi vista"
También, a fuerza tuve que notificarle a las chicas que salía con Damon. Si yo no les decía, el nivel de su drama sería del tamaño del ego del mismo Damon. No hay duda.
Pero, buenas noticias. Los exámenes terminaron, las vacaciones empezaron.
Bienvenida seas libertad.
Y por un carajo, por primera vez voy a tener un romance de verano.
Ruego para que sea exitoso, de lo contrario que será de mi antes de llevar a la universidad.
...
— No sé qué ponerme — le dije a Damon por teléfono.
Yo tenía puestos mis AirPods mientras revisaba como loca los siete vestidos que había comprado esa tarde como compradora impulsiva.
— No importa lo que te pongas — su voz estaba agitada. Estaba en el gimnasio. — Es solo una fiesta.
— ¡Si importa! Tus amigos estarán ahí, es algo importante.
— Y sólo quieren conocerte, da igual si llevas pijamas o unos tacones de Lady Gaga, te verás hermosa.
— No me ayudas, Damon.
Escuché una risa lenta.
— ¿Vestido casual o sensual? — pregunté y pensativa.
— Te gusta torturarme... pero el casual. Es solo una fiesta. — repitió.
— No eres mujer, tu solo te pones Jeans, tenis y listo... pero bien, será el casual.
— Aunque no estaría mal ver cómo te luce el vestido sensual — murmuró antes de tomar su botella de agua.
— Apuesto que quieres ver que es lo qué hay más debajo de ese vestido — comenté observándolo.
Se atoró con el agua y yo me reí.
— Eso no es cierto. — comentó mientras tomaba aire. — No solo quiero ver, quiero tocar y besar.
Jesús, ayúdame.
¿Quién te manda a jugar Hope?
Él lucía tan relajado con su respuesta y yo más roja que un tomate apenas pude disimular al esconderme y tapar la cámara con un dedo.
Ese grito silencioso de emoción se tenía que ocultar a toda costa.
— Tal vez algún día tu sueño se cumpla. — comenté disimulando mi emoción.
Hormonas, cálmense.
— No soy religioso, pero comenzaré a rezar por ello.
— ¡Damon!
— Vamos, muéstrame esos vestidos ya que quieres compartirlos conmigo.
— Ya no, ahora tendrás que esperar hasta en la noche.
Hizo una mueca, dejó su celular lejos y fue por una pesa y seriamente me miro agraves de la pantalla de su celular.
— Entonces usa el vestido sensual.
Había comprado muchos casuales, pero, iba a ponerme el casual-sensual que había encontrado como último recurso, si señor. No por agradar a Damon, más bien porque quería sentirme sexy y deseada. Estoy en la edad perfecta para empezar el arte de la seducción, para conocer mi cuerpo y experimentar. No iba a perderme esta etapa maravillosa tan fácilmente pudiendo comenzar a dominarla.
El vestido era rojo, pero un rojo potente glamoroso, sensual y de seda. Un rojo aniquilador. Estaba dividido en dos partes que estaban unidas por una mariposa dorada en el medio. La parte de arriba era como un top con mangas largas y la falda era corta con un pliegue abierto en la pierna derecha y quedaba suelta, nada apretada. Mis tacones los combiné con mi joyería dorada.
Acomodé mi cabello, retoqué mi maquillaje y alisté todo en mi pequeño bolso y me dediqué a tomarme fotografías en el espejo como una adolescente normal. Unos minutos después, bajé lentamente para que mis padres no me escucharan, logré colarme por la cocina sin ser vista, y caminé unos metros hasta llegar a la puerta principal de mi casa. En serio, quería evitarme la charla sobre mi vestimenta. Pero para que pedir perdón si ya tenía el permiso.
Segundos después, él estaba ahí.
— ¿Dónde está tu auto? — pregunté al verlo bajar de una camioneta negra de copiloto.
Lo hizo en cámara lenta, adrede. Cerró la puerta y se apoyó en ella.
Mis ojos se lo comieron de arriba a abajo. Me lo quería comer a besos. Olía a centímetros su perfume y se había vestido tan sexy. El negro era su color, pues llevaba toda prenda así. Si camisa de botones semi abierta con mangas largas, jeans negros ajustados y botas de cuero.
El asombro fue recíproco, sus ojos me devoraban y su sonrisa de lado me decía que en serio quería arrancarme el vestido.