Nuevamente sabía que el cometer errores era una de mis mayores virtudes.
Intentaba no pensar en lo sucedió con Dominico pero se me hacía algo imposible ya que lo tenía las 24hs del día detrás mío cuidándome como si fuera algún tipo de joya.
—El señor Luka la espera en su oficina — Hablo mi guardaespaldas sin emoción alguna.
Mientras ambos caminábamos hacia la oficina puede sentir el miedo recorrer mis venas, era imposible que se haya enterado y el hecho de no saber de qué era capaz era algo atemorizante.
Al entrar en la oficina me lo encontré enterrado en una montaña de papeles los cuales parecían demasiados aburridos con la mirada perdida en ellos.
—¿Me llamaste? — Pregunté de brazos cruzados.
—Si.
—¿Cuál es el motivo?
—Solo quería verte — Respondió como si nada mientras se ponía de pie para luego caminar hacia mi.
El tenerlo tan cerca de mi provocaba que mi piel se erizará por completo, sus suaves manos acariciaban mi piel con tanta delicadeza que de cierta manera me excitaba.
—¿Debo acostumbrarme a estos llamados sorpresa? — Pregunté intentando controlar mis ganas de besarlo locamente.
—Este llamado es algo especial — Contesto tomando me con fuerza de la cintura atrayendo me a su cuerpo.
No podía no mirar sus hermosos ojos verdes los cuales se encontraban fijos en mi esperando algún tipo de señal de mi parte.
—¿Por que es, especial?
—Hoy a la noche tendremos una reunión con mis mayores proveedores y necesito que estés a mi lado — Me informo dejando un suave beso en mi frente para luego volver a su asiento.
—¿Qué papel se supone que juego en todo esto? — Pregunte enojada.
—El de ser mi esposa — Respondió mirándome fijamente.
—Eres un idiota — Murmure entre dientes mirando hacia un costado.
No escuche una respuesta, solo un fuerte golpe sobre el escritorio.
Había entendido que Luka podía ser muy amable cuando quería pero tenia la estúpida idea de que todo ser en la tierra debía temerle o respetarle.
—¿Acaso aun no entiendes como van las cosas por aquí no? — Pregunto acercándose peligrosamente hacia mi.
—Me tienes harta — Solté sin miedo. —Deja de intentar asustarme por que te sale muy mal, no hay nada que puedas hacerme o decirme que ya no lo hayan hecho — Concluí acercando me hacia el.
—Eres muy valiente pero lo que tienes de valiente lo tienes de estúpida — Se digno a decir entre dientes.
—El gran error que cometes como persona es subestimarme cariño — Conteste quedando a pocos centímetros de sus labios.
La tensión entre ambos cada vez era más grande, no podía dejar de Luka me dominará.
—Solo quiero que te pongas un bonito vestido y sonrías — Hablo alejándose de mi para luego volver a sentarse a su silla.
Las siguientes horas las pase con lo único bueno que Luka tenía en esta enorme mansión.
Sus perros pero especialmente cerberos eran unas criaturas increíbles, les encantaba correr por todo el parque tras su pelota de hule.
Mientras corría tras ellos me olvidaba de ser la mujer que mi marido me obligaba a ser y eso me encantaba.
Narra Luka.
Desde mi oficina podía escuchar las risas y los ladridos de los perros.
Al asomarme por la ventana de esta me encontré con Katherina corriendo por todo el parque de la casa detrás de los perros como una niña.
No entendía como su carácter tan desafiante podía cambiar roturname ante la presencia de un animal.
La puerta de mi oficina sonó sacando de mis pensamientos.
—Pasa.
Dominico entro por la puerta con una mirada perdida en mi.
—¿Que sucedió? — Pregunté sin quitar mi vista de la montaña de papeles que tenía encima de mi escritorio.
—El señor Moretti nos confirmó su asistencia esta noche — Hablo con un tono de preocupación.
—Eso es un problema — Conteste levantándome de mi asiento.
—¿Que haremos señor? — Pregunto esperando alguna orden de mi parte.
—No haremos nada, solo mantén lejos a mi mujer de ese tipo — Concluí tomando mi saco para luego salir de la casa.
Al salir me encontré con Katherina sentada en el césped acariciando la barriga de Mi perro Cerberos con total tranquilidad.
Me acerque a ella con la esperanza de tener una conversación civilizada pero sabía que eso era algo imposible ya que Katherina me odia con cada nervio de su cuerpo.
—¿Se le ofrece algo señor Bianchi? — Pregunto ella irónicamente.
—¿Acaso no puedo pasar un momento con mi mujer? — Pregunté sentando me a su lado.
—De hecho no hay ningún problema en que lo haga — Aclaro clavando su mirada en el canino.
—Cerberos es el más agresivo, ¿Cómo has logrado domarlo?
—Un perro no es un arma Luka, no hay nada de domar. Solo tienes que ganarte su confianza — Contesto tomando suavemente mi mano para acercarla hacia el perro.
El perro gruñio dándome a entender que le molestaba mi acercania a él pero la mano de Katherina sobre su cabeza acariciando su pelaje negro lo tranquilizó por completo.
Cuando por fin puede tocarlo sentí una leve sonrisa en los labios de mi mujer la cual no había visto nunca desde que se encuentra a mi lado.
—Tienes una bella sonrisa — Confesé clavando mi mirada en ella.
—Gracias — Respondió tímidamente.
Me acerque lentamente hacia su rostro posicionando la palma de mi mano en su mejilla obligándola a acercarse a mi para luego fundirnos en un beso.
Había estado con muchas mujeres en mi vida, siempre las he respetado pero el hecho de tener a Katherina solo para mí era una idea perfecta en mi mente.
De tan solo verla me volvía loco sacando cualquier posibilidad de ser cuerdo cuando me encuentro cerca de ella.
La había investigado durante mucho tiempo antes de traerla a mi mansión, me encontré con una mujer rebelde pero sensible capaz de hacer cualquier cosa para defender a los suyos.