Te odio hasta el infinito y más allá

CAPÍTULO 2: NO SE SI REIR O LLORAR

Llego al colegio y saludo al señor que cuida la puerta. Me mira sorprendido y no entiendo el porque.

-Llegas justo a tiempo, es un milagro- miro la hora y veo que llegué un minuto antes de que tocara la campana. Ahora entiendo porque su reacción.

Luis, es un señor de 56 años, casi siempre esta parado en la entrada, vigilando que ningún adolescente se pase de vivo si llega tarde y no le da el cuadernillo para apuntar su tardanza.

Su sorpresa ante mi llegada es porque, claramente, casi siempre llego tarde. 

Me llevo bien con él, o eso creo, porque cada que llego tarde me deja pasar sin pedirme el cuadernillo de tardanza, creo que ya nos hemos hecho amigos.

Le sonrió a Luis y él me devuelve el gesto.

Subo las escaleras para llegar a mi salón que está en el segundo piso.

Entro y me encuentro con el salón casi lleno, me siento con mi mejor amiga, Diana. La conozco desde que tenía 13 años. Ella llego un año antes de entrar a secundaria. Al principio nos odiamos, hasta que de la nada un día empezamos hablar y comenzamos a juntarnos más y llevarnos mejor. Y así es como nos volvimos mejores amigas.

Saludo a Sami y a Lara, mis otras dos mejores amigas. A ellas las conocí al año siguiente, al entrar a primero de secundaria.

-Tienes una cara...- me dice Diana, mirándome con cara de espanto la muy desgraciada.

La fulminó con la mirada y ella me sonríe.

-No estaría mal un "buenos días, hermosa amiga del alma"- ella se ríe de lo que digo dándome un abrazo.

Llega el profesor, nos saluda y comienza la clase de biología. Así es como transcurren las horas y llega la hora de educación física.

Mi desgracia comenzó.

Entramos a la cancha deportiva, estamos 3ro, 4to y 5to año juntos. Eso es extraño, jamás nos juntan, que raro.

La entrenadora Carolina, nos informa que las chicas primero van hacer deporte y luego les tocara a los chicos.

-Eso es injusto- digo -maldita entrenadora- susurro.

La entrenadora nos indica que nos formemos para empezar hacer carreras entre nosotras.

Llega mi turno, estoy nerviosa, estos pantalones me quedan un poco sueltos y ni que digamos de mi ropa interior. Tengo miedo.

Me subo lo más que puedo el pantalón y empiezo a correr, con el miedo de que se me caiga.

No avance ni medio metro y es cuando volví a besar el piso. Parece que hoy, el piso me quiere más cerca que nunca de el.

Si señores y señoras, niños y niñas, perros y gatos, me volví a caer. Caí tropezándome con la manga del pantalón, haciendo que se me bajase un poco y mostrando mi bella ropa interior de perritos -No me juzguen, son muy lindos- y también mostrando un poco de mi hermoso trasero -umju, sarcasmo a la vista- enfrente de todos.

¿A quien se le ocurre ponerse un pantalón y ropa interior una talla más grande cuando va hacer deporte? Pues claro, a mí, a mí nomas se me ocurre.

Aún tirada en el piso, volteo mi cabeza como el exorcista para ver si alguien se ha dado cuenta de que he vuelto a caer como un costal de papas.

No babosa, de las mil personas que están a tu alrededor, ninguna se dio cuenta, NADIE SE DIO CUENTA. INGENUA.

Cállate Malvina, no ayudas.

Al voltear vi a todas las chicas que me estaban mirando con pena. Malditas. Y eso no era lo peor, todos los chicos también estaban mirándome, con burla en sus rostros -HIJOS DE PERRA- fulmino a todos con la mirada.

Me levanto, con la cabeza en alto, y me subo bien el pantalón caminando hacia las gradas para sentarme, seguido la entrenadora y todas las chicas también lo hacen.

La entrenadora se me acerca y me pregunta como me encuentro, yo le respondo que no se preocupe, que me encuentro bien. Ella nos pide que volvamos a la cancha para seguir con las carreras.

Ni loca dejo que me vuelva a pasar lo mismo. Así que me acerco a ella y le explico lo de mi pantalón y me excuso diciendo de que la pierna me duele y que no puedo caminar muy bien -no es del todo mentira-

La entrenadora me pide que me suba la manga del pantalón para revisar si me hice algún daño.

Estaba a punto de subirla, pero recuerdo que....

¡AY NO! mis piernas no están depiladas.

Le vuelvo a decir a la entrenadora que no se preocupe, pero por lo visto no le importo ni un pepino y me levantó la manga a la fuerza, haciendo que mostrara mi blanca y peluda pierna. Lo bueno es que no estaba tan peludita, lo malo es que otra ves tengo cientos de miradas sobre mí.

¡POR LA SANTÍSIMA MIERDA!

¡NO SE SI REIR O LLORAR!

.......

¿Que tal les pareció? (◍•ᴗ•◍)

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En el texto hay: adolescentes, amorodio, celos

Editado: 13.01.2023

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