ADAM
Aquí, en la oscuridad de mi habitación, que en pocas horas dejaré atrás, me encuentro recostado sobre la cama con la mirada perdida en un punto inexistente del techo.
—¡Cariño! —escucho detras de la puerta la burlona voz de Hugo, mi mejor amigo, si se puede decir así a ese pedazo de idiota.
—Entra —digo de muy mal humor, pero él ya recorre todo el cuarto cómo si fuera suyo.
—Dame una buena excusa para no golpearte la entrepierna, Adam.
—¿Qué hice ahora? —pregunto cansado de tanto drama, he de reconocer que este chico es así, pero no todos los días tengo la calma para aguantarlo.
—Te dije que estuvieras listo a las ocho y aún andas en esas fachas. No llegaremos a tiempo.
—¿Hablas de ese mensaje dónde me invitabas a salir y a emborracharme? Si no recuerdo mal creo que te dejé en visto.
—Adam tú no eres aburrido, eres la persona mas fiestera que conozco, es tu última noche en la ciudad y se supone que debes despedirte a lo grande.
—Por esa misma razón no quiero ir, porque sé que me voy a pasar de tragos y despertaré envuelto en las sábanas de alguna chica. Mañana debo conducir y si nos vamos de fiesta estaré trasnochado, puedo tener un accidente ¿le deseas eso a tu amigo? —digo con fingida indignación.
—¡Serás inmaduro! Vale, te prometo que temprano estamos de regreso...ve a ducharte.
Una vez encerrado en el cuarto de baño dejo caer al suelo la sudadera azul que llevaba puesta, exponiendo la piel de mi espalda, contrastando con la tinta de mi más reciente tatuaje. Raíces nacen desde la parte baja de mi columna, seguidas por el firme tronco de un árbol de ramas secas.
El dibujo es excelente, pero más allá de eso el significado que posee me identifica, representan mis ansías de aferrarme a la tierra,que fueron creciendo pero no con la fuerza suficiente para que florecieran, tal vez por eso tomé tantas decisiones erróneas y mi árbol perdió todas sus hojas.
Me coloco unos pantalones sencillos y una camisa de un verde muy oscuro, una chaqueta, un poco de perfume y ya estoy listo.
—Hugo ¡vamos! —lo llamo porque se que debe estar dormido en algún sofá.
—Aquí estan las llaves.
—Me tienes harto, que bueno que me largo en unas horas —gruño en un murmullo.
—Sabes que no puedes vivir sin mi ¿A cuántas conquistarás hoy? —pregunta sin un ápice de broma.
—A todas las que se acerquen, ya lo dijiste, es mi última noche en la ciudad —alza el puño chocando con el mío en forma de un peculiar saludo que tenemos desde que nos conocimos.
He de reconocer que Hugo escogió un bar espectacular, nos adentramos con facilidad entre la multitud hasta llegar a la barra. —¡Dos cervezas! —pronuncio dirigiéndome al joven de aspecto cansado encargado de preparar las bebidas.
—¿No tienes miedo? —pregunta Hugo y no entiendo a que se refiere.
—¿A que debería de temerle? —replico.
—A verla, a la niña que tiraste al olvido cuando se intensificaron tus problemas por no tener el valor de contárselos.
—Te he dicho mil veces que Nicole no significa nada para mi. Ya no es una niña, su vida ya no forma parte de la mía, debe tener todas sus metas trazadas —digo furioso porque sé que en mis palabras no hay verdad alguna. Ella me importa más de lo que me atrevería a admitir en voz alta.
—¿Seguro? Entonces... ¿Por qué conservas todas esas fotos?
—Maldigo el día en que me emborraché y te conté todo eso. No pienso llegar a revolucionar su mundo. Lo que pasó hace cuatro años es solo eso; pasado, y no tengo intención de poner su mundo de cabeza por un capricho de mi infancia.
Nuestra conversación se ve interrumpida por la llegada de una chica rubia de curvas exuberantes.
—¡Hola! —pronuncia esta con tono seductor —Me llamo Camila.
—Hola preciosa. Soy Adam ¿Te invito una cerveza?
—Sería un placer —dice mientras aparta el cabello de sus hombros y sonríe con coquetería. La desnudez de su cuello provocada por el escote del vestido le deja al descubierto una sencilla cadena de oro de la que cuelga una estrella.
—¿Te gusta? —pregunta Camila a modo de provocación, al percatarse de que miraba fijo el colgante.
—Si, me gusta mucho —digo esta vez añadiéndole un poco de doble sentido a mis palabras acompañadas por un guiño.
La noche transcurrió con normalidad. Entre cervezas, caricias y besos. Camila resultó ser muy buena amante. La fiesta se puso más interesante cuando una de las chicas que acompañaba a Camila —creo que se llamaba Rebeca —se unió a nosotros para divertirse un rato.
Despierto en una cama que no conozco y con unos brazos aferrados a mi cintura. Trato de vestirme siendo lo mas sigiloso posible. Dos bellas mujeres yacen durmiendo plácidamente en la habitación y no tengo intención alguna de darles un beso de despedida.
Con todo el equipaje dentro del coche me pongo en marcha hacia mi antigua casa. No puedo negar que me causa nervios volver a pisar ese lugar, así que decido apartar esos pensamientos y centrar la vista en todo el camino que aún me falta por recorrer.