¿Qué se ha creído esta estúpida? — Espeto molesta, una vez la idiota esa abandona la habitación junto a Mario.
Ahhhhhh, respiro profundo intentando contener mi enojo.
Está loca, si cree que le voy a permitir, un insulto o un desplante para mi hija, primero la desgreño. ¡Estúpida!.
Para mi sorpresa, Mario se quedo con nosotras, cuidándonos, pero estoy clara que es para Delaila y no por mí, ya no viviré de ilusiones y sueños de opio.
A mi frijolita y a mi, nos dieron salida, así que llame a Walter para que venga por nosotras, Mario se fue a descansar, pero la nana, Tania y Dani no se han apartado de nosotras.
Me cambio y decido arreglarme un poco, afortunadamente no subí mucho de peso.
Nos retiramos antes de que Mario llegue, le pedí a Tania que le avisara que nos fuimos a casa, estoy feliz, ya habíamos preparado todo para la llegada de mi bebé, solo que con colores neutros, porque no sabíamos el sexo. Creo que ahora el rosado, predominará en esta casa.
Mi teléfono suena insistentemente, por lo que dejo a mi princesa con Tania, mientras voy a contestar.
—¿Cómo es eso, qué a mi hija y a tí les dieron salida y no me esperaste para llevarlas a casa? — Dice Mario en tono molesto.
—Lo siento, pero no lo creí necesario—Respondo.
—¿Por què no? —Espeta furioso.
—Primero porque tú y yo no somos una pareja, por tanto no tenía porque esperarte, segundo yo podía encargarme perfectamente de traer a mi hija a casa y tercero, no queríamos importunar—Respondo con calma.
—Vine a compartir con mi hija, no es justo que me prives de su compañía, Hanna.
—Nadie te ha privado de nada Mario, no seas exagerado—Puedes venir a casa cuando quieras, eres bienvenido, pero eso solo aplica para tí, no para tu novia.
—Ahora me vas a montar, una escena de celos Hanna—Replica molesto.
—Ay cosita, no peques de ingenuo uno no cela lo que no le interesa y usted a mí, señor Vargas, hace mucho tiempo que ya no me interesa, a menos no como hombre—Su novia, no es bien recibida en mí casa, por desubicada y ensimosa, así que por el bien de ella, no la traigas—Digo colgando la llamada.
—Madre mía, a quién acabas de dar una dosis de ubicatesen —Dice Tania, divertida.
—Al idiota de Mario y a la novia—¿Podrías encargarte de atenderlo, mientras esté aquí viendo a la nena? —Digo seria.
—Wao, amiga hasta hace poco de morías de ganas de verlo—Responde.
—Mis prioridades han cambiado y mis perspectivas de la vida también—No voy a vivir detrás de un hombre al que evidentemente no le intereso, no soy mujer de andar rogando, solo me avisas cuando se vaya para bajar y lo otro es que por favor le dices, que si quiere saber de la niña, se comunique con la nana, que él y yo hablaremos, solo para lo necesario.
—Cómo ordenes, nena.
—Gracias, amiga.
💚💚💚💚
Hanna, acaba de decirme de la forma más normal del mundo que yo no le intereso, al menos no como hombre. No se si fue mi ego de hombre o qué, pero algo dentro de mí, se rompió con esa confesión. Digo no era como que esperaba de ella estuviera aún, enamorada de mí, pero de eso a que no le interese en lo absoluto, hay mucho trecho.
Tenemos una hija en común, eso no es cualquier cosa, aunque ella diga que no, eso es un vínculo que nos unirá, para toda la vida.
—¿Sucede algo, malo? —Pregunta Susana.
—Si, a Hanna y a mi hija, les dieron salida y ya están en su casa, no me esperaron para llevarlas—Respondo.
— No se porque te molesta, tú no siempre vas a estar, ella debe aprender a organizarse, como lo hace toda madre soltera—Dice en tono parco.
—Pues se supone que vine, para ayudarla— Resondo.
—En realidad, se supone que viniste a saber si el bebé era tuyo o no, pero parece que eso pasó a segundo plano, Mario.
—No empieces, Susana.
—No, no empiezo, solo te recuerdo lo que pareces haber olvidado.
Tomo mi chaqueta y me lo pongo, para salir rumbo a la casa de Hanna.
—Espérame, que ire contigo—Dice Susana, al verme caminar a la salida.
— No, no iras—Digo, molesto.
—¿Por qué no? —Espeta furiosa.
—Porque no eres bien recibida, en la casa de la madre de mi hija—Agrego, justo antes de salir del lugar.
Con la dirección que envió Tania, del google maps, en media hora llego a la casa de Hanna, aunque en realidad, debería llamarla mansión, porque eso es lo que realmente eso.
Walter me abre la puerta y unos segundos después, estoy en la sala de estar.
Para mi sorpresa es Tania, la que me trae a mi hija. La tomo en brazos y la acurruco contra mi pecho, se ve tan pequeña e indefensa, que me provoca protegerla de todo y de todos.
—¿Dónde está Hanna? —Pregunto, mirando a Tania.
—Está en su habitación, descansando.
—¿Se siente mal? ¿Por eso no bajo? —Pregunto, preocupado.
—No, nada de eso. La verdad es que ella prefirió no bajar, dice que cuando vengas a ver a la nena, la nana o yo te atenderemos y que si quieres, saber algo de tu hija, por favor te comuniques con la nana, que ella y tú, solo hablarán para lo necesario—Contesta seria.
—¿En serio, las cosas serán así? —Espeto molesto.
—Pues parece que sí, Mario —Responde Tania.
Un mal sabor de boca se instala en mi paladar y una incomodidad que se me hace difícil de explicar, invade mi pecho.
Paso un par de horas, en compañía de mi princesa, pude darle su mamila, cambiarle el pañal y dormirla, hubiese dado mi vida por quedarme allí con ella y no tener que dejarla, pero bueno es lo que hay y toca acostumbrarse. En todo el tiempo que estuvimos allí, no volví a ver a Hanna, supongo que esa será la tónica, de esta nueva etapa de nuestra relación como padres.
Lo que no puedo negar, es que me molesta y mucho, pero bueno no puedo hacer nada al respecto.